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Una mujer viajó 1.500 km, quedó atrapada en la cuarentena y tuvo cuatrillizos

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Adriana Beramendi es salteña y quedó embarazada de cuatrillizos naturalmente. Viajó a Buenos Aires a hacer un trámite y la agarró la cuarentena, por eso los bebés nacieron lejos del padre.

 

BUENOS AIRES. Adriana subió al micro asustada: no era un viaje de placer. Luchaba contra una enfermedad desde la adolescencia y acababan de diagnosticarle otra, pero no era por eso que estaba asustada. Adriana había crecido escuchando el eco de una misma advertencia médica: embarazarse podía ser muy riesgoso para una mujer como ella, la misma que ahora viajaba en ese micro embarazada de cuatrillizos.

Iba a ser un viaje fugaz entre Salta y Buenos Aires sólo para hacer un trámite pero a Adriana la agarró la cuarentena: en Buenos Aires nacieron los bebés; a 1.500 kilómetros su marido se convirtió en padre primerizo por foto.

Adriana Beramendi tiene 24 años y acaba de salir de la sala de neonatología de la maternidad Sardá donde Zoe, Jeziel, Adriel y Gabriel siguen internados, creciendo. Los cuatrillizos son sietemesinos: nacieron el 7 de mayo, lo que en el nuevo calendario de pandemia significó el día 58 de cuarentena.

Puede estar con ellos, amamantarlos, apoyárselos en el pecho y tener contacto piel con piel. Lo que no puede es sacarse el barbijo porque si llegara a tener coronavirus podría contagiarlos. “Así que no, todavía no pude darles un beso”, cuenta. Mientras tanto, Ulises -su pareja, el padre de los chicos- camina por las paredes. Es chofer y la cuarentena lo agarró en Yacuiba, Bolivia, a 1.500 kilómetros del momento más importante de su vida.

Una década atrás

“Yo siempre había querido ser mamá, pero con tantos problemas de salud pensaba que un embarazo estaba prohibido para mí”, cuenta Adriana. Hay que ir una década atrás para entender por qué lo dice. Tenía 14 años y vivía en Salvador Mazza, un pequeño pueblo de 20.00 habitantes en el extremo norte de Salta, cuando el cuerpo se le llenó de moretones.

“Parecían golpes. Eran tantos que mis compañeras de colegio empezaron a preguntarme si mi papá me pegaba. No era sólo eso: me dolía la cabeza cuando salía el sol, me sangraba la nariz, primero gotitas, después chorros”. Los síntomas fueron empeorando y fue una hemorragia que duró varias horas lo que terminó, un año después, con una internación en un hospital oncológico de Santa Cruz, Bolivia, del otro lado de la frontera, donde vivía su mamá.

“Me hicieron todos los estudios, yo no había cumplido ni los 15 años así que no entendí qué buscaban. La médica me lo dijo ya con el sobre en la mano: ‘Hoy vamos a saber si tenés leucemia’”. Adriana lloró de miedo, incluso cuando escuchó “negativo”. Lo que tenía era una enfermedad llamada “Púrpura trombocitopénica idiopática”. Es decir, su sistema inmunológico estaba atacando por error a sus plaquetas.

Adriana siempre tuvo el deseo de ser madre pero creyó

Hubo momentos de estabilidad, también recaídas por hemorragias incontrolables. Hay una -recuerda Adriana desde un pasillo de la maternidad- que no va a olvidar nunca: la vez que terminó un mes internada recibiendo transfusiones de sangre y de plaquetas. Tenía 17 años, la edad en la que una adolescente debería estar en el colegio. Le dieron un tratamiento de por vida con un medicamento que, desde la pandemia, todos hemos oído nombrar: hidroxicloroquina.

“Yo siempre había deseado ser mamá, imaginate que en esa recaída, a los 17 años, pregunté si iba a poder tener hijos. Me dijeron que no era recomendable. Que en todo caso tenía que consultar antes para desintoxicar mi cuerpo de tantos medicamentos”. Siguió una recaída tras otra.

