Historias
El cheff Iván Ortega y su experiencia en México: “Jugué en primera”



Hace seis meses, el cheff posadeño Iván Ortega se embarcaba en la aventura de su vida, de diseñar de cero un emprendimiento de comida rápida en Guadalajara, la capital del estado mexicano de Jalisco, conocida por el tequila y el mariachi, en el oeste del país.
Lo habían contratado como consultor gastronómico de un emprendimiento de tres mujeres argentinas, enfocado en un servicio de delivery de empanadas con acento argento y nombre rioplatense: Empanadas La Porteña.
Era su segunda consultoría gastronómica internacional, y con un producto típico, con el que además mantenía un romance de los años en que desarrolló la exquisita carta de “Agualaboca”, en Oberá.
Ortega regresó hace unos días a Posadas y relató a La Voz de Misiones la experiencia y el proyecto desarrollado en México.
“Soy el primer consultor gastronómico misionero que desarrolla un proyecto empresarial en México; una consultoría integral gastronómica”, afirmó Ortega.
Explicó que cuando se habla de “consultoría integral”, significa “decidir sobre todo, desde desarrollar la carta a elegir mesas y sillas, y las cosas de la barra; hablar con el arquitecto”.
“La consultoría es vender el saber hacer de algo; el know how”, definió.
Ortega estudió gastronomía en el Colegio Gato Dumas, y llegó a trabajar como asistente con el recordado cocinero argentino fallecido en 2004.
Fue medalla de oro de su promoción, lo que le valió una especialización en pescados y mariscos en el País Vasco, en España, en 2005.
En Misiones, como consultor desarrolló unos 15 emprendimientos gastronómicos, en Posadas y el interior provincial.
Son de su autoría el restorán El Monte, las empanadas Agualaboca, de Oberá; y Visage, en el hotel casino; Santanero Restó y Santanero Bar, en Santa Ana; el restorán de Salto Encantado, el de los Saltos del Moconá; Cabureí I y II, en Posadas, de los que además es propietario; y Pizza Cheff, de Encarnación, que fue su primera consultoría internacional.
Jugar en primera
-¿Qué sacás en limpio de la experiencia?, le preguntó LVM.
“Primero, orgullo de salir de Misiones, con bandera argentina y moverme en un circuito extranjero, como un profesional”, afirmó Ortega. “Es un vocabulario distinto. Es primer mundo”, agregó.
“Rescato el trato de los empresarios para conmigo. Porque, el nombre puede valer algo acá; pero afuera, nada; afuera solo lo que ellos pudieron captar de la idea que yo tenía para ofrecerle; ellas tenían muchas ideas de la línea clásica, pero querían una línea gourmet”, argumentó.
Contó que desde el momento en que aterrizó en el aeropuerto “Miguel Hidalgo y Castillo”, en Guadalajara, “me presentaron a amigos, empresarios, financistas, exportadores, importadores; toda gente de negocios”.
Indicó que Empanadas La Porteña es un emprendimiento liderado por tres mujeres, dos porteñas y una rosarina, viviendo en México. “Las tres, son mujeres emprendedoras maravillosas; esposas de importantes ejecutivos, también argentinos”, describió.
La argentinidad
El cheff posadeño se confesó emocionado. De hecho, se quebró en varios momentos de la charla con LVM. “Fue realmente jugar en primera; es algo que me emociona mucho”, dijo Ortega, todavía con el viaje a flor de piel.
Contó que la particularidad del emprendimiento mexicano era que las tres propietarias eran a la vez las empleadas.
“Ellas querían ellas hacer las recetas magistrales, así que desarrollamos el trabajo de investigación con ellas; el armado de cada receta, la ficha correspondiente; todo”, relató.
El local está ubicado en una zona de countries, que allá se conocen como “cotos”. “Es como si fuera Nordelta”, graficó. El nombre de la zona, Bosque de Santa Anita, le producía cierta reminiscencia -dijo Ortega-, de la época del “Santanero”, en Santa Ana, Misiones; y a la vez fue como una cábala de que “nada podía salir mal”.
