Historias
Huyó de la trata, se convirtió en bombera y pide ayuda para volver a Misiones



Alejandra no recuerda una vida sin vulnerabilidades y se reconoce “viva de milagro”. Desde los 2 años sufre embates de todo tipo: abandonos, abusos, maltratos, discriminación, desarraigo y desigualdad. Un combo durísimo, que afrontó una y otra vez con la firmeza de una madre coraje.
Hoy desea volver a Misiones, donde nació y se crió, pero que abandonó hace unos años detrás de una falsa propuesta de trabajo que casi la llevó a la muerte.
“Extraño Misiones, es mi lugar. Quiero volver porque es mi tierra. Necesito estar cerca de mis familiares”, señaló Alejandra que, en diálogo con La Voz de Misiones, imploró ayuda para costear el pasaje para ella y cuatro hijas desde Salta a la Tierra Colorada.
Solicita colaboración porque -admite- ya no tiene más opciones. Para los desconfiados -aclara- tampoco desea el dinero, solo los boletos.
Actualmente, Alejandra vive en Rosario de la Frontera, Salta, localidad que conoció realizando trabajos rurales de temporada y donde luego reconstruyó parte de su vida tras escapar de una red de trata de personas que casi la ubica en un burdel de la región sudeste de Córdoba, aunque los pesares que sufre desde niña también la acompañaron hasta allí.
Vulnerable desde niña
La mujer nació en Montecarlo, “cerca del puerto”, pero su historia de vida ya encuentra un capítulo adverso a los 2 años, cuando sus padres decidieron abandonarla en Posadas junto a sus hermanos.
En la capital provincial quedó alojada en un hogar, donde sufrió maltratos, abandonos y hasta una violación. “Fue pésimo todo lo que pasé ahí. De adolescente me pasaron a otro hogar y a veces hasta salíamos a la calle a pedir monedas. Cuando pude, busqué por mis propios medios y encontré a parte de mi familia en -Bernardo de- Irigoyen”, recordó la mujer que mañana cumplirá 39 años.
Allí comenzó otra etapa en su vida. En la localidad más oriental de Misiones encontró a su padre, aunque no pudo recuperar el vínculo. También halló a un hermano, que vivía junto a una familia adoptiva que también la resguardó. Estudió y comenzó a trabajar. De tanto en tanto realizaba viajes a Rosario de la Frontera o zonas aledañas para trabajar en la cosecha de productos estacionales.
Allí se puso en pareja con un peón oriundo de Santiago del Estero y entre viajes y viajes formó una familia, pero luego el hombre, que la sometía con episodios de violencia de género, desapareció.
En esas circunstancias, ya a mediados de 2016 y nuevamente en Misiones, su hija mayor, diagnosticada con leucemia, requería un tratamiento en Buenos Aires, pero la imposibilidad económica de afrontar el proceso era grande.
Escape en la noche
Fue allí donde la hermanastra de su madre se aprovechó de su vulnerabilidad y le ofreció un trabajo que prometía dinero pero no aclaraba condiciones. “Nunca pensé que me podría pasar algo así, pero la necesidad, la ignorancia y la confianza me llevó a aceptar sin dudar, necesitaba la plata”, describió a LVM.
Como si fuera poco, en ese momento tenía a su cuarta hija recién nacida pero internada en Eldorado. Sus captores aceptaron esperar el alta de la niña para concretar el viaje que prometía ser a Buenos Aires, pero los carteles de la ruta indicaron lo contrario.