La llegada del amor

Su vida estaba tan condicionada por la enfermedad que entró en una depresión pantanosa. Fue en ese contexto que conoció a Ulises por Facebook. Era amigo de un amigo de ella y pasaron cinco meses chateando pero sin verse.

“Le fui contando todo de mí, mi historia”, sonríe Adriana. En en ese entonces ya trabajaba y usaba el dinero que ganaba -más lo que podía aportar su familia- para comprar los remedios. “Nos vimos y enseguida me empezó a ayudar con los medicamentos. Siempre fue tan buen novio…”.

Al año y medio de estar juntos, Adriana quedó embarazada pero lo perdió espontáneamente antes de llegar a los dos meses de gestación. “Quedé muy mal, llamaba a mi mamá llorando y le decía que nunca iba a poder ser madre”. Perdió un segundo embarazo “y eso fue peor. Me encerraba el día entero. Todos me decían que las cosas pasan por algo, que mi salud estaba primero pero ser madre era mi sueño. Ulises me decía ‘quedate tranquila, ya vamos a tener nuestra familia”.

Unos meses después de la pérdida empezó a reconocer síntomas nuevos: un dolor intenso en la espalda y en las articulaciones, caída del pelo, ardor en la piel cuando estaba al sol. Adriana ya vivía con Ulises en Salta y trabajaba como vendedora ambulante por lo que evitar el sol no era una opción. Caminar con semejante dolor para vender los productos que su mamá le enviaba desde Bolivia también era un tortura. El médico le confirmó que tenía Lupus, una enfermedad inflamatoria por la cual el sistema inmunológico ataca a sus propios tejidos.

“Me dijeron ‘estamos a tiempo porque todavía no te afectó los órganos’. Era una buena noticia pero yo me terminé de desmoronar. Volví a preguntar si iba a poder ser madre y la médica me dijo ‘por tu salud, te recomiendo que no te embaraces’. Después repitió lo mismo: que, de querer hacerlo igual, tenía que desintoxicarse durante dos años y fortalecerse antes de probar. «Yo entendí que daba vueltas porque no se animaba a decirme que un embarazo estaba prohibido para mí, que me podía morir yo o el bebé. Lo que no sabíamos es que yo ya estaba embarazada”.

El día de los cuatro test de embarazo

Adriana estaba tan preocupada con el nuevo diagnóstico que no se dio cuenta del atraso. Fue Ulises quien sacó las cuentas y se lo hizo notar. “Fui rápido a comprarme un test, me dio positivo. Sentí un terror que no te puedo explicar”. Del otro lado del teléfono, Ulises creyó que podía ser un falso positivo por los nuevos remedios para el Lupus y le dijo que esperaran unos días para luego ir a hacerse un análisis de sangre. Adriana, sin embargo, fue a la farmacia, compró tres pruebas de embarazo más: todas dieron positivo.

Adriana pasa muchas horas al día con ellos pero no puede sacarse el barbijo como medida de prevención contra el Covid-19. (Foto gentileza Hernán Churba)

La doctora que la atendía del otro lado del puente internacional le dijo que fuera inmediatamente, pero justo estallaron las manifestaciones que terminaron con la renuncia de Evo Morales en Bolivia y se tuvo que volver. “Cuando pude llegar la médica me retó feo, quedé temblando. Y me mandó enfrente a hacerme la ecografía para ver de cuánto estaba”.

Adriana había ido con su hermana porque Ulises estaba trabajando. Entró a hacerse la ecografía sola. El técnico miró la pantalla y la miró a ella, volvió a mirar la pantalla y volvió a mirarla. Después le preguntó “¿con quién viniste?”. “Me asusté, le rogué que me dijera que estaba pasando. No me decía, quería que primero entrara alguien a contenerme. Hasta que me dijo: ‘Es que no es un bebé’. ¿Y vos qué pensás si te dicen eso? Si no es un bebé es un tumor, eso pensé yo”.