“La línea gourmet desarrollé literalmente”, afirmó. En la investigación previa a su desembarco en México, hecha por internet y con escapadas a algunas de las mecas de las empanadas, se hizo pasar por “comprador misterioso” en Buenos Aires, Salta y Tucumán.
Dijo que así fue que se dio cuenta que la “argentinidad no iba ciento por ciento en la línea gourmet” que pretendía desarrollar, que finalmente se resumió en tres estilos de sabores: “La argentinidad, el mex y texmex”, enumeró Ortega.
“La argentinidad, vacío y provoleta al horno en baja temperatura; de novillito, como se hace tradicionalmente, con un colchón de cebolla y pimiento, orégano y ajo; también puede ser ojo de bife malbec”, describió.
“El mex está dado en la empanada de pollo deshilachado; con ají, tomate, mucho tomate, y chipocle, que es un chile; México es el país de los chiles; y después, tenés lo americano, que es el tex, lo tejano, que es la zona más cercana a México”, explicó.
La carta resultó en 14 variedades: 8 clásicas y 6 gourmet.
El cheff posadeño estuvo dos meses en Guadalajara, tiempo en que llevó a la práctica las ideas y conceptos acumulados durante la investigación, y los volcó en el desarrollo integral del proyecto.
El Brete
“Cuando abrimos fue un éxito descomunal”, recordó Ortega el Día D de La Porteña. Contó que 15 días antes ya la gente golpeaba las puertas y preguntaba sobre la fecha de la apertura.
Ortega considera que la experiencia mexicana fue como una recompensa después de estos dos años difíciles para todos, que impactaron distinto en cada uno, pero que dejaron en todos su indudable marca.
“Jugué en primera, venía mal; me castigó la pandemia, sufrí un robo, tuve desavenencias desgraciadamente con el municipio; hoy me doy cuenta que fue malentendido y que nadie hubiera querido hacerme pasar el mal momento; agradezco la educación que tuve para comprender y eso me trajo mucha paz”, dijo Ortega.
“Y después, vino esto. Cuando me bañaba en el mar en Tulum, tuve como un estado de plenitud, felicidad, una iluminación que me hizo comprender”, relató.
Ahora, de vuelta en Posadas, Ortega pasa gran parte de su tiempo en “Cabureí”, su restaurante de la costanera, en El Brete: “Mi lugar en el mundo”, afirmó.
“Tengo la cabeza, las ganas, la decisión”, señaló. “La idea –contó-, es darle la jerarquía que se merece el lugar del que fui merecedor”.
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Lo adoptaron en 1968 y busca a su mamá misionera: “Quiero conocer mis orígenes”

Cristian Andersen tiene 54 años, vive en Devoto, provincia de Buenos Aires, y se dedica a la gastronomía. Desde los 8 sabe que es adoptado y a los 20 desistió de una primera búsqueda de sus padres biológicos, pero con el tiempo los deseos de conocer sus orígenes regresaron y hoy quiere reconstruir su historia.
El hombre cuenta con tres datos claves sobre su pasado y uno de ellos lo une con Misiones, donde ahora deposita sus esperanzas de encontrar más información.
En diálogo con La Voz de Misiones, Cristian contó que su nacimiento se dio el 24 de diciembre de 1968, en una clínica de Villa Ballester y que su madre era “una chica misionera, menor de edad y descendiente de alemanes”.
Lo que él pudo reconstruir sobre su historia señala que su madre viajó desde Misiones hasta la casa de una tía en Villa Ballester, ciudad bonaerense ubicada en el partido de General San Martín, con intenciones de donar al hijo que estaba próximo a dar a luz.
“Ella solo quería que el bebé quede en una familia de bien”, contó Cristian a LVM.
El dato llegó a los oídos del padre adoptivo de Cristian, un prestigioso médico de la zona que estaba en pareja pero no podía tener hijos y se mostró interesado en adoptar al niño por nacer.
