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Es profe y recorre Misiones con su dron: “Quiero mostrar mi provincia”

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Horacio Kronbauer (32), oriundo de Oberá, es director del turno mañana del Bachillerato Pedagógico 1 de Guaraní, donde también se desenvuelve como profesor de geografía hace más de 10 años, así como en el CEP 63, de Campo Ramón.

A fines del 2016, incentivado por un amigo fotógrafo, Daniel Goméz, adquirió su primera cámara: “Me la compré en cuotas y comencé a incursionar en el mundo de la fotografía social”, recordó el docente en diálogo con La Voz de Misiones.

Daniel le fue enseñando y ayudando a conseguir sus primeros trabajos en el rubro: “En ese entonces, él ya tenía su dron y salíamos a hacer tomas, yo salía con mi cámara y recorríamos acá por Oberá”, narró.

“Le hacíamos fotos a la gente en la calle, con autorización, obviamente; él me enseñaba cómo utilizar la cámara de manera manual y así íbamos practicando, hasta que me largué solo”.

“Siempre me llamó la atención el poder capturar un momento único. Para mí, la fotografía es un arte de creación que te permite poder congelar momentos”, postuló.

Pese a sus siete años en la actividad y más de 19 mil seguidores en su cuenta de Instagram, Horacio todavía se considera un fotógrafo “aficionado y autodidacta”.

En relación a ello, confiesa que, hace un tiempo, tuvo intenciones de inscribirse en la carrera de Medios Audiovisuales y Fotografía de la Unam, pero que, por cuestiones de tiempo y de trabajo, siempre se le hizo muy difícil.

Un giro de 360°

Luego de haber ganado experiencia con fotografía en casamientos, cumpleaños de 15 y books de fotos, en 2017, el profesor de geografía se compró su primer dron.

“Al mismo tiempo que practicaba con la cámara, comencé a practicar también con el dron, aprendía las dos herramientas a la vez”, comentó Horacio.

“Me llevó tiempo aprender a usarlo, no es que uno tiene un dron y se larga a volarlo. Existen cuestiones legales según cada sistema aéreo y hay licencias que se necesitan para sobrevolar a determinadas alturas en ciertas zonas, como por ejemplo, los parques provinciales y nacionales”, explicó y agregó: “Es como un avioncito, entonces tengo que cuidarlo mucho”.

Asimismo, resaltó que siempre tiene en cuenta los límites éticos y que respeta la privacidad de las personas cuando sale a hacer registros: “Existen parámetros, no puedo filmar o tomar fotos con la cámara hacia abajo porque estaría violando la privacidad de las personas de la zona, siempre la cámara para adelante; excepto que se trate de un lugar específico, concreto, como un secadero o aserradero, donde el objetivo sea registrar eso”.

Más adelante, con un “avioncito” de mayor tecnología, continuó dedicándose a los eventos sociales o trabajos como freelancer, sumando el dron como un servicio de multimedia: “Lo usaba para los backstages de los cumpleaños de 15 o los casamientos, para algunos loteos o imágenes de campo de alguna empresa”.

Sin embargo, sostuvo que “dentro de la provincia el servicio de dron resulta un poco costoso, entonces no tiene mucha rentabilidad”.

En el 2020, como consecuencia de la pandemia por el Covid-19, Horacio recordó que “todas las fiestas quedaron prácticamente paradas”.

Frente a esta situación, se planteó: “Teniendo una herramienta tan potente que filma en calidad 4k, voy a inventar algo, voy a salir a recorrer la provincia”.

Fue así que en el 2021 “le di un giro de 360° a la fotografía aérea que solía hacer y le di mayor importancia al dron”, aseguró.

Esclerosis múltiple 

El 25 de diciembre de 2021 le diagnosticaron esclerosis múltiple, lo cual afectó severamente su sistema nervioso y le ocasionó complicaciones en la parte visual y motora del cuerpo.

En ese contexto, el profe Kronbauer relató:”Me alejé de las cámaras y de las coberturas fotográficas para darle un poco de respiro a mi vida, porque de lunes a viernes estaba en el colegio, y sábado y domingo tenía eventos sociales”.

Al comienzo, cuando inició con los primeros síntomas en la vista, “pensamos que se trataba de un estrés galopante”, recordó.

