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El cheff Iván Ortega y su experiencia en México: “Jugué en primera”

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Ortega

Hace seis meses, el cheff posadeño Iván Ortega se embarcaba en la aventura de su vida, de diseñar de cero un emprendimiento de comida rápida en Guadalajara, la capital del estado mexicano de Jalisco, conocida por el tequila y el mariachi, en el oeste del país.

Lo habían contratado como consultor gastronómico de un emprendimiento de tres mujeres argentinas, enfocado en un servicio de delivery de empanadas con acento argento y nombre rioplatense: Empanadas La Porteña.

Era su segunda consultoría gastronómica internacional, y con un producto típico, con el que además mantenía un romance de los años en que desarrolló la exquisita carta de “Agualaboca”, en Oberá.

Ortega regresó hace unos días a Posadas y relató a La Voz de Misiones la experiencia y el proyecto desarrollado en México.

“Soy el primer consultor gastronómico misionero que desarrolla un proyecto empresarial en México; una consultoría integral gastronómica”, afirmó Ortega.

Explicó que cuando se habla de “consultoría integral”, significa “decidir sobre todo, desde desarrollar la carta a elegir mesas y sillas, y las cosas de la barra; hablar con el arquitecto”.

“La consultoría es vender el saber hacer de algo; el know how”, definió.

Ortega estudió gastronomía en el Colegio Gato Dumas, y llegó a trabajar como asistente con el recordado cocinero argentino fallecido en 2004.

Fue medalla de oro de su promoción, lo que le valió una especialización en pescados y mariscos en el País Vasco, en España, en 2005.

En Misiones, como consultor desarrolló unos 15 emprendimientos gastronómicos, en Posadas y el interior provincial.

Son de su autoría el restorán El Monte, las empanadas Agualaboca, de Oberá; y Visage, en el hotel casino; Santanero Restó y Santanero Bar, en Santa Ana; el restorán de Salto Encantado, el de los Saltos del Moconá; Cabureí I y II, en Posadas, de los que además es propietario; y Pizza Cheff, de Encarnación, que fue su primera consultoría internacional.

Jugar en primera

-¿Qué sacás en limpio de la experiencia?, le preguntó LVM.

“Primero, orgullo de salir de Misiones, con bandera argentina y moverme en un circuito extranjero, como un profesional”, afirmó Ortega. “Es un vocabulario distinto. Es primer mundo”, agregó.

“Rescato el trato de los empresarios para conmigo. Porque, el nombre puede valer algo acá; pero afuera, nada; afuera solo lo que ellos pudieron captar de la idea que yo tenía para ofrecerle; ellas tenían muchas ideas de la línea clásica, pero querían una línea gourmet”, argumentó.

Contó que desde el momento en que aterrizó en el aeropuerto “Miguel Hidalgo y Castillo”, en Guadalajara, “me presentaron a amigos, empresarios, financistas, exportadores, importadores; toda gente de negocios”.

Indicó que Empanadas La Porteña es un emprendimiento liderado por tres mujeres, dos porteñas y una rosarina, viviendo en México. “Las tres, son mujeres emprendedoras maravillosas; esposas de importantes ejecutivos, también argentinos”, describió.

La argentinidad

El cheff posadeño se confesó emocionado. De hecho, se quebró en varios momentos de la charla con LVM. “Fue realmente jugar en primera; es algo que me emociona mucho”, dijo Ortega, todavía con el viaje a flor de piel.

Contó que la particularidad del emprendimiento mexicano era que las tres propietarias eran a la vez las empleadas.

“Ellas querían ellas hacer las recetas magistrales, así que desarrollamos el trabajo de investigación con ellas; el armado de cada receta, la ficha correspondiente; todo”, relató.

El local está ubicado en una zona de countries, que allá se conocen como “cotos”. “Es como si fuera Nordelta”, graficó. El nombre de la zona, Bosque de Santa Anita, le producía cierta reminiscencia -dijo Ortega-, de la época del “Santanero”, en Santa Ana, Misiones; y a la vez fue como una cábala de que “nada podía salir mal”.

“La línea gourmet desarrollé literalmente”, afirmó.  En la investigación previa a su desembarco en México, hecha por internet y con escapadas a algunas de las mecas de las empanadas, se hizo pasar por “comprador misterioso” en Buenos Aires, Salta y Tucumán.