“Mi papá entonces hizo una logística bárbara. Le pidió a unos amigos que se entrevisten con la chica que estaba por parir y luego gestionó todo para que el parto se llevara adelante y otros amigos me fueron a buscar a la clínica. Yo llegué a mi casa entre las 19 y las 20 del 24 de diciembre de 1968”, reconstruyó el entrevistado a LVM.
Desde ese día Cristian vivió con sus padres adoptivos, quienes a los 8 años le contaron la verdad y cuando cumplió 20 intentó reconstruir su pasado, pero desistió de la búsqueda.
“Yo a los 20 encontré al médico de la clínica donde se produjo el parto, pero ese médico me recomendó que desista de todo, porque podía perjudicar a mucha gente porque todo se dio en un marco de ilegalidad. Le hice caso, tenía 20 años. Yo de mis viejos no tengo nada malo para decir, no tengo para reprocharles, eso está fuera de duda, solo quiero conocer mis orígenes”, recordó.
Y agregó que “mi padre falleció cuando yo tenía 13 años y él para evitar cualquier tipo de problemas evitó ver a mi mamá biológica. Yo hoy sólo sé que ella era una chica del norte, de Misiones, que habrá tenido entre 15 y 17 años”.
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De niño se enamoró de Misiones y a sus 43 años compró un terreno para regresar

A sus 4 años, cuando era tan solo un niño, Emiliano Chico desembarcó con su familia en Colonia Oasis, desde la ciudad de Necochea, provincia de Buenos Aires, para luego radicarse en la localidad de Jardín América.
Fueron nueve años los que la familia necochense vivió en la tierra colorada. Ese lapso de tiempo entre la niñez y la adolescencia le bastó a Emiliano para enamorarse de Misiones y soñar con regresar algún día.
“Mi padre tenía un problema de salud en la espalda, entonces lo jubilan por invalidez y en 1983 nos vamos a vivir a Misiones”, contó el bonarense de 43 años en diálogo con La Voz de Misiones.
En esa línea, Chico sostuvo que el clima subtropical húmedo de la provincia no curó a su padre del pinzamiento en una vértebra, motivo por el cual lo jubilan en su trabajo, pero lo ayudó “bastante” a mejorarse.
“A los nueve años se tuvo que volver a Necochea a terminar el año que le faltaba para jubilarse, ya por edad, tenía 59 y en ese momento la jubilación era a los 60”, recordó Emiliano sobre el motivo que en el año 1992 lo llevó a despedirse de la tierra colorada.
Amor=Misiones
El bonarense continuó relatando a LVM que, una vez que comenzó a trabajar y a ganar su propio dinero, cada dos años visitaba la provincia para recorrer, conocer y “miraba, observaba y pensaba: ‘¿Qué puedo hacer acá?’”.
Ya mentalizado en un día poder echar raíces definitivamente con su familia en Misiones, Emiliano buscó acceder a un terreno para explotar uno de los rubros más fuertes de la economía local: el turismo.
“Pensé que podría hacer algo turístico, para atraer gente”, contó a este medio. Con ese fin, detalló que el predio a adquirir “tenía que tener buenos caminos”, búsqueda que le llevó ocho años.
Fue así que, finalmente, anunció que se compró un lote en la localidad de Alba Posse.
En ese sentido, si bien aún no se instala en la zona del río Uruguay, Chico dijo que espera poder mudarse pronto a la tierra que lo vio crecer: “La idea es construir de a poco y cuando tenga dos cabañas y una casita, ir para allá e intentar hacer algo”.
“Ya no será un sueño lejano”
Hace unos días, en medio de la emoción tras haber concretado su sueño de adquirir un pedacito de tierra misionera, el bonarense compartió su felicidad en un grupo de Facebook.
“Siempre extrañé esa bella tierra, su gente, su vida. Y soñé con algún día volver”, había dicho en la oportunidad.
“Ya no será un sueño lejano. Regrese a dónde nunca me fui. Feliz”, remató el joven emprendedor.
Sobre esa publicación, Emiliano Chico comentó a LVM que recibió muchos comentarios negativos sobre sus planes de regresar a donde siente que es su hogar.