En enero de 2022, como consecuencia de la esclerosis, comenzó con un proceso de diplopía: “Veía bien sólo con un ojo hasta que finalmente pude conseguir la medicación correspondiente”, recordó.

El tratamiento consiste en diferentes etapas: “Es una pastilla muy costosa, el año pasado salieron 11 millones y medio las 19 pastillas que me recetaron para el primer ciclo. Este año, para el segundo ciclo en julio o agosto, con el neurólogo proyectamos que saldrán alrededor de 16 millones”, afirmó Horacio.

La esclerosis es considerada una enfermedad rara, debido a lo cual las personas que la padecen están contempladas dentro del programa nacional de enfermedades poco frecuentes donde la medicación es cubierta por el Estado.

“Suspendí toda mi actividad para poder dedicarme a darle sentido a mi vida”, expresó Horacio, y adujo: “No quise seguir haciendo fotos hasta conocer a la enfermedad y ver cómo iba evolucionando”.

“En ese momento también hacía trail running, es decir, carreras, y tuve que suspender todo. Después me empezaron a llamar, pero para cubrir con el dron”, agregó.

Misiones desde el aire 

El cuadro médico, sumado al contexto de pospandemia, lo llevaron a iniciar la aventura de retratar su querida Misiones:”Fue así que con mi señora empezamos a recorrer la provincia los fines de semana, decíamos: ‘Bueno, ¿hoy a dónde vamos?'”.

“Íbamos, grababa los videos y armaba un reel y así poco a poco comencé a hacer contenido audiovisual”, comentó. 

“Lo mío es todo sin fines de lucro, no pretendo obtener ganancias de esto, lo hago por disfrute en mis momentos libres como docente de geografía y buen misionero que quiere mostrar su provincia”, resaltó.

“Me interesa mostrar Misiones desde otra perspectiva, desde el aire, tanto en imágenes como en videos”.

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“Quiero mostrar mi provincia”

Horacio relató que, mediante gestiones y el permiso del Ministerio de Ecología, pudo volar sobre parques provinciales como los Saltos del Moconá, el  Teyú Cuaré, Salto Encantado y del Peñón de Mbororé.

“Más tarde le cedí las imágenes al Ministerio de Turismo para que las pueda usar”, agregó. 

Su mayor sueño, no obstante, es poder volar su dron en las Cataratas del Iguazú: “Llego a tener la posibilidad de volar en Cataratas y yo ya estoy hecho con mi vida. Es uno de los atractivos internacionales más conocidos”, aseguró.

Horacio comentó que ya solicitó el permiso al Parque Nacional Iguazú, pero que debido a unos requisitos que le faltan cumplir, como poseer el Certificado de Competencia de Piloto a Distancia (VANT/SVANT), todavía no puede hacerlo: “Mientras tanto seguiré recorriendo mi provincia”, señaló.

El fotógrafo agregó que otros lugares que le gustaría registrar dentro del territorio argentino son el Parque Nacional Los Glaciares (Santa Cruz) y Puerto Madryn (Chubut).

En un intento por equipararlo con la emoción que sintió al volar en los Saltos del Moconá, Horacio expresó: “La satisfacción que yo sentí no te la puedo describir por una llamada”.

“Muchos me dicen: ‘No sirve de nada’, pero para mí sí, yo quiero mostrar mi provincia”, defendió. 

“Rodolfito”, el dron

En 2021, sus seguidores bautizaron como “Rodolfito” al dron que lo acompaña a todas partes.

“Cuando compré el dron y comencé a compartirlo en historias, la gente me decía ‘podemos ponerle un nombre’, y así fue que armamos una encuesta donde las personas iban proponiendo distintos nombres y quedó Rodolfito”, contó.

“Es gracioso porque ahora la gente me ve y dice: ‘Ahí viene el papá de Rodolfito’, o nos contratan a los dos”, añadió.

Una pasión y una profesión 

“Todo el material que voy haciendo recorriendo mi provincia, lo voy agregando a mi banco de imágenes para poder mostrar en clase después”, comentó el docente. 

Entre los ejemplos que detalló y compartió con sus estudiantes, describió los límites de la provincia de Misiones en la frontera seca con Brasil: “Tengo imágenes de Bernardo de Irigoyen, de San Antonio, de la zona de Andresito, donde incluso le pude mostrar cómo es el curso del río San Antonio, por ejemplo, que nace de una vertiente”.

