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Iguazú o Yguasu: cómo se escribe el nombre de la maravilla del mundo

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La tilde, el uso de la Z y el sonido de la Y son clave a la hora de entender cómo deben escribirse correctamente los sonidos de la lengua indígena en español.

 

Iguazú, el destino predilecto de los turistas internacionales, es además una marca de exportación, una símbolo que identifica a Misiones en la Argentina y en el resto del mundo. Pero, por otro lado, es también una palabra guaraní que describe a ese gran accidente geográfico como una gran masa de agua.

Ese vocablo, así como todo el idioma, es un patrimonio inmaterial que nos envuelve y que -conscientes o no- es el responsable por la forma en la que moldeamos el mundo a nuestro alrededor, aunque muchas veces funciona a la inversa.

En esta región de gran riqueza histórica y lingüística, uno de los dispositivos de la memoria colectiva más importante es el guaraní, legado de los habitantes originarios de estas latitudes.

Es así que, lejos de ser un monumento inmóvil, el guaraní es una lengua viva. Prueba de ello son los debates que, aún hoy, se suscitan en torno a la forma de representar sus sonidos y al lugar que ocupa este idioma en la vida social.

Esta discusión gira en torno, sobre todo, al uso extendido que han tenido ciertos “vicios” del español que se han volcado a la lengua indígena.

Es el caso de las reglas de acentuación. Por ejemplo: mientras que en el español se coloca la tilde cuando el acento recae sobre la última sílaba, en el guaraní es todo lo contrario. La ausencia de tildes o acentos gráficos indica al lector que la palabra está acentuada en la última sílaba.

De ahí que quienes tienen al español como lengua madre tiendan a escribir con tilde palabras como “tapekué” o “Iguazú”, las cuales, según las reglas del guaraní, no deberían llevarla.

Sobre este y otros casos de formas “erróneas” que se han extendido en nuestro habla, La Voz de Misiones consultó con dos profesoras especialistas en la materia, quienes despejaron dudas al respecto.

Tilde, ¿sí o no?

Gladys Bernatto, de la Asociación Civil Idioma y Cultura Guaraní, explicó a LVM: “Ninguna palabra en guaraní lleva acento gráfico en la última vocal, es nada más que fonético, ya que ninguna palabra en guaraní termina en consonante”.

La información fue corroborada por Ramona Villaverde, licenciada en bilingüismo guaraní-castellano, quien sostuvo: “La persona que conoce el guaraní, sabe que si no hay ningún acento, éste recae en la última sílaba, no es como en el español”.

De esta forma, en el ejemplo “Iguazú”, debería escribirse sin la tilde.

“En un principio no había una regla general para la escritura del guaraní, entonces trataron representar con letras del castellano como más se acercaba al sonido”, explicó Villaverde, y añadió: “Ahora ya sabemos cuáles son las letras que representan a ese sonido”.

“Hoy tenemos una grafía unificada con 33 letras y la fonética son 33 sonidos que no se repiten”, subrayó Bernatto.

Con Z o con S

Sobre el caso de “Iguazú”, la docente manifestó que “es con S porque la Z no existe ni existió nunca en el alfabeto guaraní”, aseguró, y agregó: “Si uno mira los libros antiguos, como el Catecismo, de Nicolás Yapuguay, el primer libro escrito por un aborigen, es difícil que se encuentre escrito con Z, quizás con X”.

Ese cambio, según contó Bernatto, tiene que ver con el origen del padre jesuita que realizaba las traducciones: “En la mayoría de los documentos antiguos lo escriben con la Z porque venía escritor con la C cedilla (Ç), del portugués. Si el jesuita que debía escribir era francés, le ponía apóstrofe. Cuando se encuentra la equis, el escribiente era vasco, y así”.

En este sentido, Villaverde adujo que “ahora se está queriendo usar la Z”, aunque “todavía no hay una regla”.

Cuestión de sonidos

Justamente, ese problema que se presenta a la hora de graficar con elementos del español sonidos que le son ajenos, se observa sobre la primera letra que forma la palabra “Iguazú”.

“Si se escribís con Y, quiere decir ‘agua grande o gran cantidad de agua’, y si escribís con I latina, quiere decir ‘es grande’”, con lo cual -consideró- debería escribirse con Y, ya que esa es la etimología correcta de la palabra.

“Antes se tenía el problema de cómo escribir esa palabra “I”, la cual se comenzó a graficar de distintas maneras para que se pueda interpretar que tiene distinto sonido, ya que la “I” tendría dos sonidos, por eso el guaraní tiene doce vocales, seis que se pronuncian como en español y las otras son nasales, entonces la Y pasa a ser una vocal”.