El técnico repitió la oración pero hizo énfasis en la palabra “un”: “No es UN bebé”. Adriana volvió a llorar: “Le dije ‘si la médica me retó así por un bebé, ¿qué voy a hacer con dos?”. No eran dos tampoco, eran cuatro: cada uno en una bolsa, cada uno con su placenta.

Adriana salió y llamó a Ulises. “Le dije ‘no es un bebé, son cuatro’. Él primero se quedó callado, después me cortó”. Ulises -que tiene 21 años y es chofer de colectivo-, sonríe con timidez cuando recuerda ese día: “Estaba manejando, entré en shock. No sabía si reírme o llorar, porque su estado de salud era delicado y era un embarazo de alto riesgo”. Faltaba un detalle imposible de prever: la pandemia iba a dejarlo sin trabajo.

Empezó a atenderse en un hospital de Salta capital, a más de 400 kilómetros de distancia de su casa. Recién ahí se enteró de que tenía también algo llamado Sindrome Antifosfolipídico, que ocurre cuando el sistema inmunitario crea por error anticuerpos que hacen que la sangre sea más propensa a coagularse. La internaron, necesitaba más medicación pero tenía el DNI vencido, y en el hospital le dijeron que, después del alta, no iban a poder seguir suministrándole la medicación.

Adriana había nacido en Moreno, en la provincia de Buenos Aires estaba la partida de nacimiento que necesitaba, y fue por eso que se subió a ese micro asustada, con su mamá. Esperar a que se la envíen podía demorar entre uno y tres meses; se suponía que ir a buscarla era un trámite que podía resolverse en días. Pero la cuarentena las acorraló en la ciudad de Buenos Aires. Tenían plata para pagar una pensión durante dos días, por lo que terminaron pidiendo ayuda en una iglesia y durmiendo en uno de los refugios del Gobierno de la Ciudad para personas en situación de calle.

Cuando supieron de su situación avisaron a la maternidad Sardá, donde la dejaron internada. Su mamá iba a verla y volvía a dormir al refugio. Ulises quedó en Bolivia, con las fronteras argentinas cerradas. Programaron la cesárea para el 12 de mayo “pero dos bebés habían dejado de crecer, por eso la adelantaron,había que salvarle la vida al más chiquito”, cuenta Adriana. Nacieron a las 30 semanas de gestación. El más chiquito fue Jeziel, que pesó 990 gramos.

“Ya somos papás”, le escribió Adriana a Ulises ese 7 de mayo, seguido de cuatro caritas de emoción. “Si mi amor, muchas felicidades hijita por todo el esfuerzo, mi reina. Gracias por darme estos cuatro hijitos». Con semejante distancia y sin tener la menor idea de cuándo va a conocerlos, Ulises dice: “Vi la primera foto recién 3 o 4 días después del nacimiento, porque están en neo. Es muy raro convertirse en padre primerizo así. También los vi por videollamada, pero por pocos segundos, porque siempre se corta». Algunas de las fotos por las que vio a sus hijos son las que acompañan esta nota, hechas por el fotógrafo Hernán Churba para un proyecto sin fines de lucro llamado “Ver la luz en la pandemia”.

La esperanza no está puesta ahora en el momento en que se abran las fronteras porque Ulises perdió su trabajo y cree que tiene que guardar cada centavo para cuando sus cuatro hijos tengan el alta. Más que en sus ganas de conocerlos tiene que pensar cómo van a comprar los medicamentos que Adriana tiene que seguir tomando -algunos de por vida-, los pañales para cuatro prematuros, la leche, y donde van a vivir durante los meses en que los bebés tengan que estar cerca de la maternidad para seguir con los controles.

