Cultura
Fernando Rosa: el adiós a una Personalidad Destacada de la cultura posadeña

No había un humorista como Fernando Rosa (41). Escribía sus guiones, con una sutileza que desplegaba luego en el escenario con sus personajes. Pero eso comenzó temprano, hace más de quince años. Fue miembro fundador del grupo Laberintos, a cargo del padre de Fer, Buki Rosa. Era el año 2007, se veía en el escenario la obra “Sueño de barrio” y Fer comenzaba a ser un engranaje importante del aquella industria de espectáculos que derivó en el Centro Cultural Mandové Pedrozo. Justamente en ese espacio y con Buki en la dirección, se gestó su primer show en solitario, en 2010, para la obra “Sinseriamente”. Allí, Fer divagaba en cuestiones humanas bajo el estilo stand up que florecía en todo el país, marcando un rumbo que se afianzaría un poco más adelante.
Porque en ese mismo show comenzó apareció Rulo Espínola, el adorado personaje con el que conquistó los escenarios, con su notable acento paraguayo y sus pícaras reflexiones, muy atinadas y que terminaban siempre con un “legal lo que te digo”. Con Rulo, Fer Rosa alcanzó los espacios más importantes de la cultura del Litoral. Fue invitado para hacer humor en la Fiesta Nacional del Chamamé de Corrientes, en 2015.
Ese mismo año, durante su actuación en la Fiesta Nacional del Litoral posadeño, le entregaron el Premio Revelación. En tanto que, un año después, en mayo de 2016, recibió la mención de Personalidad Destacada de Posadas, por parte del Concejo deliberante capitalino. Es que Rulo gozaba de una popularidad que saltó del teatro a la televisión, con intervenciones que tuvo en ciclos de Canal 6, Canal 12, Aldiome y Territorio TV, durante distintos años. Mientras se acrecentaba su figura como humorista, Fer Rosa también conseguía nuevas amistades, como la de importantes referentes de la política.

Fer y Buki Rosa, cuando el comediante fue declarado Personalidad Destacada
Así forjó una buena relación con el gobernador Hugo Passalacqua, quien lo llamó este año para ser parte de su gobierno, precisamente como Subsecretario de Atención a la Discapacidad, dependiente del Ministerio de Desarrollo Social. Previamente, en 2021, había sido designado a la Dirección de Inclusión para las Personas con Discapacidad en el municipio posadeño. También había sido candidato a concejal por el Frente Renovador de la Concordia, que llevó en la fórmula a Martín Recaman como aspirante a la intendencia. En su nuevo rol como funcionario provincial, Fer Rosa hacía planes, estaba muy feliz y pensaba abrir un merendero con sus ingresos.
Pero tenía frecuentes recaídas en el pozo depresivo, el cual padecía hace varios años y que, pese a contar con el acompañamiento de su familia y del ámbito profesional, no pudo sanar. No tenía hijos pero sí sobrinos. Varios hermanos, su madre biológica y madre postiza. Creció en un ambiente muy familiero, con amistades que fue forjando en el colegio Bachillerato Humanista de Posadas primero, y luego en la Facultad de Humanidades, donde egresó como Licenciado en Comunicación Social.
Además se había preparado como coaching, algo que también aplicaba a sus interpretaciones actorales o como entrenador de otros intérpretes, porque también se dedicó a ofrecer ciclos de comedia, de donde salieron nuevos monologuistas gracias a los métodos que él enseñaba. Porque Fer era una persona muy estudiosa. Para cada una de la decena de espectáculos que protagonizó escribía, tachaba y editaba las palabras; elegía un tono, un ritmo y una armonía como todo un profesional. Su último espectáculo se llamó “Inmaterial” y -entre 2022 y 2023-tuvo dos temporadas en sala Mandové, lugar que se colmaba de espectadores para reírse de todas las ocurrencias de Rulo Espínola o tal vez con la suma de otro personaje que puso en escena, como Guido T. Kuliok.
En ese entonces ya se había estrenado en el cine la película “Fantasma vuelve al pueblo”- de Augusto González Polo-, donde tuvo un papel secundario como comerciante pero que fue una de las más notables intervenciones. No obstante, el personaje del “Ejecutivo de frontera” era el favorito, con su ojos escondidos tras el lente de sol, con tereré y el termolar de Paraguay en manos, con su remera de la selección albirroja, y su saco de vestir con evidentes estampas de dólares para tirar el “legal lo que te digo”. Sin embargo, más allá del humor, Fer Rosa siempre introducía en sus textos alguna reflexión en la que apuntalaba su sensibilidad por las personas menos favorecidas.