“Todos esos recursos multimediales los implementó dentro de mis clases”, explicó. 

“A veces la gente me critica y me dice: ‘Vos estás mostrando solo lo lindo y no mostrás lo feo’, y yo le digo que no muestro lo lindo ni lo feo, muestro lo que es, lo que está dentro de mis posibilidades”, concluyó el docente y director.

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Misionera encontró a su mamá biológica después de 50 años

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Con apenas 1 año, Griselda Lochner fue “arrebatada” de los brazos de su mamá biológica Rosa Lidia Cabañas. Medio siglo después, sin haber sabido nada una de la otra, madre e hija sellarán su encuentro este sábado el aeropuerto de Posadas.

“Yo lo único que sé es que cuando tenía un año de vida me arrebataron de ella y nunca más supe de ella hasta ahora que la busqué”, contó Griselda en diálogo con La Voz de Misiones.

Griselda reconoció que nunca indagó “mucho” sobre su historia, pero recuerda que hasta sus 5 años vivió con su papá biológico Teodoro Juan Lochner y su esposa en la localidad de Puerto Rico. “Aparentemente, no fui bienvenida en ese hogar y me llevaron a otro lugar que era la familia de mi madrastra, ahí la pasé bastante mal, hasta que mi padre busca de llevarme a esta otra familia”, relató a LVM.

En San Gotardo, un pequeño pueblo misionero ubicado en el departamento Libertador General San Martín, Rosa Ema Ayala recibió en su hogar a la pequeña Griselda. “Mi papá me llevó a ese lugar donde conocí a la señora, él lloraba mucho, se ve que era triste para él tener que dejarme, no sé qué pasó”, rememoró la mujer y añadió que “no fue una adopción legal”.

Un reencuentro

Rosa Ayala nunca le ocultó la verdad sobre sus orígenes a Griselda. Cuando cumplió 15 años, la joven le pidió reencontrase con su papá Teodoro. “Ella, a mí siempre, toda la vida, me explicó que ella no era mi madre. Yo le pido conocer a mi papá, porque tampoco me acordaba de él, y ella me lleva”, expresó.

El vínculo con su padre, sin embargo, duró poco. Es que Teodoro quiso que Griselda volviera a vivir con él y su esposa, pero a los 15 años ella pudo decidir y eligió quedarse con Rosa, la mujer que la había criado hasta ese momento.

“Ella me crio con todo su amor, con todo su cariño. Ahí pasé los mejores días, los mejores momentos de mi vida”, afirmó Griselda y reveló acompañó a su madre adoptiva hasta su fallecimiento por un cáncer de colon.

Teodoro volvió a su vida cuando ella tenía 35 años. “Lo volví a buscar, me volví a reencontrar con él y a los dos años él fallece. Pero logré restablecer el vínculo con él y estuvimos bien”. Nunca le preguntó a su padre por qué no la crio. “Yo nunca pregunté, nunca me interioricé en saber el por qué de las cosas. Siempre consideré que tendría sus motivos y si no me contaban, yo no busqué”.

La búsqueda de su madre

Por mucho tiempo, Griselda no indagó ni buscó saber qué había ocurrido con su mamá biológica, pero con los años cambió de parecer hasta que definitivamente pensó que sería “bueno” conocerla.

“A mi papá yo nunca le pregunté nada y él nunca me dijo nada. Su mujer me decía ‘vamos a buscar a tu mamá’. Yo al principio no me interesaba mucho, hasta ahora que de grande pensé ‘pasan los años y estaría bueno si ella realmente quiere'”, dijo a LVM.

Hace un año, junto a su madrastra, iniciaron la búsqueda de Rosa Cabañas. Fue entonces que por primera vez Griselda sacó su partida de nacimiento.

“Mi madrastra me ayuda a sacar la partida en el registro de Capioví, porque yo ni mi partida de nacimiento busqué, y ahí conseguimos el nombre de mi madre y su DNI”, detalló Griselda sobre como obtuvieron los primeros datos de su madre.

En ese momento estaba habilitado el Padrón Electoral de las últimas elecciones y fue una trabajadora del Registro de Capioví quien la ayudó a ubicar Rosa Lidia Cabañas, de 70 años, en Buenos Aires.