De esta forma, y teniendo en cuenta esta serie de planteos, ambas profesoras coincidieron en que la manera correcta es Yguasu, más allá del uso extendido y “erróneo” que actualmente tiene ésta y tantas otras palabras del guaraní.


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Jorge Villarreal, el guitarrista misionero de Sandro: “Daba todo en el escenario”

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Jorge Villarreal es el guitarrista misionero que tocó con Sandro durante veinte años y que estuvo presente para el que fue su último recital en el Teatro Gran Rex, el 16 de mayo de 2004, para un show de casi tres horas y ante 3.500 personas. “Iba a ser esa seguidilla que hacíamos siempre durante el año. Empezábamos en Rosario y seguíamos por las provincias, terminando, no sé, en cuarenta recitales. Una cosa de locos”, recordó Villarreal a La Voz de Misiones.

“Hasta el último tema las canciones las cantaba en el mismo tono. En el escenario subía otra persona. Daba todo. Nunca bajar un tono ‘porque no llego a lo que llegaba cuando era joven’. Lo mayoritario que se puede apreciar de él es cómo se entregaba”.

No obstante, a pesar de que siempre puso todo el cuerpo para cada interpretación, Sandro tenía los pulmones en muy delicado estado. Por eso se vio obligado a cancelar cualquier posibilidad de gira después de aquel Gran Rex. “Esos veinte años que estuve con él tocamos por todos lados, de acá de la Argentina, desde Ushuaia a Canadá, en todos los países. Y para el Oeste del Mapa, fuimos a Australia también con él”, resumió el guitarrista.

Jorge Villarreal. Guitarrista sesionista, oriundo de Puerto Rico

Según describió Villarreal, el cantautor era una persona “súper normal” aunque, “como él decía, ‘yo soy Sandro arriba del escenario. Después, cuando bajo, soy Roberto’. Él hacía esa diferencia”. La devoción por Sandro de América era tan grande que despertaba un fanatismo único, traducido en “Las Nenas”, las mujeres que siempre copaban las butacas más cercanas. “No sabes lo que era eso”, dijo el guitarrista.

“Cuando empezábamos en el Gran Rex, o donde sea que íbamos a tocar, mirábamos un poquito a través de la cortina y había siempre unas tres o cuatro filas que ya estaban llorando. La mayoría mujeres. Era así. Así era la historia de Roberto. Y esa gente no paraba de llorar hasta que el show terminaba”.

Daba todo en el escenario. Su último recital fue hace veinte años, en mayo de 2004

Como músico sesionista, Villarreal se probó ante el director musical de Sandro y quedó seleccionado en 1984. Desde el momento que ingresó a la banda, la nueva etapa de Sandro “capturó otro tipo de público. No tanto rockero, sino más lo baladista”, comparó el músico que también lo acompañó al autor de “Dame fuego” en los programas de televisión que conducía en Canal 13 y que se llamaba “Querido Sandro”, adonde venían a cantar diversos artistas famosos.

Hace veinte años atrás, cuando se concretaba el que sin saberlo fue su último recital, Roberto Sánchez padecía las consecuencias un enfisema pulmonar, diagnosticado en 1998. Por eso debió ser intervenido en 2005 y, cuatro años después, recibió un doble transplante, de los pulmones y el corazón. Lamentablemente, el gran cantautor argentino falleció el 10 de enero del 2010, a los 64 años.

Bajo la atenta mirada. “Era una persona normal”, dijo el guitarrista sobre Sandro de América.

Homenaje a Sandro con Fernando Samartín

No obstante y ante la dura ausencia de uno de los máximos cantautores del país, la leyenda continuó con el tiempo. Porque los músicos que lo acompañaron en los últimos tiempos aceptaron tocar con el imitador de Sandro, Fernando Samartín, para un conmovedor espectáculo que tuvo varias giras y que incluso llegó a Posadas en 2013 al Montoya, con Villarreal en la guitarra.

Más recientemente, en marzo se realizó en el Teatro Gran Rex el mismo espectáculo que tiene más de dos décadas de homenaje, en el que la imitación pasa a ser un calco de las emociones vividas con El Gitano. Allí, como en otras oportunidades, estuvo tocando Jorge Villarreal.