“¿Porqué hace eso?”, se preguntaba con picardía, después de hablar de romances fallidos que tenían que ver con “vueltear” por la costanera con alguna señorita, sin ningún final feliz. Sin embargo Rulo Espínola tenía esperanzas de conquistar corazones. Era todo un enamoradizo, como bien era el propio Fer Rosa. Se dedicaba a llenar corazones después de hacerlos reír. Así se ganó su lugar en Posadas y varios otros rincones de Misiones, donde también se lo vio actuar, así como en Corrientes, donde jugó casi de local con Rulo, inspirado en un paraguayo que se llama exactamente como el personaje y que no se dedica a las artes.
Fer estaba guiado por capocómicos que lo apasionaron, como Groucho Marx y Cantinflas, por eso tenía un estilo clásico de humor, sin golpes bajos, chabacanerías, groserías, ni burlas al público como se suele hallar entre algunos comediantes contemporáneos. Quedaron los textos de sus obras, muchas de ellas que gozan todavía de una vigencia total, particularmente por las asimetrías económicas entre Paraguay y Argentina. Tal vez en un futuro próximo no solo se estudie seriamente la revolución que llevó adelante como cómico en un lugar llamado Misiones. Tal vez, los comediantes que se vienen lo reinterpretarán como un homenaje válido para alguien único, un faro que lamentablemente se apagó abruptamente por motivos que habrá que dialogar. Sin dudas la salud mental debe estar en ese orden, porque tiene que ser siempre una política de salud pública para preservar a la comunidad y los baluartes de la cultura, como sin duda lo ha sido Fer Rosa.
Cultura
Flor Bobadilla Oliva cantó en homenajes a Mercedes Sosa y María Elena Walsh

La posadeña Flor Bobadilla Oliva participó del concierto homenaje a María Elena Walsh que se realizó el sábado y el domingo en el Palacio Libertad (Ex Centro Cultural Kirchner) de Buenos Aires.
La artista también fue parte del recital por los 90 años de Mercedes Sosa, ceremonia que tuvo lugar el martes pasado en el Teatro Argentino de la Provincia de Buenos Aires, de La Plata.
Tras ganar el premio Gardel por el disco de su Dúo Bote y una gira que la llevó por Europa, Bobadilla Oliva regresó para ser parte de los homenajes sinfónicos a dos mujeres claves en la música popular argentina.
Más recientemente, fue parte del ciclo “Conciertos esenciales” que rindió tributo a María Helena Walsh entre el sábado y el domingo, con una orquesta dirigida por Matías Chapiro y en la que también participaron los cantantes Daniela Herrero, Lucas Heredia y Leandro “Negro” Falótico.

En La Plata. El homenaje que se hizo a La Negra Sosa, en el Teatro Argentino de Buenos Aires
Allí Bobadilla Oliva interpretó “Al divino botón”, “Serenata para la tierra de uno” y “El viejo varieté”, con el que despidieron el concierto realizado en el Auditorio Nacional del ex CCK y en el marco de diversos homenajes a Walsh por las vacaciones de invierno.
Previamente, el martes pasado se llevó adelante un concierto sinfónico en homenaje a Mercedes Sosa, al cumplirse los 90 años de su nacimiento, en el Teatro Argentino de la Provincia de Buenos Aires, de La Plata.
La orquesta estable del teatro contó con dirección de Carlos David Jaimes, y entre los invitados, además de la misionera Flor Bobadilla, estuvieron presentes el armonicista Franco Luciani y los cantantes Tomi Llancafil, Javi Caminos y Maitén Piedra.
La artista misionera se encargó de interpretar “Serenata para la tierra de uno”, “Como la cigarra”, y al final se sumó a la versión que hicieron todos los invitados de la canción “Gracias a la vida”.

Tributo a María Elena Walsh. Falótico, Daniela Herrero, Lucas Heredia, Flor y Matías Chapiro.
El concierto contó con diferentes secciones llamadas Obertura, Suite para piano y orquesta sobre “Mujeres argentinas”, de Ariel Ramírez. A su vez se incluyeron composiciones tales como “Alfonsina y el mar”, “Juana Azurduy”, “Volver a los 17”, “María, María”, “El Cosechero” y “La Arenosa” que popularizó La Negra Sosa.
Mientras tanto, Bobadilla Oliva también comenzó los ensayos para su regreso al teatro en la versión de “Las aventuras de la China Iron”, basado en el libro de Gabriela Cabezón Cámara. La obra tiene adaptación de Susana Villalba y dirección de Hernán Márquez.