Dijo que así fue que se dio cuenta que la “argentinidad no iba ciento por ciento en la línea gourmet” que pretendía desarrollar, que finalmente se resumió en tres estilos de sabores: “La argentinidad, el mex y texmex”, enumeró Ortega.

“La argentinidad, vacío y provoleta al horno en baja temperatura; de novillito, como se hace tradicionalmente, con un colchón de cebolla y pimiento, orégano y ajo; también puede ser ojo de bife malbec”, describió.

“El mex está dado en la empanada de pollo deshilachado; con ají, tomate, mucho tomate, y chipocle, que es un chile; México es el país de los chiles; y después, tenés lo americano, que es el tex, lo tejano, que es la zona más cercana a México”, explicó.

La carta resultó en 14 variedades: 8 clásicas y 6 gourmet.

El cheff posadeño estuvo dos meses en Guadalajara, tiempo en que llevó a la práctica las ideas y conceptos acumulados durante la investigación, y los volcó en el desarrollo integral del proyecto.

El Brete

“Cuando abrimos fue un éxito descomunal”, recordó Ortega el Día D de La Porteña. Contó que 15 días antes ya la gente golpeaba las puertas y preguntaba sobre la fecha de la apertura.

Ortega considera que la experiencia mexicana fue como una recompensa después de estos dos años difíciles para todos, que impactaron distinto en cada uno, pero que dejaron en todos su indudable marca.

“Jugué en primera, venía mal; me castigó la pandemia, sufrí un robo, tuve desavenencias desgraciadamente con el municipio; hoy me doy cuenta que fue malentendido y que nadie hubiera querido hacerme pasar el mal momento; agradezco la educación que tuve para comprender y eso me trajo mucha paz”, dijo Ortega.

“Y después, vino esto. Cuando me bañaba en el mar en Tulum, tuve como un estado de plenitud, felicidad, una iluminación que me hizo comprender”, relató.

Ahora, de vuelta en Posadas, Ortega pasa gran parte de su tiempo en “Cabureí”, su restaurante de la costanera, en El Brete: “Mi lugar en el mundo”, afirmó.

“Tengo la cabeza, las ganas, la decisión”, señaló. “La idea –contó-, es darle la jerarquía que se merece el lugar del que fui merecedor”.

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Un día con el párroco Javier Alegre: entre la vocación y el trabajo social

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Javier Alegre

Es un sábado por la mañana, y el sol de Posadas abraza la espalda de la Parroquia de Santa Rita. En uno de los barrios más poblados de la ciudad, un hombre joven abre las puertas del templo y recibe a dos vecinos que se ubican, silenciosamente, en los distintos bancos largos que llenan el salón. Javier Alegre saluda en el ingreso e invita a pasar a su oficina, allí, entre cruces, rosarios y guitarras, narra que, tras muchos intentos, hace seis años comenzó su labor como sacerdote diocesano.

En una entrevista con La Voz de Misiones, Alegre relata sus inicios, las tareas diarias y el impacto del fallecimiento del papa Francisco para la comunidad cristiana.

Llamado clave

Javier contó que su vocación se despertó con las clásicas peregrinaciones hacia Itatí, en donde sintió el “llamado clave” por el cual se decidió a estudiar para rezar junto a la gente. Esta decisión conllevó una preparación académica y espiritual muy ardua, que puede llevar incluso diez años. En su trayecto, fue acompañado por dos mujeres clave: su madre, con quien aprendió a orar, y su tía Gigi, quien lo sostuvo cuando todo parecía derrumbarse.

Luego de hablar con el obispo, de cerciorarse de que había encontrado su misión, comenzó como sacerdote en San Ignacio, y recientemente fue ubicado en Santa Rita. En este barrio inició las tareas de mantenimiento del lugar, comenzó a vincularse con los vecinos y ahora es el responsable de la fiesta patronal que se celebrará el próximo 22 de mayo.

Los días imprevisibles

Javier se levanta todos los días temprano, y antes del primer mate, comienza a rezar. Luego, toda su planificación está a merced de lo que pueda suceder en el barrio. “A veces sucede que tenés que visitar un enfermo, confesar a alguien o darle una mano a quien lo necesita”, comentó. De esta forma, los días pueden comenzar a las 7, ni bien despunta el sol, y finalizar, inclusive a las 1, pasada la medianoche.

