Opinión
El voto en blanco y la desafección política en el Cantón

Por: Fernando OZ
@F_ortegazabala
El Cantón Verde no es ajeno al creciente sentimiento de desafección política, es uno de los males de nuestro tiempo. El avance de ese malestar, que afecta directamente a las democracias, se observa con claridad en las encuestas de opinión pública desde hace unos años y pegó un salto cuántico tras la pandemia. Para colmo, las acciones que se están tomando con los más jóvenes para salvar lo que nos queda no estaría dando resultado.
Uno de los primeros síntomas se lo puede observar en el incremento del elector que se vuelca al voto en blanco. En Misiones, pese a la diversidad de ofertas electorales, el voto en blanco representa la tercera opción más votada. Cuidado con eso. Durante las últimas tres elecciones saltó del 4,7% al 5,8%.
Antes de avanzar, pongamos algunas cosas en su lugar. El voto en blanco es jurídicamente válido, es un derecho del ciudadano y representa la insatisfacción de quien, cumpliendo con su deber constitucional, lo hace. Los estándares internacionales suelen oscilar entre el 1,5 y 2%, ahora la tendencia es en alza.
Analicemos un poco el comportamiento del electorado del Cantón desde el comienzo del siglo. El 14 de octubre de 2001, con la crisis nacional a pleno galope, el 6,4% de los que fueron a votar en el territorio provincial lo hicieron en blanco. Obtuvieron un virtual tercer puesto. Estaban claramente disgustados. El 20 de diciembre Fernando De la Rúa dejó la Casa Rosada en helicóptero y el país en llamas.
Luego de aquel mal año, el voto en blanco más bajo en Misiones se registró en las elecciones siguientes, en 2003, cuando el Frente Renovador gana en las urnas por primera vez, con poco más del 46% de los votos. El 3,6% fue al blanco. Desde entonces hubo fluctuaciones, subas y bajas, ondulaciones propias del terreno político.
Teniendo en cuenta que en el futuro inmediato se encuentran las legislativas, tomemos los datos de los porcentajes sólo de las boletas de la categoría diputados provinciales de los últimos 22 años. El primer pico más alto de voto en blanco fue en 2007 con el 10,8%, los motivos podemos discutirlos; los renovadores venían de la derrota de 2006 y el kirchnerismo buscó dividirlos para arrebatarles la plaza, ese era el contexto.
El otro rebote del voto en blanco fue en 2011. El marco, Maurice Closs va por la reelección. En ese año, los que optaron por el blanco obtuvieron el segundo lugar con el 10,1% de los que fueron a votar. El Frente Renovador de la Concordia había ganado con el 67,5%, y los radicales se quedaron en tercer lugar con un magro 5,6%.
En 2015 se repite el pico de 2007 con el 10,8%, pero el escenario electoral es diferente. La polarización se acentúa a nivel nacional con el kirchnerismo en caída y la oposición encolumnada detrás de Mauricio Macri. La renovación obtuvo el 56,5% y el más fuerte de la dispersa oposición el 11,9%. El voto en blanco quedaba en tercer lugar.
Siguiendo en el análisis de la categoría Diputados provinciales, en la última elección, con la irrupción de La Libertad Avanza, Javier Milei y toda su pandilla, el voto en blanco volvió a colocarse en tercera posición después de haber permanecido durante tres actos electorales seguidos en cuarto lugar. Lo que significa que el malestar vuelve a subir.
Por lo general, se interpreta el voto en blanco como un gesto de descontento hacia la clase política pero que expresa, al mismo tiempo, el respaldo al sistema democrático. Hay quienes creen que los que eligen esta opción atentan contra el sostenimiento de la democracia representativa. Claro que no soy de los que creen en eso y no suelo ir al blanco.
Votar en blanco expresa la indignación, la ofuscación de una parte de la sociedad para con los candidatos que las fórmulas ofrecen, pero, especialmente es un mensaje implícito contra las autoridades, los dirigentes políticos y los partidos. Puede leerse como una advertencia.
Lamento decirlo, pero hay una parte de las nuevas generaciones que no sienten el apego a los valores democráticos con la misma intensidad que sus antecesores. Y en el contexto actual, con el crecimiento global de la extrema derecha, y vista la eficacia que vienen mostrando los populismos para influir en los valores, comportamientos y actitudes de los más jóvenes, qué quieren que les diga, huelo el barril de pólvora.