@lavozdemisiones

Jorge Villarreal es el guitarrista misionero que tocó con Sandro veinte años y que estuvo presente para el que fue su último recital en el Teatro Gran Rex. El último concierto de El Gitano ocurrió hace poco más de veinte años atrás, el 16 de mayo de 2004, para un show de casi tres horas y ante 3.500 personas. “Iba a ser esa seguidilla que hacíamos siempre durante el año. Empezábamos en Rosario y seguíamos por las provincias, terminando, no sé, en cuarenta recitales. Una cosa de locos”, recordó Villarreal a La Voz de Misiones. #LaVozdeMisiones

♬ sonido original – La Voz de Misiones

Jorge Villarreal nació en Puerto Rico y allí aprendió a tocar la guitarra. Su hermano Hugo, cuatro años más chico, se dedicó al bajo. Antes de irse a estudiar en un conservatorio en Buenos Aires, Jorge vivió en Posadas, donde terminó el colegio en el Roque González e integró la banda Los Biker’s, junto a Polo Peralta y otros músicos.

Dame fuego. Sandro y Villarreal (derecha) en una de las tantas giras por el mundo

En Buenos Aires tocó un buen tiempo con artistas como Manuela Bravo o Gian Franco Pagliaro, con quien recorrió el país varias veces. Su hermano Hugo actualmente está retirado de la música pero formó parte de la banda Pastoral y acompañó en el bajo a Sergio Denis en la década del 90.

Actualmente y como hace 25 años, Jorge atiende su local de música en El Palomar del Gran Buenos Aires. Allí enseña música, se dedica a la luthería y a la venta de instrumentos. Además, mientras no es parte de los tributos a Sandro, suele salir de gira con otros artistas. Jairo lo llamó hace poco y con él se fue de gira a Córdoba, porque las cuerdas de Jorge aún tienen ese “mundo de sensaciones” que acompañó a Sandro.

Con Fernando Samartín. Para los homenajes a Sandro


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Con Claudia Puyó en la voz, banda misionera Aurazul versionó a Spinetta

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La banda misionera Aurazul estrenó “Barro Tal vez”, canción original de Luis Alberto Spinetta y que en esta versión tiene como invitada a Claudia Puyó en la voz y a Juan Pico Núñez en el acordeón. Además, para el videoclip que también salió a la luz el viernes pasado, baila la posadeña Victoria Solari, artista que actualmente reside en Suiza.

La canción es el adelanto del que será el segundo disco de Aurazul, grupo que cuenta en la voz con Alejandra Melgarejo, en la guitarra y sintetizadores con Juan Manuel Palma, en el bajo con Gustavo El Pollak Fernández, y en la percusión con Darío Fleita. El videoclip de “Barro Tal Vez”, en tanto, fue editado por Palma, también productor del álbum que se viene.

Aurazul. La banda del Pollak, Melgarejo, Fleita y Palma tocó hace poco en el ciclo “Al caer el sol”

“Todo el universo conspiró y salió este maravilloso trabajo. Estamos muy felices, con el corazón lleno. Creo que esta es una forma de decirle gracias infinitas a Luis Alberto (Spinetta), porque realmente es un artista que nos ha marcado a todos, que nos ha mostrado un camino” expresó Melgarejo al respecto de esta versión a dúo con Puyó, quien adelantó hace dos meses a La Voz de Misiones su participación en la grabación de “Barro tal vez”.

“Es una canción que en lo personal y como artista me marcó a fuego. Fue el primer tema que saqué con la guitarra a mis catorce años y siempre siento la necesidad de volverla a cantar. Una canción que signó mi adolescencia y que siempre será una salida de emergencia”, agregó Melgarejo.

Escrita en 1965, cuando Spinetta tenía solo 15 años de edad, “Barro tal vez”, es una de las canciones que integra el álbum “Kamikaze” (1982) y una de las más populares del artista fallecido en 2012. Hay versiones que hizo el propio artista con Mercedes Sosa, pero también covers en solitario que intepretaron Pedro Aznar, Julieta Venegas, Daniela Herrero y Nahuel Pennisi.


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Presentan libro sobre Mañasco, el obrero de Misiones indultado por Alvear

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El historiador Diego Mali Schroeder presentará mañana la segunda parte de “La Rebelión en los Yerbales”, libro en el que investigó las circunstancias en las cuales fue liberado el obrero Eusebio Mañasco, condenado a perpetua sin pruebas en Misiones como el autor intelectual del resonante crimen de un colono.

En la causa “se demostró que los testimonios fueron manipulados con testigos falsos y presiones de la policía. Hasta la propia compañera de él, que se llamaba Mónica Ballazar, denunció que fue violada por el comisario de Posadas, Antonio Quiroga”, recordó Schroeder, quien presentará el segundo tomo de su libro mañana, a las 18 horas, en la Sala del Consejo Directivo de la Facultad de Humanidades.