“Las aventuras de la China Iron” que protagonizará la artista posadeña se estrenará el 5 de septiembre y se podrá ver todos los lunes en el Teatro Municipal Santos Dumont, de Capital Federal.
Ganaron los cuatro misioneros que estaban nominados a los Premios Gardel
Cultura
Recuerdos del “Zorzal misionero”: se cumplen 20 años sin José Vicente Cidade

Se cumplen veinte años sin José Vicente Cidade, uno de los máximos referentes de la música misionera. Tal vez todavía cantaban los zorzales a las 9.30 de aquel 12 de julio de 2005 cuando, a los 75 años, dejó de respirar.
Dejó un legado que vive en la cultura, tal como la identidad plena de una esquina posadeña que lo recuerda todos los días en el Centro Cultural que lleva su nombre, por Belgrano y General Paz.
Con un apellido artístico, su hermano Ramón Ayala, consiguió gran notoriedad como el más importante músico de Misiones, aunque no por ello Vicente Cidade es menos imprescindible en la historia. Juntos crearon obras maestras como “El Mensú”, “El Jangadero” o “Canción del Iguazú”.
Con el talento de un arreglista, compositor y multi-instrumentista, Cidade, fue hacedor de piezas clave de la música regional, como “El zorzal tempranero”, una de las más de 300 composiciones -algunos dicen 360 y menos de la mitad grabados- que reunió desde que se formó como músico en Buenos Aires Aires y volvió para su reconocimiento definitivo en la Tierra Colorada.
Justamente, en Buenos Aires, Cidade fue el anfitrión de un reducto sustancial del folklore hace sesenta años: en 1965 abrió la peña “El Hormiguero”, luego “El Hormiguero del Rey”, al mudarse a Paso del Rey, en 1973.
Ese espacio ganó su renombre porque cantaron músicos emergentes y figuras que consiguieron la consagración, como Mercedes Sosa, Argentino Luna, Zamba Quipildor y María Helena. Aún era la época dorada del folklore en el país, cuando ya era popular la canción “El Mensú” (de 1956), obra que también grabarían en sus álbumes Horacio Guarany y la Negra Sosa.
Recién en 1987 Cidade volvería para afincarse definitivamente en Misiones, con claras intenciones de seguir componiendo y divulgar su arte en nombre del terruño que lo vio nacer, aunque también para forjar amistades, nuevos romances y -por sobre todas las cosas- para acompañar a su hermano, con quien soñaba ofrecer un show juntos en el Festival Nacional de la Música del Litoral.
No obstante, en esa vuelta como un Hijo Pródigo, Vicente cargaba con serios problemas de salud. El Zorzal Misionero vivía en Garupá cuando lo internaron por 17 días en un sanatorio posadeño hasta que falleció.
Dos meses previos, había mostrado decaídas muy notables. Para entonces, su cuerpo había resistido un derrame cerebral y un infarto, y su frágil corazón latía gracias a cuatro by pass.
“He sido un receptor del creador, hasta cuando duermo escucho la música en mi cabeza. Por eso estoy tan agradecido”, dijo en su momento el propio Cidade, según escribió la periodista Mecha Villalba.
“No me achicó el paso de la enfermedad o la injusticia, tampoco sé si tuve bajones, o en realidad fueron escaladas de ascenso, sigo creando, estoy en lo mío, con mi gente”, había añadido el El Zorzal Misionero, un apodo que se había ganado hasta el fin de sus días, el 12 de julio de 2005.
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Oda al al trabajador
“Era un bohemio hermoso”, lo define Nene Ciciolli, músico y que compartió una larga amistad con Cidade, con quien además cantaba por diversos lugares de la región.
“Tocaba teclado, violín, guitarra, percusión. Enseñaba vocalización. Él tenía la costumbre de tener siempre un papel y un lápiz en la mano, en el saco, por algún lado, donde dejaba escrito lo que se le ocurría. Y si tenía tiempo le hacía el pentagrama, dibujaba, y al rato te mostraba y te cantaba lo que se le ocurrió”.
Así compuso un día, bajando de madrugada por una calle céntrica de Posadas, en dirección a la avenida Sáenz Peña, donde escuchó a un pájaro cantar. Anotó, y luego le dio forma con el violín a “Zorzal tempranero”, una de las galopas más importantes de la música misionera.
“Siempre le escribió al río, al obrero, al trabajador, al paisaje, a la mujer misionera, a la mujer paraguaya”, remarcó Nene a La Voz de Misiones. “Creo que fue una persona muy importante y reconocido muy tarde. Porque, lo que hizo por nuestra cultura, fue conocido muy poco”, lamentó Ciciolli.
