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Los hermanos Enríquez Pacheco, de La Placita a ser fusilados por la dictadura

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Eran hermanos. Uno paraguayo y otro argentino, de padres exiliados por la dictadura de Alfredo Stroessner en el vecino país, Ciriaco Enriquez y Rosalinda Palcheco Mereles, y que junto a otros miles de sus compatriotas emigraron a través de las fronteras, en una interminable diáspora que duró 35 años.

Pablo Enríquez Pacheco nació el 17 de agosto de 1947 en el Departamento Pilcomayo, provincia de Formosa, el distrito inmediatamente fronterizo con Asunción y sus ciudades metropolitanas satélites.

José Arístides Enríquez Pacheco, el menor, era nacido en Asunción, el 27 de agosto de 1948.

Ambos, vivían con sus padres en un barrio posadeño célebre para la memoria: El Chaquito, en las orillas del río Paraná, una zona que quedó bajo el agua con Yacyretá, y que en la época en que la familia Enríquez Pacheco llegó en balsa, a mediados de los años ’60, y se instaló en el caserío poblado por paraguayos refugiados del régimen de mano dura del general Stroessner, era un arrabal de Posadas donde se combinaba el guaraní con la militancia política.

Comerciantes de toda la vida en Posadas, el local familiar continúa en La Placita.

De esa familia resultaron los hermanos, que de Posadas fueron a buscar fortuna a Buenos Aires, la meca de todos los tiempos de la migración paraguaya, que repite hasta hoy el mismo derrotero y destino.

“Vayan a trabajar en lo que sea, y se fueron los dos; tenían menos de 30 años cuando eso”, cuenta su hermana Elizabeth Enríquez, próxima a cumplir los 60 años, que en la época en que transcurre la historia tenía unos 12.

“Lichi”, como la conocen en el Mercado Municipal La Placita, heredó el local familiar, y convirtió el almacén de su padre en una librería y juguetería, que atiende personalmente.

“Ellos se fueron a trabajar de albañil. José con el tiempo se hizo también fotógrafo. Los dos militaban en la Juventud Peronista. En el barrio donde vivían había mucha militancia en esa época”, relata la  hermana sobre los dos hombres, de cuyo secuestro y muerte por parte de las fuerzas represivas, se cumple hoy 46 años.

Ejecutados

Los hermanos Enríquez Pacheco fueron secuestrados en dos operativos militares, entre el 31 de marzo y el 3 de abril de 1978. A José se lo llevaron primero, y después a Pablo, con uno o dos días de diferencia. No hay precisión en cuanto a la ubicación de los secuestros. Los datos suponen que fue en el barrio donde vivían, sobre la calle Heredia, en Villa Domínico, partido de Avellaneda. Ambos fueron fusilados el mismo día, 4 de abril, y arrojados en un monte. Sus legajos en la Conadep no recogen testimonios de su paso por alguno de los centros clandestinos de detención (CCD) de la época.

“Ellos fueron secuestrados, torturados y desaparecidos; quemados y mutilados”, dice Elizabeth. “El cuerpo de mi hermano mayor fue encontrado sin una mano”, apunta.

Adolescente entonces, Elizabeth recuerda que todo ocurrió en las semanas previas al Campeonato Mundial de 1978, que terminó con la Argentina campeona del mundo, y con el que el régimen intentó lavar su imagen ante el mundo, en un momento en que la voz de los miles de exiliados se hacía sentir en Europa y Estados Unidos.

Aun así, con la máquina de matar a pleno, todo era entusiasmo por la Copa de la Fifa. “Toda la gente festejaba y mi familia lloraba”, dice Elizabeth.

Cuenta que, enterado de los hechos, su padre, veterano militante y sindicalista, dejó su comercio en el Mercado Municipal y viajó a Buenos Aires para ver qué había pasado con sus hijos.