Adriana se despide: ya es la hora en que puede volver a entrar a la neo. Ulises también se despide, mientras aprende a soldar para pensar en changas nuevas. “Tengo una mezcla de sentimientos” -confiesa y suspiera- “Estoy feliz porque todos están bien. Pero también estoy triste por no poder verlos, tocarlos y abrazarlos, por no poder estar”.

*Donaciones: quien quiera ayudar a la familia puede consultar en el Facebook de Fundación multifamilias: gemelos mellizos trillizos y más.

También vía mail a [email protected] o en @fundacioncasagrande

 


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El Centro Vasco Misiones “Euskal Jatorri” renovó sus autoridades

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El pasado viernes 25 de abril se llevó a cabo  la asamblea general ordinaria del Centro Vasco Misiones “Euskal Jatorri”, en la que desarrollaron un balance del año anterior y renovaron las autoridades de la comisión directiva.

El encuentro se desarrolló en la Biblioteca Popular Posadas, ubicada sobre calle Córdoba, donde se leyó “la memoria de un exitoso año 2024” y se destacó el clásico y esperado Ciclo de Cine Vasco, así como también el Ciclo de Música Clásica, llevado a cabo en el mítico Templo de la Logia Roque Pérez.

Nuevas autoridades

Por unanimidad, fue reelecto Fernando Ocampo Etorena como lehendakari, por un nuevo periodo, motivo por el cual tuvo unos minutos para agradecer el compromiso y acompañamiento brindado.

En esa línea, se comprometió a redoblar esfuerzos en pos de la entidad, promover cultura e identidad del pueblo vasco en la provincia de Misiones y brindar a sus asociados y amigos un verdadero sentido de pertenencia.

De esta manera, el centro vasco será presidido una vez más por Ocampo Etorena, mientras que Ariel Sayas estará al frente de la vicepresidencia y Denis Gamarra en la secretaría.

En tanto, María Virginia Labat fue electa prosecretaria, Alba María Ibarrola tesorera, Violeta Lazcoz protesorera y como vocales Ariel Navarro y Abel Bernachea.


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El intérprete Andrés Miranda y cómo decir “70 palabras en una seña”

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Con una amplia concurrencia de estudiantes y graduados de la carrera Intérprete Universitario en Lengua de Señas Argentina, dictada en la Facultad de Humanidades y Ciencias Sociales (Fhycs), el intérprete oficial del Senado de la Nación, Andrés Miranda, arribó a Posadas para brindar una charla sobre el rol de la profesión y los avatares latentes.

Con oraciones verbales que parecían sencillas, Miranda puso en sus manos la interpretación, dando cuenta de que expresar lo que deseaba no era tan sencillo como parecía al plasmarlo en señas, situación que lo llevó a preguntarse: “¿Cómo hago para mejorar esto?, ¿qué giro lingüístico puedo darle?, ¿cómo hago para que una persona sorda pueda comprenderme?”, e invitó a los asistentes a participar.

De esta manera, se adentró en los motivos que lo llevaron a sumergirse en el mundo de la lengua de señas: “Muchas veces, estando en el Senado, decía, cómo me gustaría estar en casa, pero ¿qué hubiera hecho?; salir a pasear, mirar una peli… pero no. Decidí estar en el ámbito político como intérprete de lengua de señas, nada más y nada menos que en el Honorable Senado de la Nación Argentina”.

Y continuó: “Sin embargo, muchas veces me pregunto ¿qué hago ahí?, ¿quién me mandó?. La verdad me siento orgulloso de estar ahí, de ser parte de un equipo, y digo equipo porque desmenuzamos todo; nos juntamos días antes de la sesión, vemos qué temas van a tocar y entre todos analizamos cómo decir, qué giro le damos, cómo hacemos”.

Luego, reconociendo las dificultades que suelen presentarse en la comunicación, motivó a los estudiantes a continuar y no bajar los brazos: “¿Cuántos de ustedes muchas veces no pueden decir una oración?, cómo formularla, cómo desmenuzarla, cómo mejorarla, teniendo en cuenta que un giro lingüístico resuelve 70 palabras en una seña”.