La culpa es nuestra. No hemos educado correctamente historia, educación cívica, cultura general. No hablo de adoctrinamiento, saben lo que digo. Y ahora los están adoctrinando en Tik Tok, indolentes, ajenos, acríticos, es decir vulnerables. La patología tiene más años que las redes sociales y tuvo varios nombres, en los dorados 90, por ejemplo, el filósofo Bernard Manin la llamó “democracia de audiencias”, la política era sustituida por comunicación política, el partido por el líder y los espacios de debate para contrastar propuestas por medios donde colocar un mensaje. Se dijo, se escribió, se veía venir como el invierno ruso.
Insisto, el voto en blanco es una advertencia, una luz amarilla frente la peligrosa abstención. Hay quienes creen que quien se encarga de encender esa alarma es el electorado independiente. Me sería muy estimulante que en el futuro alguien presentara un proyecto para que se dejen vacíos los escaños proporcionales al número de votos en blanco. O quién sabe, tal vez, como dijo Víctor Hugo, “el futuro tiene muchos nombres” y quizás uno de ellos podría ser la representación del partido en blanco. Sí, quién sabe.
Opinión
El Hombre sin apellido y el mejor oficio del mundo

Por: Fernando Oz
Mauro Federico, quien destapó el escándalo de corrupción más grande del gobierno de Javier Milei, lleva cuarenta años en el mejor oficio del mundo y conoce las reglas. Es de esa clase de colegas de primera línea, de los que con un anotador de bolsillo y un bolígrafo cualquiera se animan a cruzar el Rubicón detrás de una historia que merece ser contada. A lo largo de su carrera le tocó lidiar con tipos de la más variada calaña, desde políticos con pocos escrúpulos y policías de gatillo fácil, hasta narcotraficantes y asesinos.
Los títulos de sus tres primeros libros describen un poco su coto de caza: País Narco, Historia de la droga en la Argentina y Mi Sangre, una de narcos, espías y sicarios que merecería terminar en Netflix. Se imaginan que, con semejante recorrido, éste no es de la clase de periodistas que se siente amenazado muy fácilmente ni de los que por cualquier incidente se pone a gritar que la libertad de prensa está en peligro.
Su nombre está asociado a casos emblemáticos de investigación que pusieron en jaque a funcionarios, empresarios y estructuras de poder, siempre con documentación precisa y fuentes confiables. Jamás perdió un juicio en los tribunales. No busca el lucimiento personal ni la condena fácil: su periodismo incomoda porque escarba, verifica y nunca se rinde ante presiones.
La cuestión es que, el otro día, Mauro caminaba con su hija Emilia por la calle y no advirtió que lo estaban siguiendo. Quien sí se dio cuenta y advirtió sobre la extraña situación fue ella, cuando estaban en un local público. Inmediatamente, él encara al desconocido, le toma algunas fotos con su celular y el fulano desaparece.
Un par de horas más tarde, el colega ya tenía toda la tira del sujeto: se trataba de un gendarme del área de inteligencia. Minutos después, sabía todo lo que tenía que saber para responsabilizar públicamente a la ministra de Seguridad, Patricia Bullrich, por ordenar espiarlo. Lo contó con detalles en Data Clave, su programa por el canal de streaming Carnaval.
Este episodio no puede entenderse como un hecho aislado, sino como parte de una avanzada sistemática contra los periodistas que se atreven a cuestionar el poder. Resulta inadmisible que, en pleno siglo XXI, Milei —que se presenta como abanderado de la libertad— permita o fomente prácticas propias de regímenes autoritarios.
Conozco al Hombre sin apellido, como lo bauticé hace varios años, somos amigos. Tuve el honor de trabajar con él en algunos proyectos periodísticos, me editó y lo edité muchas veces, y escribimos un libro juntos: Historia del contrabando en la Argentina; donde tocamos algunos peces gordos. En definitiva, sé de su honestidad, profesionalidad y compromiso ciudadano.
La primera vez que tuve la oportunidad de medirme con él fue en 2008, durante una cobertura en la localidad bonaerense de San Pedro, cuando la Sociedad Rural Argentina cortaba rutas y el humo de la quema en los campos llegaba al Obelisco. Él trabajaba en Crítica de la Argentina, el último diario que fundó Jorge Lanata, y quien suscribe corría para la escudería de Perfil.