Las valijas del viaje que iba a mejorar su vida pero terminó siendo la trampa de una red de trata.
“Ella nos pagó el pasaje a todos. Me dijo que yo después iba a comenzar a trabajar y con eso devolvía el viaje, pero apenas llegamos me pareció raro todo. Por el camino nos pidió los documentos y no nos devolvió más, me dijo que para el tratamiento de mi hija nos iban a llevar ellos después. Paramos en la casa de su marido y a la noche me llevaron a una finca donde supuestamente iba a trabajar como limpieza. Fue todo diferente”, contó.
Alejandra añadió que, al llegar a la finca, se encontró con mujeres de varias nacionalidades, pero casi todas menores o jovencitas. Lo que sucedía era evidente y lo advirtió sin necesidad de ver mucho más.
“Ahí me retobé, mi tía llamó a su suegro y me golpearon. Me fisuraron una costilla, me dejaron tirada en el baño, rompieron mi celular y casi me cortaron el cuello con un cuchillo, pensé que me mataban, pero después pude escapar en medio de la noche y corrí hacia la ruta. Era oscuro. Fue un momento desesperante. Fue lo peor que me pasó en la vida. Yo sólo pensaba en volver a buscar a mis hijas”, continuó su relato, haciendo fuerza para contener las lágrimas.
La mujer recuerda que en medio de la huida encontró a un camionero, quien la ayudó a volver al pueblo para rescatar a sus hijas y dirigirse hacia otra ciudad cordobesa, Leones, donde se refugió con ayuda de la familia del trabajador del volante.
En ese lugar, Alejandra se instaló unos días y trabajó como cocinera durante la celebración de la Fiesta Nacional del Trigo, pero luego la familia que la cobijó viajó a Salta y ella decidió sumarse al recorrido para regresar a Rosario de la Frontera, que ya conocía.
Hasta allí fue ella, nuevamente en compañía de sus hijas, y encontró su destino como bombera voluntaria.
Separación de sus hijas
El paso siguiente fue buscar al padre de sus hijas. Sabía que podía encontrarlo por la zona rural y no se equivocó, pero el reencuentro abrió otra etapa difícil.
“Encontré al padre de la niñas, que me hizo una denuncia porque yo prácticamente vivía en situación de calle y me sacó la tenencia de las niñas. Tuve que vivir dos años en una pieza del cuartel de bomberos con mi nena más chica, que tenía poco más de un año. Ella se crió ahí. Mis compañeros la cuidaban y jugaban con ella”, precisó.
En ese contexto, la mujer inició una contienda judicial para recuperar a las niñas y recibir la cuota alimentaria correspondiente. Lo logró, pero se abrió otra: “Cuando las recuperé supe que el padre comenzó a abusar de una de ellas. Ella lo contó y lo declaró en Cámara Gesell. Dijo que un primo también intentó abusar de ella. También supe que la llevaban a la iglesia del Pastor Miranda, que fue preso por abusos en la congregación”.
Volver a casa
Hoy, Alejandra nuevamente reside con sus hijas, de 18, 12, 11, 6 y 1 año, pero después de tanto trajinar desea regresar a su tierra natal. Un poco por nostalgia, otro poco para huir de la violencia de su ex pareja, quien tiene una restricción de acercamiento hacia ella.
El impedimento es lo económico. La mujer cobra una pensión de $20.000 y suma algunos pesos más con las guardias o intervenciones como bombera, pero los números no cierran para afrontar cuatro pasajes de Salta (o de Tucumán) a Misiones.
“Yo sólo quiero llegar a Posadas. Ni siquiera pido la plata, necesito que me ayuden con los pasajes. Pedí ayuda a varios políticos, pero todo quedó en la nada. Si yo llego a Posadas, ya estoy hecha. Mi deseo es volver a Irigoyen, reencontrarme con mi familia y asentarme después de tanto sufrir”, rogó.
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La imagen de Cristo, un árbol y un milagro en Posadas