Busco en el Facebook a todas las Rosas Cabaña y le escribo más o menos a todas las que podían ser”, recordó Griselda y reveló que la respuesta llegó un domingo, el mismo día de las elecciones: “Me llaman y se presenta quién sería mi hermana y mi mamá”.

Esa primera llamada telefónica fue intensa, recordó Griselda. “Ella ese día que me llamó no podía hablar, lloraba mucho, es como una emoción muy fuerte”. A Rosa su familia la describió como una mujer de 70 años con problemas de corazón, por lo que decidieron dejar las conversaciones más profundas para un encuentro presencial.

Punto de encuentro

Este sábado, Rosa Lidia Cabañas y Griselda Lochner se conocerán después de 50 años. “Ella dijo que quería venir, me preguntó si podía venir a conocerme y yo le digo que sí, no hay problema. Yo no soy juez, no soy nada y no me importa lo que pasó atrás”.

Para Griselda, el reencuentro significa una oportunidad: “Lo lindo es que nos reencontremos, que cerremos un ciclo de nuestra vida que es necesario muchas veces para cada uno”, dijo.

“Es la primera vez que voy a tener un recuerdo de mi mamá biológica”, afirmó emocionada la mujer.

Griselda es madre de siete hijos, “la más grande tiene 27 años y la más chica 17”, vive en Posadas y atraviesa estos días con una mezcla de ansiedad y emoción: “Estoy muy emocionada y espero, ansiosa, para conocerla y comenzar a vivir el mucho o poco tiempo que tengamos las dos para compartir. A lo mejor no vamos a estar siempre juntas, pero estamos juntas por mensaje y sabiendo la una de la otra”, cerró.

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Juan Rodríguez y un volver a los días de colimba en la cárcel del fin del mundo

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Colimba

Corría el año tanto 1981, Juan Carlos Rodríguez cumplía 18 y debía empezar la colimba. Hasta allí, una habitabilidad para la época, pero lo singular iba a ser su destino: Ushuaia. Pero no solo eso. Su nuevo domicilio por los próximos meses iba a ser la mismísima cárcel del fin del mundo, que a comienzos del siglo XX también supo albergar a míticos criminales argentinos como el Petiso Orejudo.

Con la mayoría de edad recién cumplida, Rodríguez debió dejar su Apóstoles natal y embarcarse en un viaje de 4.000 kilómetros, cambiando el calor misionero por el frío el austral, la tierra colorada por los campos de hielo y la habitación de su casa por una antigua celda de apenas 2 x 1,50 metros a compartir con otro conscripto al servicio militar obligatorio.

“Primero hicimos la revisión médica para ver si éramos apto o no. Yo tenía sorteo alto, así que me convocaron. Tuvimos una etapa de instrucción que duró un mes en Bahía Blanca y una vez instruidos con lo básico te derivaban a los puntos donde la Armada tenía sus bases. A mí me tocó el sur, me tocó Ushuaia. Éramos seis soldados y pertenecíamos a la Agrupación Lanchas Rápidas. Me acuerdo que nos costó llegar porque el avión no podía aterrizar. Fue difícil durante los primeros tiempos, pero dentro de todos nos adaptamos”, contó Rodríguez para La Voz de Misiones.

Juan Carlos Rodríguez estuvo un tiempo en la cárcel del fin del mundo y después estuvo en la Isla de los Estados.

Presidio Nacional

Apenas aterrizado en la ciudad más austral del mundo, su primer destino fue el antiguo Presidio Nacional, cárcel que en 1902 fue construida para albergar a los presos más peligrosos del país y que en 1947 fue cerrada por disposición del presidente Juan Domingo Perón, tras lo cual el predio pasó a manos de la Armada.

El complejo era una impresionante mole de piedra con cinco pabellones de 75 metros de largo, emplazados en forma radial y que convergían en un recinto poligonal. Cada módulo, a su vez, tenía 76 celdas. La edificación fue dirigida por el ingeniero Catello Muratgia, que convirtió a los penados en albañiles y a los guardias en capataces de obra.