Recuerdo que fue un sábado gris. La misión que me había dado Edi Zunino la tarde anterior había sido clara y sencilla: “Jorge quiere que nos metamos en el fuego, así que trae fuego”. No necesitaba decir más; Jorge Fontevecchia quería ver llamas en la portada del domingo. Aquella vez tuve la suerte de salir con Juan Obregón, reportero gráfico todoterreno. Nada podía salir mal.
Pero apenas llegamos a San Pedro me lo encontré a Mauro y la cosa cambió. Necesitaba sí o sí hacer una mejor cobertura que él; era casi un duelo personal por el simple motivo de que se trataba de uno de los periodistas, vivos y en carrera, que más admiraba del país.
Les aseguro que hice de todo para ganar esa partida, que en aquel momento él no conocía. Hasta soborné a un baqueano para que nos cruzara con su lancha, pese a la prohibición de navegar por órdenes de la Prefectura, debido a la baja visibilidad por la neblina y al humo de los incendios, a una zona del Delta donde las llamas eran gigantes y los aviones hidrantes no habían llegado. Claro, en aquel momento era joven y más soberbio, daba lo que fuera por una primicia o algo que vaya a la tapa.
Planifiqué el artículo en la cabeza hasta que llegamos a la redacción de la calle Chacabuco dos horas antes del cierre y lo mandé a corrección apenas escuché el segundo grito de Julio Petrarca, que a mis espaldas me presionaba para entregar la nota. Me gustó cómo quedó la crónica, tenía todo: dato, color, movimiento. La foto que había tomado Obregón quedó pintada en la tapa, tal como lo pidió el jefe.
Llegué a mi departamento después de medianoche, filtrado, con barro, olor a humo y un terrible dolor de cabeza. Me bañé y me fui a bajar la jornada a un bar de la calle Reconquista, donde hice tiempo hasta que se repartieran los diarios; moría por leer la nota del Hombre sin apellido.
La primera sensación de derrota la sentí apenas vi la portada de Crítica; el diariero ya la había colgado con un broche de metal en el lugar más visible de su kiosco. El artículo de Mauro no necesitaba foto, era el título principal, a cinco columnas. Pagué, me prendí ahí mismo un cigarrillo y me puse a leerla. No fue una gran crónica, le faltó todo el color y movimiento que le sobraba a la mía, pero su faena fue mucho mejor porque tenía el dato que a mí me faltó y no derrochó tanta tinta.
Lo que les quiero decir es que Mauro tiene oficio y fuentes por todos lados, una gran capacidad para unir piezas, un inquebrantable respeto por el off the record y lleva la tajante convicción de que la información debe servir al público, no al poder. Es parte de un inmenso pelotón de élite que trabaja para iluminar rincones oscuros, que siempre incomoda porque revela, porque pregunta, porque se atreve a mostrar lo que otros prefieren ocultar.
Miren, la independencia periodística no es un lujo, es una condición fundamental para cualquier democracia sana. Por eso, en tiempos de persecución y censura, quería hablarles de mi amigo para reivindicar el valor del periodismo independiente.
Gordo, no estás solo. No les des respiro, que son ellos, los corruptos, los que tienen miedo, porque, en definitiva, el miedo del poder a la prensa es miedo a la verdad y a la rendición de cuentas. Cuando todo parece estar perdido, es el mejor oficio del mundo quien encuentra la hendija para que entre la luz.
Opinión
El maestro que quiere un pacto por la educación

Por: Fernando Oz
Los otros días me crucé de casualidad con una fuente del ámbito educativo que no veía desde hace diez años, aunque solemos estar comunicados por WhatsApp. Fue en la fila hacia una de las cajas del California de la calle Santiago del Estero. Hablamos un rato y nos fuimos por un café al bar del Cali. Hombre culto del norte de la provincia, una treintena de años en la docencia, por lo menos la mitad como maestro rural. Desistió de apuntar a un cargo directivo el día que perdió una interna gremial y se puso de punta al jetón del intendente del momento. Ahora tiene un solo grado por la mañana y por la tarde atiende una librería. Peronista, hincha de Boca. Dos hijos jóvenes estudiando en la universidad pública y una esposa profesora de historia en una escuela secundaria, también estatal.