Hacer comunidad es una de las tareas más difíciles. En un contexto de crecientes tensiones sociales, mantener un grupo unido y contenerlo espiritualmente, es un desafío que requiere paciencia. Invitarlos, mantenerlos, y generar sentido de pertenencia, es una tarea similar a la de un artesano, se necesita mucho conocimiento sobre el material existente y una sensibilidad única.

“Rezar la misa es el culmen de mi vida y de la liturgia, pero estar con la gente, escucharla, acompañarla, es lo que me impulsa a seguir”, sostuvo mientras algunas personas comenzaban a circular dentro del salón. “En el mundo hay un abanico de cosas: la fama, los aplausos, el dinero, la buena vida, pero Dios nos envió al mundo para servir, por eso, por ejemplo, hacemos el lavado de pies”, señaló mientras mostraba algunas fotos subidas al Facebook de la parroquia.

Francisco

En la misma tónica, respecto de la humildad que deben tener los sacerdotes, Javier recordó que la primera frase de Francisco tras convertirse en papa fue solicitar a los creyentes que recen por él. “Eso demuestra su humildad, porque fue un papa que rompió todos los protocolos, no quiso ser tratado como un rey, sino como uno más del mundo”, resaltó mientras, detrás suyo, bajo la figura de Santa Rita, patrona de lo imposible, un afiche con el rostro de Bergoglio marca presencia en el lugar.

Él no quería sacerdotes de oficina, quería que salgamos. Nos pidió que nunca nos olvidemos, sobre todo, de los pobres, y yo creo que con su partida ahora nos toca más que nunca poner en práctica todo lo que nos enseñó”, consideró.

Por último, expuso que como otros ejemplos también lo tiene al Cura Brochero, quien trabajó en las Sierras de Córdoba, y pudo vincular el trabajo con la vocación, y al Patrón de los Sacerdotes, el Cura de Ars. Con el último se siente identificado porque “le costaba estudiar, le costaba el latín, y lo echaron varias veces del seminario, como a mí, sin embargo, aquí estoy”.

Un día con Geraldine Madelaire: arte callejero y resistencia

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A 38 años de la Pascua alfonsinista: “La casa está en orden”

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Alfonsín

Este sábado se cumplen 38 años de la irrupción en la escena política argentina de los denominados “carapintada”, el alzamiento militar de la Semana Santa de 1987, que tuvo entre sus protagonistas a un coronel que ganaría peor fama en los años siguientes, y que estaba al mando del Regimiento de Infantería de San Javier, en Misiones: Aldo Rico.

Con esta sublevación, que puso en jaque al gobierno del presidente Raúl Alfonsín y tuvo en vilo al país durante horas dramáticas, los militares consiguieron la Ley de Obediencia Debida, que les aseguró por muchos años la impunidad a oficiales, policías y agentes de los servicios penitenciarios que participaron de la represión ilegal de la dictadura, y que, junto a la Ley de Punto Final, fueron derogadas en 2006, durante la gestión de Néstor Kirchner, retomándose el hilo de los juicios por crímenes de lesa humanidad.

Chascomús

El miércoles 15 de abril de 1987, Alfonsín se encontraba en Chascomús, donde pensaba pasar la Semana Santa que comenzaba al día siguiente, cuando el teléfono lo distrajo de sus planes para el fin de semana largo que se avecinaba.

Era su ministro de Defensa, Horacio Jaunarena, que lo llamaba con la urgencia de acontecimientos que empezaban a sucederse y que, con el correr de las horas, tomarían su curso definitivo.

“Esto es más serio de lo que pensábamos”, le dijo el ministro al presidente y lo puso al corriente de la mecha que se había encendido en un cuartel de Córdoba, donde un mayor del Ejército, Ernesto Barreiro, se había acuartelado contra la orden judicial que lo procesaba como torturador de La Perla, el centro clandestino de detención más grande del país.

Alfonsín interrumpió de inmediato su retiro en la ciudad bonaerense que lo vio crecer y convertirse en presidente, y volvió a Buenos Aires para ponerse al frente de la situación.