“En esa época de los ‘70 no había celulares y el único teléfono era acá en La Placita”, recuerda Elizabeth. Cuenta que su padre se comunicó de inmediato con amigos en la capital y con el monseñor Jorge Keremer, el primer obispo que tuvo Misiones, un hombre indiscutiblemente reconocido por sus esfuerzos en materia de derechos humanos durante la dictadura cívico militar.

“José pudo escapar, con una bala atravesada en la garganta, y llegó a un hospital. Una enfermera se animó a ir a hablar con un amigo para avisarle. Pero cuando llegaron él ya había muerto”, narra su hermana.

Su padre hizo la denuncia y rescató los cuerpos. Las partidas de defunción consignan como causa de la muerte “paro cardiorespiratorio”. No hubo mayores explicaciones. Ambos están sepultados en el cementerio de Avellaneda, provincia de Buenos Aires.

Cuenta su hermana que en el sepelio solo se permitieron pocas presencias: “No dejaron que vayan sus amigos, pero igual fueron muchos que pasaban discretamente y arrojaban alguna flor”, recuerda.

El Chaquito

La hermana de las víctimas de esta historia reconoce en el cruel destino de sus hermanos, el derrotero familiar signado por la persecución y el exilio.

Elizabeth Enríquez estructura su relato por el final, que es donde el nudo de la trama se desata. A partir de ahí, desanda el tiempo y la retrospectiva lleva la historia a la infancia en El Chaquito, en Posadas, donde nació, mucho tiempo después del arribo familiar, y vivió con Pablo y José, hasta que estos marcharon a Buenos Aires.

“Mi papá tiene una historia dura. Viene de Asunción. Era militante del Partido Febrerista”, dice Elizabeth, en referencia a una organización política paraguaya de centro izquierda, nacida con el nacionalismo de la posguerra del Chaco, con Bolivia.

“Él allá no conseguía trabajo y emigraron a Formosa, donde nació Pablo, pero no les fue bien y volvieron a Asunción y ahí nació José”, relata.

Elizabeth recuerda que El Chaquito y el barrio aledaño conocido entonces como San Cayetano “tenía mucho movimiento social” y los allanamientos militares a los vecinos eran recurrentes.

“Toda mi familia padeció. Éramos perseguidos, en mi casa rompían todo los militares”, señala.

“A mi papá también le costó conseguir trabajo por su militancia sindical. Trabajó en el aserradero Heller y lo echaron por militante”, cuenta.

“Mis hermanos de muy joven se fueron. José creó su empresa propia haciendo fotografía. Estudió allá”, dice Elizabeth y agrega: “Eran comprometidos, tenían ideas, querían cambiar el mundo”.

De hecho, José Arístides llegó a destacarse en el ámbito de la fotografía documental y logró varias de las tomas más famosas de la vuelta al país de Juan Domingo Perón, el episodio que se conoció como la “Masacre de Ezeiza”.

“Hizo muchas fotos comprometedoras en los inicios de la dictadura. Por ahí creo que quedó marcado, y calculo que por eso le hicieron el operativo”, dice Elizabeth.

Rabia y Memoria

“A mí me pega mucho la fecha del 24 de marzo”, afirma Elizabeth. No, por el aniversario del golpe de 1976, sino por las marchas de familiares y organizaciones, que a 48 años le siguen poniendo rostro a las víctimas del horror y renuevan el mismo reclamo de justicia.

“Todos los 24 marchábamos con mi papá. A veces éramos muchos, otras veces éramos pocos”, dice Eizabeth.

Esta marcha que pasó ahora, creo que fue una que nunca viví, porque hubo muchísima gente”, sostiene y agrega: “Me emocionó ver, porque pucha a pesar del contexto político y económico que la gente se comprometa y salga es muy fuerte”.

“Yo no quiero olvidarlo nunca, porque el daño que provocó en nuestra familia fue irreparable. Tengo dos sobrinas que crecieron sin padre. El dolor de mi mamá, que veíamos diariamente, y que le llevó muchos años volver a tener una vida normal y recomponerse”, afirma.