Es que El Zorzal Misionero tenía una mesa gigante donde estaban todas sus composiciones, algunas inconclusas, como “Jesús, música y luz”, inspirado en los Evangelios.
“El escritorio de Vicente era un mundo de canciones, de proyectos, de versos. De canciones sin terminar, todo cosas que ojalá no se haya adueñado gente que no le corresponde”, apuntó Nene.
De lavar copas al conservatorio de música
El 22 de enero de 1922 nació en Posadas José Vicente. Pocos años después, quien de adulto llevaría el apellido Ayala, llegaba a Buenos Aires agarrado de la mano de su hermana Julieta y la madre de ambos, Dolores de Morel.
Gumercindo Cidade, el padre de la familia -que era panadero y fue cónsul argentino en Brasil- había muerto frente a Ramoncito de una grave enfermedad hepática. Entonces la viuda debió ganarse el pan en la Gran Ciudad, mientras el pequeño José Vicente quedaba a cargo de una tía en Misiones.
De esa manera, creció soñando con Buenos Aires, donde estaba su familia y particularmente su admirado hermano. Entonces, un día se escapó de su tía cuando tenía unos quince años para subirse al tren y, al bajar, se puso a trabajar duro en un frigorífico, primero, para por último conseguir un puesto de lavacopas en un bar.
Justamente, el bar significó el lugar fortuito para lo que sucedería después, porque su jefe, Eduardo González Huber, le escuchaba silbar canciones mientras lavaba las copas. Huber era un violinista que le propuso obsequiarle el mismo instrumento si estudiaba.
“El patrón no sabía que él no sabía leer y escribir. ‘Te voy a dejar salir más temprano. Acá a la vuelta hay una nocturna’, le dijo. Vicente era como esas personas dotadas, inteligente. Tres años y monedas le llevó terminar la primaria, todo acelerado. Era muy inteligente”, recordó Ramón Rolón, que fue amigo del Zorzal Misionero y con quien compartió la fundación de la Orquesta Municipal Posadeña y el grupo Posadas Marangatú, ganador de un premio Arandú por su labor musical.
De esa manera y tras culminar la escuela nocturna luego de lavar las copas, Cidade se formó en el Conservatorio de Música Silvestri, del barrio porteño de Barracas. Asimismo, estudió profesorado orquestal en la escuela municipal de Avellaneda; y, por su talento en el violín, integró las orquestas sinfónicas de Buenos Aires, de La Plata, La Camerata Mayo y la Sinfónica de San Pablo, en Brasil.
Ramón recordó que el autor de “Zorzal tempranero” fue un “analfabeto hasta los quince años. Porque su papá murió muy jovencito y él se crió con una tía en San José. Era brava, decía Vicente. Ramón ya se había ido a Buenos Aires con la hermana, la mamá. Ramón ya era un músico. Era la guitarrista de Margarita Palacios. En aquella época era la Mercedes Sosa”.
Como creador e instructor de música para voces, teclado, guitarra, violín y percusión, “fue una persona incomprendida, porque era muy misionero-dice Rolón-. Pintaba Misiones. Porque las obras de Vicente eran para escuchar y analizar, era algo serio. No es que tocaba así nomás, tenía un contenido poético muy rico”.
Para poner un ejemplo, el exdirector artístico de la Orquesta Municipal explicó que era un protector de ritmos misioneros, como la galopa. “Toquen chamamé, si quieren. Pero vayan a tocar en el municipio de San Carlos, Corrientes. Nos paga la municipalidad de Posadas y es para defender lo nuestro”, decía a sus pares de la orquesta.
En el haber quedaron cuantiosas obras que poco y nada volvieron a interpretarse, como “Un ala para dos pueblos”, según recuerda Rolón sobre la obra que Cidade creó pensando en el Puente San Roque González de Santa Cruz.
Un “Bandolero del amor”
Vicente Cidade “era una persona muy correcta, muy romántica. Eso es lo que me conquistó. Yo, por lo visto necesitaba”, confesó Nidia Ciciolli, quien fue pareja del músico en Posadas. A ella le dedicó dos de sus canciones: “Bandolero del amor” y “Nidia no sabe mentir”.
Según recordó Nidia, Cidade “vino de Buenos Aires porque él quería que acá lo conozcan. Porque nadie sabía que él era hermano de Ramón Ayala, por el apellido. También quería acompañarlo a su hermano”.
De esa manera, al retomar contacto con Misiones, “enseguida tuvo la suerte que la gente fuera cariñosa con él. Porque él era de buscar a la gente también. Era muy cariñoso con la gente”, remarcó Nidia.