Enseguida, el gobierno supo que Barreiro, conocido entre víctimas y verdugos por sus alias de “Nabo”, “Gringo”, “Hernández” y “Rubio”, no estaba solo en la asonada, que ya se había extendido a Campo de Mayo, con la toma de la Escuela de Infantería y la irrupción de Aldo Rico en la escena.

El teniente coronel Aldo Rico, jefe del Regimiento de Infantería de San Javier, figura de los carapintada de 1987.

Dos años antes

La Pascua alfonsinista empezó a incubarse mucho antes de aquellos días santos de 1987. Diversos historiadores remontan su origen en la nulidad, declarada por Alfonsín, de la autoamnistía decretada por el último de los dictadores, el general Reinaldo Bignone, y la decisión de la Cámara Federal que juzgó a los ex comandantes, que estableció la existencia de un plan criminal y ordenó juzgar hacia abajo.

“Fue el famoso punto 30 de la sentencia del 9 de diciembre de 1985, el que abrió la caja de Pandora para un gobierno que apostaba a darle un corte a los juicios en cuanto a la capacidad decisoria”, escribe el periodista Juan Pablo Csipka, autor entre otros libros de “Una batalla de todos los días”, donde repasa la década posterior a la dictadura y expone el malestar militar con los procesos judiciales.

“El punto 30 borraba la frontera entre órdenes cumplidas y excesos: todos los militares implicados en la represión eran susceptibles de ser juzgados”, señala.

Según Csipka, durante 1986, un año después de las históricas condenas a los jerarcas de la dictadura y con la Justicia resuelta a hallar hasta al último de los genocidas, el alfonsinismo trató de encontrar una salida a una crisis que veía venir.

“En abril de 1986 se dieron a conocer las llamadas ‘instrucciones a los fiscales’”, reconstruye el periodista, en referencia a un documento del Poder Ejecutivo dirigido a los fiscales militares que “abría la puerta de la impunidad a los oficiales que alegaran el cumplimiento de órdenes”, y que provocó, instantáneamente, el repudio generalizado de los organismos de derechos humanos y los distintos espacios políticos, incluyendo el partido del presidente: la Unión Cívica Radical (UCR).

Fracasado este intento, el gobierno consiguió, a fines de ese año, que el Congreso aprobara la Ley de Punto Final, que establecía un plazo de 60 días, a partir de su promulgación por el Ejecutivo, para accionar judicialmente contra militares implicados en los crímenes de la dictadura.

Pero, poco después, en febrero de 1987, sucedió algo que puso en evidencia que el Punto Final tampoco era la solución para mantener el delicado equilibrio entre el poder civil y la casa militar: las citaciones judiciales a uniformados denunciados se aceleraron, en una carrera contrarreloj, y el malestar volvió a adueñarse de los cuarteles.

Entre fines de ese mes y el siguiente, el gobierno buscó anticiparse a cualquier desenlace del estilo de lo que estaba por suceder. Por un lado, pergeñó un plan para contener cualquier insurrección militar; y, por otro, se apoyó en la promesa que el ministro de Defensa de Alfonsín le hizo al entonces jefe del Ejército, el general Héctor Ríos Ereñú, de que el Ejecutivo trabajaba en una alternativa superadora del Punto Final, según contó el mismo Jaunarena en su libro “La casa está en orden”, donde revivió aquellos días de abril de 1987.

Complot

Sin embargo, los tiempos se precipitaron y, a comienzos de abril, el gobierno radical no tenía, todavía, siquiera un borrador de lo que sería la Ley de Obediencia Debida, inspirada en el manual a los fiscales militares con que intentó contener el reguero de procesos contra los genocidas.

Por esos días, el torturador Barreiro y quien se convertiría en figura de los militares carapintada, Aldo Rico, compartieron una cena en un restaurante porteño, donde terminaron de afinar el complot.

Rico venía de cumplir 10 días de arresto por una carta en la que protestaba por lo mismo que le preocupaba a Barreiro: los juicios a los genocidas.

Era el segundo encuentro entre ambos, luego de la reunión que mantuvieron en febrero, en la que participó Luis Polo, el jefe del Regimiento de Infantería Paracaidista 14, en el que, pocos días después, Barreiro se acuartelaría, mientras Alfonsín se disponía a pasar los días santos en Chascomús.