En internet no hay registro fotográfico de Pablo ni de José. Los bancos de datos de víctimas de la dictadura no consignan fotos de ninguno. Su hermana rescató hace muy poco fotografías de cada uno.

Son retratos en blanco y negro. José mira a la cámara: cabello ondulado y largo, tirado hacia atrás; saco y corbata. Pablo tiene la vista fija en un papel que no aparece en la escena; cabello largo, peinado a los costados; saco y camisa, escribe fuera del cuadro.

Elizabeth muestra las fotos que guarda en su teléfono como un tesoro encontrado al cabo de mucha búsqueda. “Las tenía mi hermana, estaban en la casa de mi mamá donde ella vivía”, apunta.

“José era moreno, todos nosotros somos morenos y mi hermano Pablo era de ojos verdes y rubio”, dice la hermana.

Sobre el momento del país y la arremetida negacionista del Terrorismo de Estado que se cobró la vida de sus hermanos, Elizabeth opina que “están re loquísimos, quieren borrar una cosa que existió”.

“A mí no me van a contar, yo viví los siete años de la dictadura y viví los 40 años de democracia y todo pasó por esta piel”, afirma.

“A mí me da rabia que quieren imponer otra historia que no existe, porque lo que sufrimos; nuestras casas fueron pateadas, rompieron a pedazos las puertas y le robaban las joyas a mi mamá”, relata Elizabeth.

Cuenta que su madre, además de coqueta era profundamente católica y que las patotas militares no dejaban ni las imágenes de sus santos en pie.

“Viste que antes la mujer paraguaya se ponía oro, usaba joyas, todo eso le robaron los milicos. Mi papá tuvo que vaciar y quemar su biblioteca. Y aun así, nosotros no crecimos con odio, siempre queriendo construir”, señala Elizabeth.

“Me da rabia, nos quieren abofetear, hay que luchar y seguir y contar cada uno nuestra historia, lo que padecimos y también denunciar esto de ahora que es una semi dictadura, que te quieren imponer cosas, te quieren cerrar la universidad donde vos estás estudiando”, sentencia.

Cuenta que de todos los atracos que sufrió la casa familiar por aquellos años, recuerda dos que la marcaron hasta hoy.

Uno, la vez que al volver de la escuela junto a uno de sus hermanos, lo primero que vieron al asomar al barrio fue una intensa humareda que se elevaba al cielo desde su casa: era su padre quemando sus libros en un tacho de 200 litros en el patio. “No quedó nada”, recuerda Elizabeth.

Otra de las escenas que lleva grabada en la memoria es, precisamente, el altar de su mamá destruido por los militares.

“Mi mamá era una señora católica, le gustaba rezar. Le rompían todo sus santos y ella armaba su altarcito de vuelta”, cuenta Elizabeth.

Relata que la persecución del régimen los alcanzaba también en La Placita, donde la familia trabajaba.

“Venían y se llevaban la mercadería de todos”, recuerda. “El mercado era distinto, era otro contexto”, describe y ubica su librería y juguetería en la época en que sucedió todo: “Acá era una panadería, un almacén; se vendía pan, leche, harina fideo; queso Paraguay en Semana Santa, y esas facturitas del ferrocarril, famosas, que te comías una docena”.


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Marino posadeño participa de ejercicios navales multinacionales en Chile

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marino posadeño unitas

De Posadas a la Antártida y ahora a Chile, para participar del Unitas, una emblemática jornada de ejercicios navales en la que participan marinos de todo el continente americano. Así es la hoja de ruta en altamar de Leandro Germán Villalba, un posadeño que desde 2015 integra la Armada Argentina.

Villalba no siempre fue marino. Cuando terminó el colegio secundario comenzó a trabajar con diferentes oficios y recién inició su carrera naval en 2015, cuando un cuñado le contó sobre la experiencia.