“Cuando comencé a conocer los giros, quedé así -boquiabierto- porque no podía creer cómo podía resolverme un mensaje complejo, cómo podía avanzar, crecer y empecé a repensar, a contactarme, a ir a asociaciones de sordos, me zambullí en el tema porque lo decidí, yo decidí estar ahí”, enfatizó Miranda.

Comunidad hablante

La lengua de señas es utilizada naturalmente por personas sordas a través de gestos, movimientos corporales y expresiones faciales, sosteniendo leyes lingüísticas, y se aprende dentro de la comunidad de usuarios a quienes facilita resolver todas las necesidades comunicativas propias del ser humano, social y cultural. 

Actualmente, gracias a la oferta académica, también está al alcance de personas oyentes que deciden comprender y -en muchos casos- formar parte de ese grupo lingüístico-cultural, mientras que los sordos oralizados que no las comparten y están integrados en el mundo oyente, no pertenecen a la comunidad Sorda.

Según fuentes consultadas, todavía existen muchos niños sordos que están impedidos de adquirir el código lingüístico necesario para acceder a las relaciones personales y al conocimiento del mundo, por lo que crecen limitados en su desarrollo psico-afectivo, cognitivo y socio-cultural, situación que los termina marginando y aislando del resto de la sociedad, causándoles graves daños emocionales y conductuales.

Charla sobre lengua de señas, por Andrés Miranda, en el Aula Magna de la Facultad de Humanidades y Ciencias Sociales.

Acceso a la comunicación 

Con el Aula Magna repleta, en la casa de estudios situada sobre calle Tucumán casi San Lorenzo, los estudiantes se hicieron notar en el público, conformado no solamente por quienes cursan la carrera en Posadas, sino también en otros puntos de la provincia, como San Pedro y Grauhapé.

A su vez, contó con la participación especial de personas sordas que cursan la carrera de Intérprete, y que: “En cada clase, cada encuentro, cada tutoría, enriquecen los conocimientos de docentes y estudiantes”, destacó Lilia Rodríguez, directora de la carrera.

Del encuentro también participaron Franco Olivera, presidente de la Asociación de Sordos de la Provincia de Misiones; Tatiana Antunez, presidenta del Consejo Provincial de Discapacidad de la Vicegobernación y Sofía Martinez, intérprete de señas de la Cámara de Representantes de Misiones, entre otros.

Única vigente en el país

Si bien hubo carreras similares que tuvieron apertura en distintas universidades del país, como en Villa María, Córdoba; Uncuyo, Mendoza y Paraná, Entre Ríos, actualmente la que se encuentra en la Universidad Nacional de Misiones (Unam) es la única en funcionamiento, con rango universitario.

Todo comenzó en la sede de Posadas el año 2018, a partir del Programa de Conocimiento de LSA y Cultura Sorda, que se dicta desde 2009, como proyecto del Área de Idiomas dictado a través de la Secretaría de Extensión.

Teniendo en cuenta que la demanda fue en aumento con un promedio de 900 inscriptos por año, las partes decidieron fortalecer la propuesta, creando la carrera de Intérprete Universitario en Lengua de Señas Argentina, con una duración de 3 años, carrera que en 2019 también comenzó a dictarse en San Pedro, con una matrícula aproximada de 120 estudiantes y Garuhapé en 2022 con 180 estudiantes. 

Actualmente, la carrera cuenta con 36 graduados en total y, teniendo en cuenta las experiencias de quienes egresaron, los profesionales se desempeñan en diferentes ámbitos laborales. Mientras que, desde la academia, reconocen la importancia de que cada municipio cuente con su equipo de intérpretes.

Para finalizar, también resaltaron la importancia de que estudiantes y egresados realicen intercambios con intérpretes de otras provincias a fin de ampliar conocimientos, estando atentos a las variaciones lingüísticas existentes de un punto a otro, lo que se hace posible a través de Lengua de Señas Argentina.  