La Semana Santa de 1987 encontró al país en un clima de recogimiento espiritual, estimulado por la visita, unos días antes, del Papa Juan Pablo II y la multitudinaria misa de Domingo de Ramos que ofició en la avenida 9 de Julio, la primera de un pontífice fuera del trono romano en las fechas que la Iglesia Católica conmemora la pasión y resurrección de Cristo.

Miércoles

El miércoles 15 de abril, cuando Alfonsín colgó la llamada con Jaunarena y se dispuso a volar a la Casa Rosada, Barreiro llevaba horas atrincherado en el regimiento cordobés de su amigo el coronel Polo, y la noticia ya había trascendido a los medios.

Era el nacimiento de los “carapintada”, un movimiento impulsado por oficiales del Ejército, entre los que había veteranos de la guerra de Malvinas, como el mismo Aldo Rico y el teniente coronel Mohamed Alí Seineldín, que lideraría los dos alzamientos siguientes, en 1988 y 1990, este último ya durante el gobierno del peronista Carlos Saúl Menem.

El nombre “carapintada” hacía referencia a la pintura que Rico y sus hombres lucían en el rostro, a la manera de un camuflaje propio de incursiones en la selva, y que, dado el escenario de la rebelión, podía interpretarse como un grito de guerra.

Ese día de 1987, mientras el presidente volaba desde territorio bonaerense hacia la sede del gobierno, Rico dejaba la tierra colorada y se dirigía a Campo de Mayo, uno de los centros de tortura de la dictadura y de donde habían salido los “vuelos de la muerte” revelados por el capitán de la Armada, Adolfo Scilingo, condenado en España en 2007 a 1.084 años de prisión.

Rico concibió la toma de la Escuela de Infantería como una operación militar, aunque las crónicas periodísticas le restan lustre y hablan de una fácil capitulación del jefe de la guarnición, Luis Pedrazzini, que entregó el cuartel sin oponer más resistencia que alegatos de tipo burocrático.

Alfonsín no había terminado de instalarse en la sede del gobierno, cuando llegaron a la Casa Rosada las primeras noticias de Campo de Mayo y ese otro militar amotinado del que nunca había oído hablar.

Para entonces, el presidente trataba, infructuosamente, de que los jefes del Ejército cumplieran con la orden de aplastar la rebelión y proceder al arresto de los sublevados. Pero, entre los uniformados prevalecía una camaradería trasuntada en complicidad, forjada en los años de plomo, y nadie acudió a tiempo al llamado presidencial.

Mientras tanto, Rico y Barreiro se habían hecho fuertes y, desde las unidades tomadas, lanzaban amenazas y exigencias: pedían el fin de los juicios, la salida de Ríos Ereñú de la jefatura del Ejército y mayor presupuesto militar.

“Este es el Ejército que combatió a la subversión y estuvo en Malvinas”, proclamaba un Rico exultante y la televisión lo mostraba rodeado de soldados con los rostros embetunados y armados hasta los dientes.

Jueves

La reacción popular no se hizo esperar y se cristalizó en movilizaciones multitudinarias en defensa de la democracia en calles, plazas y pueblos de todo el país. Miles de personas se congregaron frente a Campo de Mayo, como una muralla civil a Rico y sus hombres.

El jueves santo a la noche, el presidente se dirigió a la Asamblea Legislativa, que había sido convocada de urgencia y abonó al respaldo al orden constitucional, que a esas horas se expresaba, masivamente, en la oleada de manifestaciones.

“Este no es un exabrupto temperamental de un hombre, sino una meditada maniobra de un conjunto de hombres, cuyo objetivo es crear un hecho consumado que obligue al gobierno a convertir en materia de negociación su política”, dijo Alfonsín a senadores y diputados.

Según analiza Csipka, era claro que los carapintada no buscaban un quiebre institucional, sino imponer al gobierno los términos del alzamiento, que el mismo Alfonsín clarificó esa noche en el Congreso.

La Plaza de Mayo fue el epicentro de la reacción popular a la sublevación, que recorrió el país.

“Se pretende por esta vía imponer al Poder Constitucional una legislación que consagre la impunidad de quienes se hallan condenados o procesados en conexión con violaciones de derechos humanos cometidas durante la pasada dictadura”, dijo el presidente.