Fue allí que el posadeño decidió anotarse para realizar el Período Selectivo Preliminar y ser Marino de la Tropa Voluntaria en la Base de Infantería de Marina Baterías, al sur de la provincia de Buenos Aires.

Cuando egresó, su primer destino fue el Liceo Naval “Almirante Storni” de Posadas, donde comenzó a trabajar en el sector de mantenimiento, ya tenía experiencia en diferentes oficios como la albañilería y la pintura, pero su carrera iba a continuar en ascenso.

Más tarde, Villalba pidió realizar el curso para hacer la carrera de suboficial e integrar las filas del personal militar como cabo segundo y ahora su especialidad naval es Apoyo General, que incluye además de los camareros a conductores, peluqueros, cocineros y todo el personal relacionado a los servicios en la Armada.

Sus primeras navegaciones las realizó en 2022, cuando arribó a la base naval Puerto Belgrano, en la ciudad de Punta Alta en el sudeste de Buenos Aires, para ser destinado al destructor ARA “Sarandí”.

Me gusta mucho navegar porque es muy importante el trabajo en equipo; cada uno aporta desde su lugar y se genera mucha camaradería a bordo”, contó Villalba en una nota publicada en la Gaceta Marina.

A fines de ese año, el cabo segundo conoció el continente blanco al ser designado para realizar la Campaña Antártica de Verano arriba del rompehielos ARA “Almirante Irízar”.

Durante la campaña, el misionero se desempeñó en el grupo Bodega del Irízar y en el grupo de tareas que se encargó de la instalación de una baliza en la Base Antártica Conjunta Esperanza.

Desde 2022 Villalba es parte de la dotación del destructor Ara Sarandí.

Unitas en Chile

Pero las experiencias no terminan allí para Villalba, quien ahora participa de edición 66 del Unitas, una serie de ejercicios navales multinacionales organizado por Estados Unidos y que este año se realiza en Chile desde el 5 hasta el 13 de septiembre.

Para la edición 2024 la Armada Argentina desplegó el Destructor Clase Meko 360H2, Ara D-13 “Sarandí” y un helicóptero embarcado AS-555 SN “Fennec 2”, además de una agrupación de infantes de marina entre los cuales se encuentra el posadeño Villalba.

Todos estos elementos de la fuerza nacional se unen a efectivos y medios de otros 24 países que en total aportan 4.000 infantes, 17 buques de guerra, dos submarinos y 23 aeronaves para la realización de ejercicios orientadas, en primera instancia, a nivelar y establecer procedimientos comunes, para luego operar frente a una amenaza en común, acorde a los desafíos actuales.

“Es una experiencia única ser parte de un ejercicio del que participan tantos países; lo tomo como una experiencia inolvidable de gran aprendizaje para mi carrera”, agregó Villalba a la Gaceta Marina.

En los ejercicios del Unitas 2024, los participantes se adiestran bajo diversos escenarios operativos, favoreciendo el entrenamiento de técnicas y tácticas con operaciones anfibias, de buceo, de Fuerzas Especiales y de Aviación Naval, entre otras, estableciendo estándares internacionales para las tripulaciones participantes.

Del Unitas participan infantes, buques de guerra y aeronaves de países de todo el continente americano.


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Bonpland y las ruinas de un emporio tabacalero

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Bonpland

Las ruinas dominan toda una esquina de Bonpland, a pocas cuadras del casco principal del pueblo, que debe su nombre al famoso naturalista francés y que el 18 de junio pasado celebró sus 130 años desde su fundación en 1894.

El conjunto ocupa algo más que una manzana e incluye una casona de estilo inglés que, aún abandonada, profanada y cercada por la vegetación, resiste el embate del olvido como una fortaleza de otro tiempo.