En la noche del 27 de julio de 1997, comenzó a correr el rumor de que la imagen de Cristo había aparecido reflejada en la pared de una vivienda, ubicada sobre la calle Tucumán, entre 25 de Mayo y General Paz, en pleno microcentro de Posadas.
El inmueble era alquilado por una pareja de escasos recursos a Miguelina Tavarez Castillo de Barrios, mientras que la dueña habitaba la casa vecina.
Aproximadamente a las 20 de ese domingo, la anciana regresaba de la misa a la que concurría los fines de semana, momento en que dos vecinas se acercaron y le hicieron notar la imagen. La visión dejó perpleja a la titular de la vivienda y, desde ese instante, otros vecinos comenzaron a agruparse en el lugar.
La noticia del “milagro” transcendió rápidamente y, en cuestión de horas, cientos de fieles, creyentes, incrédulos y curiosos de la capital misionera se congregaron frente a la casa.
La conmoción fue tanta que la Policía de Tránsito tuvo que cortar las calles aledañas al inmueble, debido a que comenzó a llegar gente del interior de la tierra colorada, de otras provincias e inclusive personas de Paraguay, Brasil y Uruguay, para apreciar la figura de Cristo.
Una romería
La Voz de Misiones entrevistó a Rosa Besciani, una vecina que todavía vive en el barrio del “milagro”, quien recordó el hecho ocurrido hace ya 26 años.
“Una vecina vino a despertarme, era como las 2 de la mañana, y me dijo: ‘Vení, vení, vamos a ver allá en la casa de la vecina que apareció la imagen de Cristo en la pared”, recordó Rosa y subrayó con asombro: “Era patente la imagen de Cristo”.
En esa línea, la anciana explicó la figura proyectada en la pared “era igual a la estampilla Sagrado Corazón”.
“Se reflejaba por la luz y con sombra que estaba en frente. Ahí comenzó a venir mucha gente, hasta vinieron para hacer choripán, de todo, ya era una romería todas las noches”, recreó Rosa.
En ese entonces, las hipótesis fueron muchas. Lo más llamativo, sostuvo Rosa, fue que los religiosos se acercaban a rezar y los curiosos llegaban para intercambiar opiniones sobre el hecho, que finalizó luego de tres días de consternación.
Es que, de acuerdo a las crónicas periodísticas de la época, por la aglomeración de la gente, el 29 de julio, un vecino llamado Juan Gabriel se subió a la copa del árbol y cortó la rama por la cual se filtraba la luz y formaba la imagen de Jesús en la pared, dando fin al “milagro”.
“Así terminó”, detalló Rosa sobre el momento en que la figura desapareció y no volvió a aparecer hasta la actualidad.
Sin embargo, durante una semana continuó llegando gente a la casa de Miguelina Tavarez Castillos de Barrios, una mujer católica que había perdido a su marido un año antes.
Además, en el lugar se hizo presente el sacerdote Armando Vera, de la iglesia a la que asistía Miguelina y descartó que se trate de un posible milagro, al concluir que la figura de Jesucristo era proyectada a partir de la sombra generada por una rama.
Según pudo recrear este medio, la pareja a la cual Miguelina le alquilaba la vivienda no contaban con la plata para solicitar el medidor de la luz a la empresa de energía. Por ello, y debido a que en la cuadra no había alumbrado público, la casa permanecía en las penumbras y la imagen se proyectaba con luz natural.
“Los años pasan, pero la casa sigue igual”
Repasando los diarios de la época que guarda con cariño, a los cuales su abuela Miguelina había dado notas sobre el “milagro” de Dios, Ricardo Valdez expresó a LVM que “los años pasan, pero la casa sigue igual”.
El nieto de la anciana, que actualmente vive en la casa de la mujer, recordó que, ese día en que Posadas se alborotó por la noticia, su abuela llegó a altas horas de la noche a su hogar, donde vivía con sus padres.
“Muchas cosas se dijeron. El abuelo había fallecido un año antes, en el 1996, ella estaba sola, vivíamos cerca, le acompañábamos siempre. Y un año después, exactamente, apareció esa imagen”, contó el vecino a este medio.
En esa línea, el nieto de Miguelina comentó que “fue una cosa increíble, mucha gente atribuyó significados diferentes”.
Al mismo tiempo, le bajó el tono al milagro: “Pero más allá de lo que uno pueda creer o pensar, lo que te deja haber vivido eso, es lo que mueve a la gente. Esa sensación de tener gente rezando afuera, todo el día, de madrugada, bajo el sol, bajo la lluvia, frío, lo que mueve, la gente necesita creer, tener esperanza, y creo que en cosas como esas encuentra significado”.
Además, Ricardo relató que durante esos días pasaron muchas cosas que, en primer lugar, asustaron a su abuela, pero después ella creyó que era Dios quien hacía aparecer la imagen de Jesucristo.
“Se empezó a llenar de gente, empezaron a vandalizar el árbol, muchos entendían cosas diferentes, entonces empezaron a romper las ramas, pero la realidad es que era producto de luz y sombra”, manifestó sobre el hecho Valdez.
Para finalizar, el nieto de Miguelina contó a La Voz de Misiones que próximamente pondrá en la casa del milagro una placa con la imagen de Cristo, para recordar el hecho y rememorar a su abuela.

Fieles y curiosos agolpados para presenciar la imagen de Cristo.

La gente conmocionada por el milagro.

Miguelina Tavarez Castillo de Barrios.

Jesucristo desapareció luego de que un vecino cortara la rama del árbol.