Enseguida, desescaló el tono y habló de “reconciliación”, un término que, no por casualidad, despuntó como nunca en la jerga de la Iglesia Católica de aquellos años, y que esa noche sonó a metáfora de lo que estaba por venir.

“Reafirmaremos en hechos concretos los criterios de responsabilidad que permitan la definitiva reconciliación de los argentinos”, lanzó Alfonsín.

Viernes

Los eventos del 17 de abril, Viernes Santo, día en que la feligresía católica conmemora la muerte de su máximo profeta y piedra basal de toda su fe, fueron el anticipo del desenlace revelado entre líneas por el mismo presidente la noche antes.

El gobierno anunció el pase a retiro de Ríos Ereñú de la jefatura del Ejército, como pedían los carapintada y convino con el general que permanecería en la jefatura del Ejército hasta la resolución de la crisis.

A la par, consiguió desplazar fuerzas leales hacia las guarniciones en manos de los rebeldes. La televisión se cansó de mostrar convoyes de blindados y tropas que no llegaban nunca.

Así, el coronel Polo entregó el regimiento cordobés donde protegía a su amigo el genocida Barreiro, no sin antes ayudarlo a escapar. La fuga del torturador de La Perla, dejó a Rico, solo y cercado, en su bastión de Campo de Mayo.

A esas horas, la crisis parecía próxima a su final. En medio de la repulsa general y con la noticia de que tropas al mando del general Ernesto Alais, que se decía “alfonsinista”, se movilizaban desde Rosario a Campo de Mayo, Rico parecía encontrarse en un callejón sin salida.

Pero, Alais nunca llegó y, según contó Csipka, justificó su demora con una excusa banal que ilustraba la renuencia del Ejército a intervenir: “El hecho de tener que juntar tropas en 24 horas y en medio de un feriado”.

Sábado

El sábado 18 de abril, antes de las 8 de la mañana, en la sede del Ejército del Edificio Libertador, Rico desconoció la autoridad de Ríos Ereñú, cuya cabeza figuraba entre las reivindicaciones del motín, y exigió otro interlocutor.

La tarea recayó, naturalmente, en el ministro de Defensa. Jaunarena fue a Campo de Mayo a hablar con el militar rebelde. Le prometió otra ley de impunidad para los genocidas y un nuevo jefe del Ejército.

Las crónicas señalan que Jaunarena se retiró de la reunión con el compromiso de regresar al día siguiente y el optimismo propio de quienes creen haber hecho una oferta imposible de rechazar.

Domingo

El Domingo de Pascua, 19 de abril, cuando Jaunarena regresó a Campo de Mayo, se encontró con un Rico distinto al del día anterior: reticente y de tono marcial.

Cuentan los diarios de la época, que el ministro no pudo convencerlo de deponer las armas y se fue de la unidad militar convencido de que el único interlocutor válido para descomprimir la situación era el mismo presidente.

“Pasado el mediodía, una muchedumbre llenó la Plaza de Mayo. Era una convocatoria transversal, de todos los partidos. Alfonsín decidió ir a Campo de Mayo y así lo anunció, acompañado en el balcón por Antonio Cafiero, en lo que fue la prueba del compromiso democrático del peronismo ante el alzamiento”, relata Csipka. “Un día antes, el PJ había decidido acompañar al presidente en la Rosada. Y uno de sus gobernadores, el de Salta, Roberto Romero, amenazó con separar a la provincia del resto del país si se rompía el orden constitucional”, escribe.

La tapa del diario porteño La Nación, del lunes 20 de abril de 1987.

Alfonsín partió al encuentro de Rico en helicóptero, con una escolta de dos edecanes: Julio Hang, del Ejército, y Héctor Panzardi, de la Fuerza Aérea. Allí, Rico rindió el cuartel y obtuvo de boca del presidente la promesa de la Obediencia Debida, que el Congreso convirtió en ley poco después y le significó a los genocidas una larga primavera; y que, a la sazón de los datos históricos, terminó allanando el terreno de los indultos presidenciales de Carlos Menem, de fines de diciembre de 1990, que liberó a los jerarcas condenados en 1985.