Los orígenes de las edificaciones que encienden el debate en el Bonpland de hoy, se pierden en la historia de este pueblo misionero que supo ser enclave tabacalero y conoció la bonanza de sus mejores días.

Destrucción

La casona de dos plantas es lo más antiguo del conjunto abandonado de Bonpland. Sus líneas exteriores y las características de la edificación, con gruesas paredes de piedra y finos detalles interiores, ubican su construcción en los primeros años del siglo 20.

De estilo modernista, la casona es austera de ornamentos y de gran funcionalidad interior, con espacios amplios y luminosos, varios baños y habitaciones que antaño estaban dotadas con lavatorios individuales.

La casona de estilo inglés resiste el embate del olvido como una fortaleza de otro tiempo.

Hoy, ingresar a la propiedad supone ir equipados para abrirse paso entre una vegetación espesa y espinosa, que avanza sobre la construcción, configurando un muro natural casi infranqueable.

Adentro, todo es destrucción. Los únicos vestigios del esplendor perdido son el piso de baldosas centenarias del zaguán de entrada, los zócalos de azulejos y los umbrales de mármol de Carrara. Todo lo demás fue arrancado de cuajo: puertas, ventanas, sanitarios, caños y artefactos eléctricos.

Adentro, impera la destrucción. Todo fue arrancado de cuajo.

Por todos lados hay grafitis: figuras, símbolos, nombres de furtivos visitantes, dibujados sobre las descascaradas paredes y que le dan al cuadro su definitivo toque distópico, propio de escenas sacadas de alguna película apocalíptica.

Gemelas

“Hay dos de esas casas en Misiones, la otra está en San Ignacio”, dice Ángel González, que habitó la propiedad durante tres años, entre 1997 y 2000, cuando llegó a Bonpland como encargado de una de las tabacaleras que explotó el complejo.

“Yo ocupaba la parte de abajo nomás”, cuenta el hombre a LVM. “Las paredes son anchas así, cada habitación tenía como una piletita”, describe González y apunta: “Era como un hotel para gente que venía de Europa”.

De estilo modernista, la construcción es austera de ornamentos exteriores y de gran funcionalidad interior.

Los años que González trabajó en la industria tabacalera, fueron los últimos de la época dorada de Bonpland. “Esto era como una ciudad muy importante, con bancos, restaurantes, estaciones de servicio, hoteles”, comenta.

“Traían el tabaco en carreta, en ponchada o suelto, en esos carros polacos”, ilustra y agrega: “Cuando estaba crecido el arroyo El Tigre o el otro, se quedaban semanas acá, y por eso había hoteles”.

“Este era el centro neurálgico del tabaco, acá estaban Nobleza Piccardo, Massalin Particulares”, cuenta González y apunta que todos los edificios que fueron reconvertidos en residencias estudiantiles “eran de industrias tabacaleras”.

Ejemplo

González, que hoy está jubilado, llegó a Bonpland a mediados de los años `90. Nobleza ya no estaba. Tampoco Massalin. Faltaba poco para la debacle que se abatió sobre los galpones y el pueblo, pero las expectativas por entonces eran inmejorables, según dice.

De origen posadeño, González se vinculó al mundo del tabaco en Garupá. “Empecé en 1984 a trabajar en tabaco en la empresa Alfader SRL, que tenía un galpón arreglado para tener el producto en tránsito, y una fábrica de cigarrillos en Posadas, en la calle Buenos Aires”, recuerda.

Trabajando allí, se convirtió en sindicalista y llegó a ocupar la Secretaría General del Sindicato de Obreros del Tabaco en la tierra colorada por varios años. De esa época, González recuerda a Ramón Gudiño, histórico titular de la CGT Misiones, de quien asegura aprendió “el arte de la dirigencia sindical”.

En Bonpland, la empresa de González se hizo con las instalaciones que Nobleza ocupó hasta que se fue del pueblo: él, fue el encargado de rediseñar el predio para el almacenamiento de unos dos millones de kilos de tabaco, de los tipos Criollo, Burley y Virginia.