Ambos se conocieron en el cumpleaños de Nidia. Él llegó con otro músico para cantar, y le pidió prestado un teclado para practicar, la antesala de la relación que luego mantuvieron. En esa época le contó que había llevado en tren a Buenos Aires un tacurú para colocarlo en la peña “El Hormiguero”. Cuando estaba en pleno viaje, los insectos del tacurú salieron en gran cantidad, como para sorpresa de muchos y el espanto de algunos pasajeros.
“Era una persona que tenía mucha gracia, mucha simpatía. Y bueno, era un momento que yo necesitaba a alguien muy gracioso y simpático”, admitió Nidia, quien acompañó a Cidade en complicados momentos de salud y en plena soledad, en un tiempo donde tenía poco contacto con sus hijos.
Uno de los más grandes anhelos de Vicente Cidade era cantar con Ramón, su hermano, en el Festival Nacional de la Música del Litoral, algo que, circunstancialmente, según recuerda Nidia, no sucedió. “No pudo cantar con él. Ese era su sueño”, lamentó.
En nombre del obrero
Un año antes de su muerte, Cidade recibió el Mensú de Oro, la máxima distinción que otorga el Festival del Litoral. Para ese momento, intentaba salir adelante con su delicada salud. En ese camino accidentado se había fortalecido con las notas de su pentagrama, y ni siquiera la Dictadura pudo callarlo del todo, pese a que prohibieron su obra durante siete años, particularmente por “El Mensú”, que compuso a los 19 años con su hermano Ramón.
“El Mensú” se inspiraba en el más apenado trabajador, tal como “El Carbonero” -que grabó Víctor Heredia y La Negra Sosa– que dice en su letra “para el pobre es más duro el invierno”.
Asimismo, tal vez recordando esos días de duro trabajo en los frigoríficos porteños, Cidade también compuso “Corazón obrero”: “Motor de vida y amor, trabajador corazón. Si paras tú, se morirá el universo”, dice el estribillo de la canción que grabó Nene Ciciolli.
En sus creaciones como “Islerita”, “General Indio” y “A Misiones mi tierra”, retrató los colores de la identidad misionera a pura poesía. “(…) Costera, ceibo en flor de la ribera, leñadora y lavandera, hija fiel del Paraná. Costera, no esperés en la escollera que la lancha maderera tal vez nunca volverá”, dice la galopa “Costera”, la pieza de Cidade que interpretaron en todo el mundo y se sigue estudiando como una gema de la música litoraleña, tan valiosa como su propio autor.
Ramón Ayala: El niño que robó una guitarra y que cautivó a Mercedes Sosa
Cultura
Ilán Amores cantó con Manu Chao en Madrid antes de iniciar su “Eurotour”

El posadeño Ilán Amores cantó ayer con Manu Chao en Madrid antes de comenzar su primera gira solista por Europa, que además de España incluye a Inglaterra, Irlanda, Suiza, Francia, Alemania, Países Bajos, Italia y Bélgica.
El recital de Manu Chao tuvo lugar anoche, en el Autocine de Madrid, con localidades agotadas, y además contó con la presencia del rapero mexicano Santa Fe Klan.
Manu Chao ofreció en la capital española un concierto “Ultra acústico”, un espectáculo similar que trajo en noviembre pasado a Posadas. Justamente fue tras ese concierto cuando Manu Chao conoció a Ilán, con quien compartieron unas canciones y luego se encontraron nuevamente para la serenata que le dieron a la antigua vivienda de Diego Armando Maradona en el barrio bonaerense de Villa Fiorito.
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En paralelo a la actuación de ayer, Ilán está recorriendo Europa tal como adelantó La Voz de Misiones hace tres meses. Llegó para arrancar la gira por España, precisamente el 3 de agosto en San Vicente do Mar.
Al otro día seguirá por Madrid, dos días después por Barcelona y el 8 de agosto en Aranda de Duero, para el Festival Sonorama Ribera, donde también estarán sus compatriotas argentinos Bestia Bebé, Fin del Mundo y Sol Pereyra en un encuentro que será protagonizado por los escoceses Franz Ferdinand.
El último recital que dará Ilán en España será el 9 de agosto, en Donosti, para luego seguir, el 13 de agosto, por Dublín, en Irlanda. Luego quedará por seguir el “Eurotour” por Londres y Berlín, además de otras ciudades europeas.
Ilán ya tocó varias veces en Europa junto a su antigua banda punk Argies, aunque esta es la primera vez que llega en plan solista para dar a conocer su propia música.
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