La cuestión es que me contaba los problemas administrativos y contables en el Ministerio de Educación del Cantón, ni qué decir de los desmanejos en el Consejo de Educación con acomodos, hostigamiento laboral y curros con cooperadoras. Miren, conozco a este tipo hace una veintena de años, además no tengo porqué no creerle, es mi amigo. Sí, lo sé, en el párrafo anterior había dicho que era una “fuente”, pero suelo caer en uno de los peores pecados del periodista: terminar convirtiéndose en amigo de una fuente. Así, coleccioné amigos de todo tipo de color y calaña.
Pero volvamos al camino. Durante la charla en el Cali, el maestro también me contó que plata hay y que Carlos Rovira viene poniendo mucha guita en Educación. El problema es que siempre aparece algún cardumen de inútiles que la administra mal o se la afana. También hay factores exógenos, como cuando pasa el devorador Estado Nacional con más hambre de lo habitual y se come la mayor tajada de nuestros impuestos.
Mi amigo, el maestro desencantado de una clase dirigencial mediocre, decía que la estrategia de la renovación siempre fue sostener y fortalecer la educación y la cultura en Misiones, y que eso se lo evidencia, aún más, cuando se observa el contexto nacional.
Contaba, que un reciente informe del Observatorio de Argentinos por la Educación reveló que, entre 2004 y 2021, la mitad de las provincias argentinas redujo la proporción de su presupuesto destinada a educación, encendiendo alarmas sobre el futuro del país. Mientras la Ciudad Autónoma de Buenos Aires y Mendoza lideraron ese ajuste (con caídas de 8,8 y 7,3 puntos porcentuales, respectivamente), Misiones se destacó: aumentó su inversión educativa con relación a su Valor Agregado Bruto en 5,9 puntos, situándose junto a Catamarca entre las que más esfuerzo fiscal realizaron en el sector. Este dato no es menor si consideramos que el 75% del financiamiento educativo depende de los gobiernos provinciales y que la ley nacional fija como meta, aún lejana, el 6% del PBI para educación. Además, el informe señala que el 78% del presupuesto educativo se destina a salarios, mientras que la inversión en infraestructura sigue siendo marginal, lo que demuestra la necesidad de mejorar tanto el monto como la calidad del gasto.
En este escenario desigual, la apuesta del misionerismo por ampliar la inversión educativa marca una diferencia fundamental. La historia demuestra que quienes priorizan la educación, incluso en tiempos de crisis, resisten mejor y abren caminos de esperanza. Sin embargo, pese al esfuerzo evidente, aún estamos en deuda con toda la familia docente. Esa deuda es estatal, política y social: todavía falta reconocer en hechos concretos la dignidad, formación y vocación de quienes sostienen la escuela pública día a día.
Hoy, la política parece reducirse a la administración de crisis y la gestión de miserias. Por eso, tenemos el deber de exigir que se redoblen los esfuerzos presupuestarios en Educación. El caso de Misiones lo ejemplifica: Passalacqua proyectó para el próximo año un aumento del 36,6% para el área, alcanzando un presupuesto de 1.021 millones de pesos y creando un Fondo de Financiamiento Educativo Provincial. Pero, no es suficiente. No alcanza con resistir los recortes nacionales y sostener el equilibrio fiscal cuando se tiene la posibilidad –y la urgencia– de transformar radicalmente el destino de una sociedad.
Nuestra clase dirigente, sin distinción de partidos ni figuras públicas, ha evidenciado una miopía preocupante. La corrupción erosionó los cimientos de la confianza pública y, aún peor, secuestró el sentido de la política, que debería ser el arte de armonizar intereses y buscar el bien común.
Hasta aquí, el gobierno de Javier Milei se ha distinguido por recortes brutales y un desprecio cínico hacia la inversión social, mientras proclama amor por la “libertad” y olvida que no hay libertad posible sin educación, sin cultura y sin seguridad social.
Educar no es sólo preparar jóvenes para el mercado laboral ni formar autómatas que repiten fórmulas vacías. Educar es formar para la vida democrática, para la participación consciente y el debate argumentado. Es un deber cívico enseñar las normas básicas de la ciudadanía, historia, literatura, ciencia, ética, empatía; formar personas capaces de pensar críticamente. Futuros líderes que sepan expresar ideas con matices y rechazar la violencia como vía de reclamo.