El lugar también fue bautizado como “la siberia criolla” y el objetivo de la construcción era eliminar delincuentes considerados de máxima peligrosidad, confinándolos en un lugar remoto, sometiéndolos a condiciones infrahumanas y a castigos extremos. Fuera del penal los internos además eran utilizados para trabajos como la construcción de calles, puentes, edificios y la explotación de los bosques.

Por esas celdas pasaron el infanticida y asesino en serie Cayetano Santos Godino, más conocido como El Petiso Orejudo; el primer homicida múltiple de la época Mateo Banks, alias “El Mististico”; y el anarquista ruso Simón Radowitzky o Radovitsky; entre otros 600 reclusos. 

Y en esas mismas celdas durmió el misionero Rodríguez durante los 45 días de servicio que debió cumplir en el presidio, previo a ser derivado a otro destino aún más remoto.

“Sabíamos de los personajes como el Petiso Orejudo, pero por aquel entonces nosotros no conocíamos mucho la historia de la cárcel, no había todos los medios que hay ahora. Es más, creo que la mayoría ni tenía conocimiento de esa cárcel, pero el lugar estaba casi en las mismas condiciones en la que había dejado de funcionar”, contó Rodríguez.

Con la memoria casi intacta de aquellos tiempos describió que “nos tocaba dos por celda. La nuestra era de 2×1,50 metros y ahí entraban dos camas tipo cuchetas. Siempre nos despertábamos del frío que hacía. En la escalera donde se subía al segundo piso, en el fondo, generalmente había hielo porque la humedad se llegaba a congelar. En los pasillos había techos de vidrio que le faltaban partes y se generaban hilos de agua congelada”.

En su visita a la cárcel -ahora museo-, Juan Carlos encontró la habitación en la que dormía durante sus días de servicio.

Isla de los Estados

Pero habría un contexto aún más gélido donde cumplir servicios: la Isla de los Estados, ubicado en el extremo oriental de Tierra del Fuego, unos 30 kilómetros mar adentro.

Para llegar hasta allí había que navegar durante quince horas, atravesando el Canal de Beagle y el Estrecho de Le Maire, una ruta con condiciones climáticas extremas, corrientes de hasta 10 nudos en temporadas de tormenta y mareas de varios metros de alto.

El traslado se hacía en el buque ARA Alférez Sobral, que fue transferido a la Armada Argentina desde Estados Unidos después de combatir en la Segunda Guerra Mundial y que más tarde también luchó en la Guerra de Malvinas. La nave fue retirada en 2018 y hundida en mayo de este año.

“Después de la cárcel nos trasladaron a la Isla de los Estados, donde había una base de la Armada. Nos llevaron en el Sobral. Salimos a la tarde y llegamos al otro día. La ida fue más o menos buena, pero el regreso fue con olas de 3 o 4 metros, que para el que no está habituado era para pasarla mal. Yo pasé abrazado a un poste en la popa del barco, con náuseas, vómitos y más de noche, que no se veía nada”, recordó.

Una vez llegados se instalaron en la base que consistía en tres casillas de fibra de vidrio de 3×3 metros, separada una de la otra. “En ese lugar éramos tres: un buzo de Mar del Plata, un jujeño y yo. Ahí estuvimos con temperaturas de 15 grados bajo cero durante unos 45 días en pleno julio. Sin estufa era inhabitable. Ahí teníamos que cumplir función. Nos movilizábamos muy poco porque era todo hielo, recorríamos una parte, hasta donde se podía caminar y sino teníamos un bote para andar por la costa. En ese tiempo el inconveniente era con los chilenos, no con los ingleses todavía”, explicó.

Para llegar a la Isla de los Estados había que navegar unas 15 horas.

El regreso

Cuatro décadas después de esa experiencia, Rodríguez volvió a recorrer esos mismos paisajes, pero en un viaje que realizó mano a mano con uno de sus hijos, el influencer, blogger y comunicador Octavio, Estandap3r en las redes.

Volver a Ushuaia era un viaje que tenía postergado. Tenía los medios, pero faltaba animarse. Fue muy emocionante regresar 43 años después y reencontrarse con parte de la historia de mi vida. Siempre fue un sueño volver y ahora se dio la oportunidad con Octavio, que es viaje y está más habituado. La verdad que pasamos muy bien y volvimos muy contentos”, contó.