Placa que será colocada en la casa de Miguelina. Foto: LVM.
Fotos de archivo: Primera Edición y El Territorio
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La misionera que evangelizó 25 años en la guerra en Angola: “Me abrió los ojos”

Más de 8.000 kilómetros separan a la Argentina de Angola y hasta allí fue, en 1986, la hermana misionera Blanca Estela Silva, quien trabajó durante más de 25 años a aquel país africano en pleno contexto de guerra civil, evangelizando comunidades originarias y superando todo tipo de hostilidades, desde cuidarse de enfermedades como el tifus y el cólera hasta atender heridos, negociar con jefes militares y esquivar minas antipersona, cuyo principal objetivo era conseguir la mutilación de los cuerpos.
Blanca Silva nació en el pequeño pueblo de Tres Capones y, aunque su familia permanentemente viraba de localidad para vivir, en cada una de esas picadas se desempeñó como catequista, preparando niños tanto para la comunión como para la confirmación. Todo ello fue la antesala de lo que luego sería una vida entera dedicada a transmitir la palabra de Dios, un sacramento el cual ahora solo puede abandonar con un permiso del papa Francisco, pero está lejos de pretenderlo.
Corría el año 1974 cuando todo empezó a cambiar de manera definitiva para Blanca. Fue luego de oír por radio los programas del padre Lorenzo Bovier, quien a distancia le transmitió la vocación.
“Me interesó tanto lo que decía que le escribí una carta. Él vivía en el seminario de Fátima y me invitó a que venga a conocer. Cuando llegué tuve una sensación tan grande que dije ‘este es mi lugar’. Yo estaba a punto de cumplir 18 años y así fue como empecé”, contó a La Voz de Misiones Blanca, que allí comenzó su formación como integrante de la Congregación Misioneras Siervas del Espíritu Santo.
Allí comenzó un proceso de preparación que se extendió durante una década, adquiriendo conocimientos y compartiendo experiencias con monjas de diferentes latitudes que hacían pie en Misiones, para luego comprometerse a dedicar su vida a la misión y elegir un posible destino.
Blanca siempre tuvo claro que deseaba ir a África y el deseo fue concebido. En 1986 partió rumbo a Angola, un país que ofrecía más hostilidades que bondades, pero nada significaba impedimento alguno para desembarcar allí. Llevar la palabra de Dios era lo único que importaba.
“A nosotros se nos prepara para la misión en cualquier parte del mundo, para vivir con cualquier nacionalidad, para trabajar con cualquier pueblo, para integrarnos con compañeros de cualquier parte del mundo. Todo esto es una condición primordial. También hay que estar bien de salud y hay que saber que te vas a enfrentar a todo tipo de desafíos”, resaltó la hermana.
Evangelizar en la guerra y la “desesperanza”
Y vaya si le tocaron desafíos a la misionera en Angola. La hermana llegó a un país que acababa de superar la guerra para independizarse de Portugal (1961-1975) y daba inicio a una guerra civil (1975-2002) que se terminó transformando en el conflicto bélico más largo de la historia del continente, dejando como saldo las monstruosas cifras de: 800.000 muertos; 100.000 mutilados; y 4.000.000 refugiados.
En la contienda se enfrentaban el Movimiento Popular de Liberación de Angola (MPLA), que quedó en el gobierno tras el proceso de descolonización, y la Unión Nacional para la Independencia Total de Angola (UNITA). Los primeros eran de izquierda, los otros de derecha. Los primeros contaron con apoyos de Cuba y Rusia, los otros de Sudáfrica, Estados Unidos e Israel, condicionamientos típicos de la Guerra Fría.
“La guerra de Angola es muy larga. Primero fue contra la colonia, porque fueron los portugueses los que llegaron allí y llevaron la fe, lo que es verdad, pero también llevaron cualquier tipo de conflicto como las potencias de ese tiempo”, recreó la hermana.
“Luego vinieron las luchas de poder, entre el MPLA y la guerrilla de la UNITA. Después nos encontrábamos con todo tipo de potencia. Angola es muy rico en petróleo y diamantes, entonces las potencias estaban ahí como buitres, incentivando la guerra, vendiendo armas y llevándose las riquezas”, resumió.