Saben qué pasa, la ignorancia es peligrosa en democracia, porque facilita la manipulación, la demagogia y la violencia social. Y en esto, la clase política debe asumir su responsabilidad: su mediocridad y divisiones han fomentado una cultura de enemistad, olvidando que la política es, por esencia, el arte de construir consensos. Creo ya haberlo dicho párrafos arriba.
Mi amigo, el maestro que por las tardes saca fotocopias y vende libros escolares, tiene razón cuando dice que la educación debe ser defendida como derecho colectivo y como herramienta fundamental del sistema democrático. Cada joven debe ser formado como si de su mente dependiera el porvenir del país; cada persona debe tener la oportunidad de convertirse en dirigente, no por ansias de poder, sino porque solo una sociedad lúcida y bien formada puede impedir los abusos, la corrupción y la decadencia institucional.
En Misiones, a pesar del contexto adverso y la histórica falta de apoyo nacional, se apuesta por el incremento del presupuesto en salud (1.009 millones de pesos, un 37,8% más que el año anterior) y en educación, como les decía, segundo en cantidad de partidas. El presupuesto presentado por Passalacqua para 2026 refleja un compromiso con el equilibrio fiscal, pero sobre todo con la dignidad y el bienestar ciudadano. Avanzar hacia una educación de calidad y una cultura robusta es la mejor garantía de salud democrática y prosperidad social.
Para terminar, mi amigo, el maestro desilusionado del sindicalismo y de la política, me tiró la idea de impulsar un pacto político a favor de la educación pública, en el que los candidatos se comprometan a aumentar el presupuesto para educación y cultura de forma escalonada, además de unos puntos que me detalló con un anotador de bolsillo y un lápiz. Automáticamente le dije que nadie nos iba a dar bola. Primero me trató de fatalista y después me dijo que veía a Oscar Herrera Ahuad al frente de ese timón, lo fundamentó diciendo que fue el único candidato a diputado Nacional que se comprometió con la educación púbica y que durante una reunión en la UNAM dijo que “cueste lo que cueste” va a estar al lado de la universidad pública. Y él elije creer.
Miren, no dudo de la palabra de Oscar de la misma manera y por los mismos motivos por los que creo en la de mi amigo el maestro, pero sí descreo que el resto de los candidatos esté dispuesto a suscribirse al pacto.
En definitiva, la principal trinchera contra la corrupción, la miseria y el atraso es la escuela pública, el centro cultural, la biblioteca abierta, el aula donde se cultiva pensamiento crítico. Ya lo saben, un pueblo que invierte en educación y cultura siembra mejores dirigentes: personas lúcidas, con capacidad de diálogo y herramientas para afrontar los desafíos de los tiempos difíciles. Esa apuesta, que trasciende gobiernos, ideologías y nombres, define si una sociedad avanza o se resigna a la repetición de sus fracasos.
Por eso, hoy más que nunca, el reclamo por un mayor presupuesto para educación y cultura debe ser un grito colectivo, un pacto ciudadano. Nos jugamos en ello la posibilidad de construir una Argentina más justa, diversa y libre. Eduquemos como si el destino de toda la nación dependiera de eso. Porque depende, efectivamente, de eso y mis amigos lo saben.
Opinión
Una encuesta que anuncia el 2027

Por: Fernando Oz
Quería hablarles sobre nihilistas y estoicos. Planeaba un título así: ¿Nihilistas o estoicos? El ideal político según Maquiavelo. La mecha la había prendido hace unos días un colega, en una reyerta en territorios de X. La idea era reflexionar sobre la aptitud política de ambas corrientes. Después de hurgar en mi biblioteca, hacer anotaciones y comenzar a darle forma al texto, una encuesta cambió el rumbo. Así que dejemos a un lado a tan honorables celebridades y metámonos un poco al barro.
Les decía que hay una encuesta de opinión pública, finalizada el viernes por la tarde, realizada con la intención de medir el impacto electoral tras los audios que vinculan a Karina Milei y a Lule Menen en una trama de corrupción y traiciones. Se trata de una consultora seria, profesional y el encargo fue realizado por un sector del Gobierno Nacional. El 15% de la muestra se hizo sobre terreno y el resto a través de un sistema de voz; Posadas, la Berna del Cantón, también estuvo en esa fotografía junto a otras ciudades del país.