Lo que queda de los galpones que supieron albergar uno de los últimos emporios tabacaleros de Bonpland.

“Era una época de mucha sequía, se prendían fuego los pinos. De Garupá veíamos la llama azul de los incendios”, relata González y argumenta: “Había que ser muy cuidadosos con nuestros galpones llenos de tabaco”.

La inversión funcionó hasta que la familia del empresario Osvaldo Otero abrió la sociedad a capitales europeos, que terminaron quedándose con todo el paquete, hasta que el predio fue tomado por los trabajadores en diciembre de 2007, en reclamo de salarios caídos e indemnizaciones.

González afirma que la medida de fuerza, que adquirió ribetes de pueblada en plena Navidad, selló la suerte de aquel último de los emporios tabacaleros que habían puesto a Bonpland en el mapa.

“No tenía que haber ocurrido nunca”, dice González y sentencia: “Esas ruinas quedaron como ejemplo de las cosas que no se deben hacer”.

El tiempo fue implacable con el conjunto de edificaciones abandonadas de Bonpland.

 


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Lucas García, de Alem a visitar 30 países y estar cara a cara con Putin

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Lucas Adrián García es oriundo de Leandro N Alem y a los 17 años tuvo la oportunidad de reunirse con el Papa Francisco en la Residencia de Santa Marta, en representación de los estudiantes argentinos, junto a otros cinco compañeros cuando cursaba el último año del colegio secundario, por lo que fue reconocido como “Joven Distinguido de la Ciudad”. Diez años más tarde, se encontró cara a cara con el presidente Vladimir Putin y vaticina un presente de “desarrollo y construcción de liderazgos” en tierras rusas, donde reside actualmente.

Desde muy joven, Lucas, despertó un gran interés por el campo político y las relaciones diplomáticas, por lo que una vez culminado el secundario, estudió y se graduó como técnico en Gestión Administrativa y Políticas Públicas en el Instituto Misionero de Estudios Superiores. Luego como licenciado en Gestión de Políticas Públicas por la Universidad Nacional de Tres de Febrero y finalmente como teólogo, en el año 2022.

Reunión con el Papa Francisco en la Residencia de Santa Marta. Año 2014

Además, cursó un profesorado en inglés hasta cuarto año, pero no logró graduarse debido a los “horarios laborales y constantes viajes a otros países”, de los que ya superó alrededor de 30 visitas, entre intercambios estudiantiles, parlamentos e invitaciones de universidades a distintas ciudades de Brasil, Paraguay, México, Suiza, Francia, Dubai, Costa Rica y Rusia, entre muchas otras.

Entrevistado por La Voz de Misiones, recordó: “Yo quería ser profesor, pero más tarde me di cuenta que tenía que tomar una decisión sobre mi futuro. Hoy no me arrepiento de haber estudiado inglés desde adolescente y después esa carrera, de la cual adquirí una herramienta fundamental para mi trabajo actual”.

De Alem al mundo

Sus primeras experiencias laborales se dieron en organismos públicos nacionales con sede en Misiones, como parte del equipo técnico de coordinación de la Beca Progresar, luego en el Centro de Estudios Regionales del Instituto Misionero de Estudios Superiores (IMES) y en un Centro Integrador Comunitario de la Municipalidad de Alem.

También fue partícipe de la fundación del Hub Posadas de la Comunidad Global Shapers, una iniciativa del Foro Económico Mundial con sede en Suiza. Se trata de una red mundial de jóvenes líderes destacados. “Hoy no estoy vinculado con la organización porque para ser miembro debes vivir en la ciudad, en ese tiempo vivía Posadas. Tuve la oportunidad de representar al Hub en la sede del Foro Económico Mundial y también fuimos a la ONU en Ginebra”, detalló.