De vuelta en Casa Rosada, Alfonsín fue directo al balcón que otro miembro del Ejército, el general Juan Domingo Perón, había convertido en símbolo medio siglo antes.

“Compatriotas, compatriotas, compatriotas”, repitió varias veces, flanqueado por el vicepresidente Víctor Martínez y los peronistas Antonio Cafiero, Ítalo Argentino Luder y José Luis Manzano, y un abanico de figuras que barrían todo el arco político de entonces.

“Felices Pascuas”, saludó Alfonsín y estallaron los aplausos y las ovaciones de una Plaza de Mayo repleta. “Los hombres amotinados han depuesto su actitud”, anunció el presidente y la plaza volvió a estallar. “Como corresponde, serán sometidos a la Justicia”, informó y se repitió la ovación.

“¡Alfonsín, Alfonsín!”, vivaba la multitud.

“Se trata de un conjunto de hombres, algunos de ellos héroes de la guerra de las Malvinas, que tomaron esta decisión equivocada y han reiterado que su intención no era provocar un golpe, pero han llevado al país a esta conmoción”, señaló.

El presidente celebró la resolución pacífica de la crisis. “No hubo derramamiento de sangre”, destacó y, antes de pedir a la multitud que se desconcentrara y que cada uno volviera a su casa, pronunció la frase que quedó propuesta para la historia.

“Hoy podemos todos dar gracias a Dios”, dijo y sentenció: “La casa está en orden y no hay sangre”.

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Silvina Sisterna, la artista posadeña que fue invitada del presidente irlandés

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Silvina Sisterna es una artista visual posadeña que desde 2018 vive en Dublín, la capital de Irlanda, país al que llegó solo con la idea de perfeccionar su inglés, pero con la pandemia del coronavirus decidió quedarse. Tras estudiar un Máster en Bellas Artes, consiguió exponer con otros artistas latinos, y en marzo fue recibida por el presidente irlandés, Michael D. Higgins. “Me siento muy entusiasmada por lo que se viene”, dijo a La Voz de Misiones.

El año pasado, Silvina lideró el proyecto “Puntos de encuentro” del colectivo Nepantla -palabra Náhuatl que significa entre medio- en el Photo Museum Ireland. Junto a otras siete artistas latinas exhibieron fotografías, textos poéticos y un video de siete minutos donde cada una ofrecía su propia historia como migrante.

“Es como ese estado de umbral, que uno se encuentra a veces, sobre todo siendo migrante, que uno piensa estoy acá, pero no soy de acá. Estoy pendiente de lo que pasa en mi país o en mi casa, entonces uno está un poco dividido, escindido en ese punto de vista, y es por eso la idea de estar en el medio”, explicó Sisterna.

Irlanda es un país de mucha inmigración, “pero como el tema del lenguaje puede ser una barrera, existen estas posibilidades de trabajar con comunidades. Aquí se llama Social Engaged Art, que sería como Arte Socialmente Comprometido”, detalló.

“La política apoya a las diferentes comunidades y existe todo ese movimiento, y básicamente lo que llego a hacer es inspirar ideas y que trabajemos juntos y colaboremos en proyectos juntos”, agregó.

En Posadas, Sisterna comenzó a incursionar en la fotografía antes de viajar a Europa, adonde además desarrolló otros recursos en las artes visuales. “La fotografía es mi punto de partida, porque me interesa como experimentar con otras técnicas que van más allá de la fotografía. Existen otras maneras de hacer fotografía sin cámara, y que son sustentables con respecto al medioambiente que se llaman cianotipias. Hoy en día está de moda todo eso, al menos veo un montón”, apuntó, y consideró que dentro de cualquier disciplina del arte debe haber mucha experimentación. “No está mal cometer errores, no tenés que hacer ‘la obra de arte'”, reflexionó.

Sisterna estudió un Máster en Bellas Artes , lo que le permitió sumarse a un colectivo artístico

Invitada del presidente Higgins

En marzo pasado, para el Saint Patrick Day, el día que se celebra al Santo Patrono de Irlanda, Silvina fue una de las artistas migrantes invitadas para un encuentro que contó con la presencia del presidente de ese país, Michael D. Higgins. “El presidente de aquí es muy querido. Lo llaman the people president’, como el presidente del pueblo, de la gente”, indicó la artista misionera.