La imagen negativa del presidente Javier Milei en Posadas es del 62%, a la par de Cristina Fernández de Kirchner, que alcanza el 65%. Al gobernador Hugo Passalacqua también se lo midió: una imagen positiva del 45% y negativa del 38%, el resto no sabe o no contesta. Números redondos.
Además, el muestreo indagó sobre el impacto por otros dos casos de presunta corrupción que afectan a la gestión libertaria. La evaluación de la expectativa del electorado sobre la marcha de la economía y sobre la llamada “sensación inflacionaria” también está reflejada en el trabajo; a simple vista, las proyecciones no debieron caer bien en la Casa Rosada.
También se midió la intención de voto de los candidatos a diputados nacionales que encabezan lista en cada distrito electoral. El 37,60% de las personas encuestadas afirmó que votará por Oscar Herrera Ahuad, punta de lanza de la renovación. El extenista Diego Hartfield, de La Libertad Avanza, quedó en segundo lugar con 28,35%.
Detrás siguen los votos dispersos, donde ninguno de los postulantes supera el 14%, ni un experimentado Ramón Puerta con 5,78%, ni el personaje del momento, Germán Palavecino, el expolicía patrocinado por su camarada de amotinamiento, Ramón Amarilla, que apenas llega al 2,55%.
Probablemente, el doctor Carlos Adrián Nuñez, celoso guardián de la dupla Karina-Lule, haya recibido esa encuesta. “¿Viste lo que te dije? Había que confiar. Todo fue ganancia. Hasta acá no hubo pérdidas”, comentó el doctor a uno de sus compañeros de golf mientras elegía su palo más largo y potente, el que suele utilizar para los golpes de salida. Tras el hallazgo, completó la frase: “Ahora hablemos de 2027”. No había noticias de la tormenta de Santa Rosa a esas horas del sábado por la tarde.
Un pensamiento similar pulula en diferentes círculos políticos del Cantón, donde se observa un 2027 inmediato, lo que lleva a prepararse, incluso ante un posible escenario de adelantamiento de las elecciones presidenciales. Este último punto fue motivo de interconsultas entre algunos bloques del Senado.
Sin que hayan pasado aún las elecciones de octubre, en Misiones hay dirigentes que ya preparan la ingeniería de nuevos partidos políticos y valijeros que golpean la puerta de jóvenes empresarios ofreciendo una plaza en “la gran campaña electoral” rumbo a las generales. Qué quieren que les diga, realmente los felicito.
En estas elecciones, el radicalismo sabe que no llega ni al cuarto puesto, pero necesita mantener un piso alto para negociar desde una mayor posición de fuerza ante un futuro aliado. El actual concejal y diputado provincial electo, Santiago Koch, es el encargado de planificar el futuro de la UCR; ahora habrá que ver qué esfuerzos realiza Gustavo González para potenciar ese visible impulso.
El PRO, en el Cantón, planea a otros niveles, aunque el partido parezca estancado. El senador Martín Goerling Lara parece haber aprendido, en muy poco tiempo, a mantener el equilibrio mientras hace malabares sobre una telaraña. Mauricio Macri comenzó a prestarle atención desde que se volvió un interlocutor lúcido entre sectores en pugna o distanciados. Tiene lazos de amistad con Patricia Bullrich, llegada directa a los Menem, a Santiago Caputo y a todos los bloques del Congreso, incluso con la vicepresidenta Victoria Villarruel.
El senador, que también analiza escenarios más allá de las próximas elecciones, integra dos comisiones bicamerales claves en el Congreso. Una es la de Seguridad, donde ejerce la presidencia, y la otra es la que controla las actividades de los organismos de Inteligencia, la conocida como “Bicameral fantasma”. Tal vez, sea en el marco de esas áreas por las que suele mantener reuniones con funcionarios de la embajada de Estados Unidos.
No todos parecen estar pensando más en 2027 que en las elecciones de octubre. Están también quienes saben que primero hay que sembrar para cosechar y que, siguiendo los acontecimientos políticos, la calidad de la semilla y el proceso adecuado de germinación, son fundamentales. Experiencia vs improvisación.
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