A lo que agregó: “Esta ONG tiene pocos centros en Argentina y cada uno funciona de manera independiente, el primero fue fundado hace muchos años en Buenos Aires por Martín Lousteau. Y cuando conocí esta comunidad decidí fundar un espacio para los jóvenes talentosos de Posadas. Hoy hay muchos jóvenes que son miembros y ya por tercer año consecutivo alguien de Misiones llega a la sede del Foro Económico Mundial para la cumbre de la comunidad mundial”.

También fue contratado por el Silicon Misiones para trabajar como consultor de proyectos y responsable de la institucionalización de los ODS, foro de jóvenes que fundó en el año 2018 en la Cámara de Representantes. Luego continuó dando charlas en las escuelas y empresas de los diferentes municipios y en el año 2022, decidió entregar el liderazgo a otros jóvenes.

Cara a cara con Putin

El pasado lunes 8 de julio Lucas recibió una medalla y diploma firmado por Vladimir Putin, como presidente del Comité Nacional Preparatorio de Argentina, durante el III Congreso del Consejo Internacional de la Dirección del Festival al que asistieron ministros de juventud, diplomáticos y representantes de los Comités Nacionales de 117 países. Horas más tarde de ese mismo día tuvo la oportunidad de reunirse con el presidente en Moscú.

Sobre esa experiencia, enfatizó: “Significó muchísimo para mi este encuentro, más allá del reconocimiento por el trabajo realizado, la medalla y el diploma firmado por el presidente, que es algo que logramos con mucho esfuerzo. Es muy impresionante tener la posibilidad de no solo saludar, sino hablar por muchos minutos con uno de los líderes políticos más importantes del mundo”.

Sin embargo, reconoció que no fue la primera vez que estuvo tan cerca del líder ruso, sino que: “Fue la cuarta vez que he visto y escuchado al presidente en vivo en nueve meses. En la Conferencia Parlamentaria del año pasado, en el Festival Mundial de la Juventud en marzo, también tuve la oportunidad de hacerle una pregunta en un foro y el 18 de marzo- después de haber ganado las elecciones- fui invitado a asistir a su discurso en la Plaza Roja”.

Medalla de reconocimiento entregada por Sergei Kriyenko, Primer Jefe Adjunto de la Administración Presidencial de Rusia

Al recordar el encuentro del 8 de julio, agregó “Con mis colegas hablábamos de que no es fácil dimensionar todo en el momento, porque hacía pocos días él presidente había estado con los líderes en Vietnam, Corea del Norte y al día siguiente de la reunión con él, se reunió con el primer ministro de India. Por eso nos sorprendió que en medio de toda su agenda nos recibiera y escuchara”.

En esa oportunidad aprovecharon para adelantarle detalles de los nuevos proyectos de cooperación que están creando en el marco del Consejo Internacional de la Dirección del Festival Mundial de la Juventud: “Hoy es la única plataforma que une a los jóvenes dentro de sus países y claro, con Rusia”.

Una vez planteado el proyecto, Lucas aseguró que “cuando se fueron las cámaras el presidente se quedó unos minutos hablando con nosotros sobre nuestros países y nos respondió otras preguntas que le hicimos”.

Planes a futuro

Lucas lleva apenas algunas semanas residiendo en Rusia, desde donde se propone continuar su formación profesional y personal: “Para que a mi regreso a la Argentina pueda servirle a mi patria de manera eficiente y eficaz en el campo político y/o diplomático, teniendo en cuenta que hay una nueva visión multipolar de las relaciones internacionales”, afirmó.

El primer paso, será aprender ruso a través de una beca universitaria que conjuga herramientas de liderazgo: “Mientras trabajamos en pro de nuevas oportunidades de cooperación entre nuestros países”, refirió aludiendo a su país natal.

De esta manera, el fundador del Foro ODS misionero, continúa trabajando en la agenda de la juventud y el fortalecimiento de liderazgos personales y políticos.


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