“El primer ministro sería como el presidente de Argentina. El presidente de acá está más dedicado a otros temas. (Higgins) fue uno de los creadores de esta organización, Create, que antes se llamaba Café. Ellos fueron los que me incluyeron a la lista de invitados, en San Patricio, y justo era el último para él, porque es el último año de su mandato”.

Con la extrema-derecha en crecimiento y con políticas públicas que imponen rigurosas condiciones migratorias, Silvina reconoce que el panorama es de total incertidumbre. “Veremos que pasará en el futuro político de Irlanda, porque siempre han sido muy inclusivos con todas las comunidades”.

Con las artistas. Tatiana Dos Santos, Fatoumata Gandega, Michael Higgins y Silvina Sisterna.

Caminar con total libertad

Los primeros cuatro años fueron los más duros para la posadeña, particularmente por el crudo invierno que se siente entre diciembre y marzo, con pocas horas de luz, mucho viento y frío. Hay, como en tantos otros lugares de Europa, una crisis habitacional en la que es muy costoso acceder a un alquiler y, de conseguirlo, no hay otra que compartir el espacio con otras personas.

“La gente es muy amable, el irlandés en general. Siempre dispuesto a ayudar”, remarcó. “Me siento muy segura caminando. Que te digan cosas en la calle no son comunes acá, y uno camina con mucha más libertad, entonces eso para mí es un antes y después de vivir en Latinoamérica”.

Silvina atraviesa a pie de una punta a la otra de Dublín, una ciudad antigua pero más pequeña que la mitad de Posadas, en las que hay horas pico donde se pone difícil tomarse un taxi, que es costoso, o un colectivo, que no es tan eficiente.

“El servicio del transporte público es mejor en Argentina. Acá son de dos pisos y eléctricos, pero tienen muy poca frecuencia y solo van al centro. No hay subterráneo. Le falta mucho que desarrollar. Hoy en día recién están poniendo buses que funcionan las 24 horas. Pero cuando yo llegué, era hasta las 12.30 de la noche y se acabó. Y entonces solo quedan taxis que son carísimos”.

No obstante, parte de la tarifa en invierno, cuando es más costoso, el gobierno irlandés subsidia una parte; y el servicio de agua potable es totalmente gratuito para sus 5,3 millones de residentes.

Pese a todo ello, “no tiene punto de comparación la salud pública: acá sale muy caro todo. Se paga todo y no son muy buenos. Hay cosas que cubren, como tema de HPV o cáncer de útero, pero para lo demás uno tiene que ocuparse, y es carísimo. No es muy bueno, hay listas de espera de meses para que te hagan un tratamiento”, detalló.

Los primeros cuatro años fueron muy complicados para Silvina, no solo por el clima antagónico a su calurosa Posadas, sino porque “me vine con un inglés muy básico”, reconoció. “Entendía la mitad de las cosas que me decían. Pero ahora, puedo ir y hablo en inglés en público. Eso está muy bueno. Antes me costaba hablar en español y hoy en día ya no es un tema para mí. Ya es mucho más fácil, uno se va superando a sí mismo”.

Cuando apenas llegó a la isla, se puso a perfeccionar su inglés, compartiendo espacio con otros hispanohablantes, un trabajo part-time asignado, pero siempre dentro de un circuito muy pequeño.

“Hoy en día estoy en un estudio artístico, con artistas irlandeses. Comparto la casa con otros irlandeses. Entonces siento que me estoy integrando mucho más a la comunidad. La gente me va conociendo también. Todo eso, y es como…hace dos años y medio, cuando terminé el Máster. Nadie me conocía, y me siento muy entusiasmada por lo que se viene”.

Foto gentileza de Maxwell Photography

@lavozdemisiones

Silvina Sisterna, la artista posadeña que fue invitada del presidente irlandés Silvina Sisterna es una artista visual posadeña que desde 2018 vive en Dublín, la capital de Irlanda, país al que llegó solo con la idea de perfeccionar su inglés, pero con la pandemia del coronavirus decidió quedarse. Tras estudiar un Máster en Bellas Artes, consiguió exponer con otros artistas latinos, y en marzo fue recibida por el presidente irlandés, Michael D. Higgins. “Me siento muy entusiasmada por lo que se viene”, dijo a La Voz de Misiones.

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