Legislación 

Cada 13 de abril se celebra el Día Nacional de la Lengua de Señas Argentina (LSA), en conmemoración a la aprobación de la Ley N° 27.710, que reconoce a la LSA como una lengua natural y originaria de las personas sordas, promulgada el 13 de abril de 2023. 

En Misiones, se encuentra vigente la Ley XIX – N.º 80, que potencia e integra las políticas públicas para personas sordas e hipoacúsicas. Esta ley busca garantizar la accesibilidad universal, promover la igualdad de oportunidades y reconocer la lengua de señas como lengua natural de las personas sordas, fortaleciendo su identidad lingüística y cultural. 

El artículo 30, punto 4, establece: “Las personas con discapacidad tendrán derecho, en igualdad de condiciones con las demás, al reconocimiento y el apoyo de su identidad cultural y lingüística específica, incluidas la lengua de señas y la cultura de los sordos”.

Reúnen donaciones para comunidades mbya de Aristóbulo y Puerto Rico

 


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Reúnen donaciones para comunidades mbya de Aristóbulo y Puerto Rico

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Desde la Fundación Contacto se encuentran realizando una colecta de ropas, abrigos, frazadas y calzados para niños, adolescentes, jóvenes y personas mayores que integran las comunidades Yvytu Porá de Aristóbulo del Valle e Yvyrá Poty de Puerto Rico.

Al respecto, Lilia Rodríguez, presidente de la Fundación y directora de la carrera de intérprete que se dicta en la Facultad de Humanidades y Ciencias Sociales (Fhycs) detalló, en diálogo con La Voz de Misiones, que la actividad surgió en el marco de un trabajo de investigación realizado por el antropólogo Jorge Almada en ambas comunidades. 

“Nosotros como Fundación queremos saber si hay sordos, de hecho sabemos que los hay, y quisiéramos llegar a ellos, saber cómo se comunican y si tienen códigos intrafamiliares”, especificó.

A lo que añadió: “Estas comunidades solicitan la ayuda y la fundación ofrece hacer la recolección. La fundación está empezando a funcionar con esta actividad y esperamos llegar a otras tekoas para trabajar con las personas sordas”.

La colecta se desarrolla en la intersección de avenidas Las Heras y Tacuarí, local Amoruccio, de lunes a viernes de 9 a 13 y de 18 a 20: “Es un negocio que nos ofreció el espacio para que podamos hacer la selección; si es necesario coser, lavar y acondicionar la ropa para llevarla”, puntualizó Rodríguez. 

La Fundación Contacto se consolidó en los últimos meses con el objetivo de mejorar la calidad de vida de los sordos, sordos ciegos, sus entornos y capacitar a los profesionales vinculados; intérpretes de lengua de señas, docentes de educación especial, lingüistas, sociólogos, entre otros. 

Las comunidades

Yvytu Porá está ubicada sobre la ruta 7, junto a otras aldeas cercanas, y se encuentra dentro de lo que fue el planteo de tierras a la Universidad Nacional de La Plata: “Son tierras que se dieron finalmente a la Universidad de La Plata y anteriormente eran parte de Celulosa Argentina, una empresa que existía antes y explotaba forestalmente la zona”, recordó Jorge Almada. 

Tanto Yvytu Porá como Yvyrá Poty se caracterizan por una estructura poblacional en la que predominan niños y adolescentes, en una franja etaria de 12 a 20 años. La primera, se aboca, entre otras actividades, a la creación de artesanías y la promoción del Sendero Turístico de Yvytu Porá. 

En tanto, Yvyrá Poty, está situada en Puerto Rico, sobre una reserva municipal que se encuentra a su resguardo. Se trata de una comunidad reciente en la zona y en términos económicos, aseguraron que “presentan necesidades”, ya que se emplaza sobre una extensión de tierra y monte reducida, donde desarrollan sus actividades productivas.


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