Junto a Octavio volvió a ingresar a la cárcel del fin del mundo, hoy convertida en museo y al recorrer sus pasillos encontró la misma celda que fue su habitación. “Yo identifiqué mi celda porque me acuerdo que cuando entrábamos por el pasillo lo hacíamos a los trotes y ante el primer cruce de una baranda a la otra, a la derecha era mi habitación, por eso lo tenía bien memorizado”, detalló.

De aquellos días también recuerda a sus compañeros, puntualmente a uno, a otro misionero, Juan Ramón Toledo, de quién nunca más supo a pesar de haberlo buscado en tiempos modernos.

“Nos dieron de baja en febrero o marzo del 82. Éramos dos de Misiones, nos volvimos en tren desde Buenos Aires y ahí no más lo perdí. Lo busqué y nunca más”, cerró.

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Kevin Bogado, de Garuhapé al mundo como comunicante en la fragata Libertad

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Kevin Bogado

En este preciso momento, en alguna coordenada de altamar, hay un misionero que se encuentra rumbo al puerto de Kristiansand, en Noruega. Viene de visitar Recife (Brasil) y Ferrol (España), pero aún le queda varios miles de millas náuticas por recorrer. El protagonista de esta historia es el cabo primero comunicante de la Armada Argentina y radioaficionado Kevin Bogado, quien forma parte de un viaje de instrucción a bordo del emblemático buque escuela fragata ARA Libertad.

Bogado es oriundo de Garuhapé, donde se crió junto a su madre, su padrastro y un hermano. El muchacho es padre de dos niños, Benjamín y Cloe Olivia, e inició su carrera en la Armada en 2017, apenas culminado los estudios secundarios.

De su pueblo natal viajó entonces a Posadas, donde se dirigió a la delegación naval en busca de información para luego empezar a escribir su propia historia dentro de la institución. “Al principio pensé en elegir Informática, pero finalmente me incliné por Comunicaciones”, recordó en un diálogo con la revista especializada Gaceta Marinera.

“Fue una linda experiencia donde hice muchos amigos y compañeros”, destacó Bogado sobre esa etapa y rememoró que su primer destino fue el destructor ARA Sarandí, con el cual navegó por el sur del país y conoció Ushuaia. También hizo la Campaña Antártica de Verano 2022-2023 con el rompehielos ARA Almirante Irízar.

El misionero Kevin Bogado junto a su compañera, la salteña Melisa Vega.

Comunicante

Hoy su especialidad en la fuerza es de comunicante y su presente lo ubica embarcado en la fragata Libertad, siendo parte del Viaje de Instrucción 53, cumpliendo una función clave para la navegación, el intercambio y la integración cultural.

Dentro del buque escuela, tanto Bogado, como su compañera de área, la cabo principal Melisa Vega, combinan sus funciones militares con su pasión por la radio afición, realizando transmisiones regulares que permiten interactuar con aficionados a nivel global.

Según explica Gaceta Marinera, ambos marinos operan con el indicativo (o código de canal) LU8AEU/MM. Las primeras siglas se corresponden a Libertad, mientras que la doble M refiere a Móvil Marino.

“Conocer otros equipos, otras formas de operar, salir del marco estructurado de la comunicación militar; me permitió crecer mucho profesionalmente”, admitió el misionero Bogado. “Transmitimos un mensaje del país en cada rincón del planeta”, coincidió con Vega, que es de Salta.

La travesía de la Embajadora de los Mares comenzó el 7 de junio, cuando la embarcación zarpó de Buenos Aires con un total de 270 tripulantes. El regreso está previsto para el 23 de noviembre, luego de 169 días y un recorrido de aproximadamente 22.000 millas náuticas.

En lo que va del viaje la fragata ya atracó en el puerto brasileño de Recife y en el español de Ferrol. El destino inmediato ahora es Kristiansand, una de las localidades más sureñas de Noruega.

El itinerario contempla, además, ciudades como Hamburgo (Alemania), Ámsterdam (Países Bajos), Lisboa (Portugal), Puerto Limón (Costa Rica), Baltimore (Estados Unidos), Santo Domingo (República Dominicana) y Fortaleza (Brasil).

“En mi experiencia, dentro de la Armada nunca paro de sorprenderme; cada año es distinto y eso me gusta y anima”, resaltó Bogado, que de la tierra colorada pasó a azul profundo de las aguas del mundo.

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