“Mucha gente me escribió: ‘No, acá no hay nada’, y yo lo veo totalmente diferente. Si no hay nada, hay terreno para hacer todo”, enfatizó el muchacho.
¿Por qué no?
Alejado de los comentarios negativos de quienes le recomendaron no vivir en Misiones, Chico analizó un abanico de posibilidades y oportunidades que brinda la provincia.
“Uno de los lugares a los que me fui a pasear es Iguazú, una chica me dijo que no hay peloteros, no es mi idea hacer un pelotero, pero ¿por qué no?”, se preguntó.
Asimismo, Emiliano destacó el crecimiento de las diferentes localidades de la tierra colorada y sobre todo el desarrollo que atraviesa Posadas, sobre la cual opinó: “No tiene nada que envidiar a otras ciudades, es hermosa”.
“Yo creo que Misiones está creciendo mucho, que hay muchos lugares que ya son con teléfono 011, eso quiere decir que hubo gente de esta zona que fue e invirtió y está ahí, veo que cada vez hay más turismo, veo que cada vez más famosos visitan Misiones”, argumentó Emiliano.
Y agregó: “No es lo que era cuando yo estaba, para nada. Mucha infraestructura, la provincia cambió muchísimo, a la naturaleza que venía por si sola se le agregó trabajo”.
Sobre el futuro que lo espera cuando se radique en Alba Posse, el bonarense detalló que pretende brindar un servicio para los visitantes extranjeros y nacionales.
“Veo que hay muchos paraguayos y brasileros interesados como, por ejemplo, en el vino, entonces hay que aprovechar eso, ya que vienen acá y brindarle un servicio, al paraguayo, al brasilero y a quienes vengan a visitarnos”, concluyó Emiliano Chico.

La vista de Brasil desde el terreno que se compró Emiliano.
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A 30 años de la mayor catástrofe vial de la historia argentina en Santo Tomé

El 9 de enero 1993, hace 30 años, ocurrió una triple colisión de ómnibus en la localidad de Santo Tomé. El hecho tuvo lugar sobre la ruta nacional 14, a la altura del paraje Camba-í, en Corrientes.
El siniestro se dio entre un micro de la empresa Lorecar, que se dirigía desde Buenos Aires hacia Posadas, que embistió frontalmente a otro de la firma paraguaya Defensores del Chaco, al intentar pasar a un tercer rodado, perteneciente a la misionera Horitur.
El catastrófico choque provocó la muerte de entre 56 y 60 personas y heridas a más de 85, convirtiéndolo en el peor desastre carretero en la historia del país.
Horitur iba delante de Lorecar. Este último intentó superarlo, y se puso en paralelo a él en el carril de la mano contraria. El colectivero de Horitur advirtió mala la maniobra y además vio el ómnibus de la empresa Defensores del Chaco marchaba en dirección contraria en el carril correspondiente, motivo por el que habría realizado luces a Lorecar para que no continuara.
En circunstancias que el chofer de Lorecar percibió el peligro, iba muy rápido y ya era tarde, intentó regresar a su carril y embistió a Horitur a raíz de lo cual se partió por la mitad.
El micro paraguayo intentó una desesperada maniobra para salvarse de la colisión, pero no lo pudo evitar, quedó metros más adelante con las ruedas para arriba. Al mismo tiempo el micro de Lorecar entraba en combustión y se prendía fuego.
De Lorecar se salvaron tres pasajeros de más de 50. La cantidad de muertos en los otros es desconocida al no haber listas de pasajeros. La identificación de los cadáveres fue muy lenta por las graves mutilaciones sufridas por los mismos.
Los trabajos de socorro fueron lentos por la precariedad de medios, los pobladores que tenían transporte se ofrecieron para actuar de ambulancias, mientras muchos intentaban dar una mano en la zona del desastre en Santo Tomé.
También hubo problemas para atender la gran cantidad de heridos (más de 80), por ese motivo se tuvo que reabrir un hospital cerrado (Policlínico Ferroviario) y hasta se utilizaron las cámaras de frío de un frigorífico del lugar para almacenar los cadáveres.
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