“La Rebelión en los Yerbales” también será presentado al público de Leandro N. Alem este viernes a las 19, en la Casa del Bicentenario; el sábado en la Junta de Estudios Históricos de San Ignacio, a las 19; y el martes 10 de septiembre, a las 19:30, en la Biblioteca Popular Posadas.

En junio se publicó el segundo tomo de la historia que investigó en profundidad Mali Schroeder, músico e historiador que en 2019 dio a conocer el material en su primer volumen. “La Rebelión en los Yerbales” en su primera parte analizaba el caso de 1920 a 1921; y ahora se pueden leer los detalles de la causa desde 1924 a 1927. “Estoy muy contento con el resultado”, admitió el autor.

El crimen de Allan Stevenson

El 21 de mayo de 1924, el dirigente gremial Eusebio Mañasco es condenado a perpetua junto a Cirilo Ramírez, Liberato Espinosa, Crescencio López y Pascual González. Son sentenciados por ser autores intelectual y materiales, respectivamente, del asesinato de Allan Stevenson, un colono de Loreto que trabajaba en la construcción de una cosechadora de yerba mate.

Los cinco estaban presos desde 1921, cuando se llevaba adelante una huelga general de los trabajadores yerbateros y en la que Mañasco había enviado a cuatro trabajadores para interceptar el automóvil que presuntamente traía mercaderías de Paraguay y era conducido por Stevenson.

Tenían la orden de disparar al aire pero los atacantes apuntaron al coche y varios de los balazos alcanzaron a la víctima en Picada del Arroyo Yabebirí.

Schroeder. Músico, historiador y autor del libro

Los trabajadores admitieron el crimen pero Mañasco negó que su orden era a matar. Por entonces, según explicó el autor de “La Rebelión de los Yerbales”, hubo “un mal procedimiento de la justicia de Misiones con el juez Floricel Pérez, muy conocido. Tuvo poco tiempo como juez, tres años más. Lo analizo también porque fue un personaje contradictorio de la época. Después tuvo un juicio político, lo trasladaron. Es un tipo jodido. Era así, medio racista, discriminador, muy vinculado al poder de Misiones y el poder nacional”, apuntó el escritor.

La historia de Mañasco ocurre en el tiempo de un mundo convulsionado por el caso de Nicola Sacco y Bartolomeo Vanzetti, dos inmigrantes italianos que en Estados Unidos son condenados a morir en la silla eléctrica por presuntamente dos asesinatos cometidos en 1920.

Aunque luego se demostró que ambos eran inocentes. Por eso los trabajadores y anarquistas de todo el mundo salieron a protestar, tomando ambos casos como una clara persecución a los obreros inmigrantes, precisamente porque Mañasco era un paraguayo que había llegado para trabajar al país y era foguista de un barco que trasladaba yerba a Buenos Aires.

“Eso hizo que llegue el caso incluso al ámbito internacional. Hubo apoyo de Paraguay, México y Europa”, detalló Schroeder.

De no ser por los cambios que se introducen en el Código Penal Argentino de 1921, los obreros condenados por el asesinato del Yabebirí no terminaron con una condena capital, algo que se reinstaura después, con la dictadura de Uriburu.

Detalles del caso. En un recorte de diario, se observan los implicados en la causa

Lo cierto es que en 1926, las centrales obreras comienzan a movilizarse con aclamaciones multitudinarias y el caso pasa por distintas instancias, hasta que, gracias a los abogados defensores de la Unión Sindical Argentina, la Corte Suprema de Entre Ríos -competente en aquel entonces- falla en 1927 para reducir la pena a 25 años de cárcel.

“Supuestamente, con el cambio del código penal le correspondía una pena menor”, explicó Schroeder. “Pero los obreros, no contentos con eso, siguieron presionando porque ellos querían la libertad. Así llega el caso a los oídos del presidente (Marcelo Torcuato de) Alvear, que resuelve que era inocente y lo indulta”.

De allí en adelante, no hay muchos datos del destino que tuvo Mañasco en libertad, tema que podría estar incluido en un tercer volumen de “La Rebelión en los Yerbales”, según adelantó el autor.

“Como Mañasco hubo otros mártires. En muchos casos terminaban en la cárcel, la muerte o el exilio. En cambio, Mañasco es un caso interesante porque se trabaja de otra manera, y se logra concientizar a la población de que era inocente, que lo habían ajusticiado de manera incorrecta”.


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