Fotografías, pesebres y prendas de vestir son recuerdos que a Blanca le quedaron de su misión en Angola.
En ese contexto trabajó Blanca, pero a la situación bélica había que sumarle otros aditamentos tales como el paludismo, el tifus y el cólera.
“Una de las primeras cosas que tuvimos que aprender fue a hervir el agua cada día y pasarlo por tres filtros para poder tomarla. Debíamos respetar ese proceso a rajatabla si no queríamos contagiarnos de esas enfermedades”, añadió Blanca.
La religiosa detalló que la sede de la misión estaba ubicada a orillas del mar Atlántico Sur, pero desde allí debían viajar a diario para visitar las más de 200 comunidades originarias del “África profundo”, que estaban incluidas en el plan de evangelización.
Estaban distribuidos por roles, de acuerdo a conocimiento y capacidades. Enfermería, cocina, mecánica y catequistas, entre otras labores.
La especialidad de Blanca se dedicaba a la pastoral y, en la continuidad de la charla con LVM, recordó que “nosotros formábamos a los jóvenes en alfabetización para que aprendieran a leer, pero por ahí venía la guerrilla o el gobierno y en una noche se llevaban a todos. Ahí había que comenzar de cero, con la sala vacía nuevamente. También nos tocó trabajar con heridos”.
Escenas de este tipo se repetían constantemente e incluso hubo oportunidades en las que debieron negociar cara a cara con jefes militares y guerrilleros, intercambiando alimentos, remedios o servicios médicos a cambio del levantamiento de barreras o custodias. Independiente del contexto, admitió que siempre fueron respetadas y que los puntos de misión no eran ni objetivo ni escenarios de enfrentamientos o bombardeos.
Su mayor temor -confesó- eran las minas antipersona, dispositivos explosivos terrestres que, si bien tienen poder letal, estaban destinadas a mutilar cuerpos o incapacitar soldados, ya que las consecuencias de un herido de guerra con más problemáticas que las de un muerto.
Según datos oficiales, Angola es el segundo país más afectado por este tipo de armas, detrás de Camboya, y se calcula que uno cada 470 habitantes está mutilado como consecuencia de sus explosivos. Incluso, se estima que aún quedan 2.000 campos minados.
“Las minas eran colocadas en las calles, en las carreteras, a escondidas. Yo les tenía mucho miedo a eso, era muy peligroso. Si pisabas una de esas volabas por los aires. Cuando mis compañeros iban a una misión, mi mayor miedo era que volvieran muertos o destrozados. Había sacerdotes que llevaban enfermos que murieron. Esas son marcas que quedan de la guerra”, graficó Blanca.
Sobre la misión en particular, destacó que Angola ya contaba con una “evangelización primaria avanzada”, a punto tal de que en determinados lugares encontraron biblias en lengua nativa, libros de liturgia y cantos traducidos a lenguajes tribales, y en ese contexto “una de las luchas principales era mantener la esperanza de paz porque ellos, después de 30 años de guerra, ya no creían más en la paz. Vieron tanta muerte, tanta masacre y tanto engaño que estaban desesperanzados”.

El anillo de voto perpetuo que une a Blanca y a la congregación de Siervas del Espíritu Santo para la eternidad.
“Angola me abrió los ojos”
Para esta hermana misionera, Angola no solo fue tierra de desafíos y temores, sino también de alegrías y aprendizajes.
“La gente de allá es muy abierta, muy servicial, muy comunitaria. A nosotros siempre nos recibieron con cantos, bailes, banquetes de comida. Angola fue mi misión de más tiempo, la más desafiante y la más sufrida, pero también la más bonita, la que me realizó muchísimo y me abrió los ojos a muchas cosas. Nosotros no sabemos lo que tenemos acá (por Misiones), comenzando por el agua y la paz”, reflexionó Blanca.
La satisfacción además fue doble para la hermana, al ser testigo del fin de la guerra civil y del comienzo del proceso de desmovilización y desarme del pueblo angoleño. Durante esos años, por ejemplo, al fin pudo ver niños con guardapolvos yendo a la escuela disfrutando de la libertad.
También sintió que su trabajo estaba culminado al ver la formación adquirida por las hermanas nativas quienes, según ella, hoy continúan el trabajo de evangelización junto a otras misioneras que viajan permanentemente hacia las sedes africanas.
Hoy Blanca reside en el Convento Oasis del Espíritu, en Garupá, donde comenzó todo y está lista para emprender cualquier otra misión.
“Yo comprometí mi vida, en castidad, en pobreza y en obediencia a la misión. Cuando nos dan este anillo nosotros hacemos una promesa que es perpetua. Solo el Papa puede darnos el permiso de abandonar los hábitos, pero hay que escribirle”, explicó.
“Nuestra filosofía es que las chicas que vienen son libres para entrar y para salir, nadie está obligado. Me imaginé en ocasiones, pero realmente no me veo viviendo otra vida. Me encanta la misión y creo que todavía tengo cosas para aportar”, planteó.
Las últimas labores fueron en comunidades mbya del Cuña Pirú y Chaco, pero ahora se concentran en los barrios cercanos al convento o en el convento mismo, con los jóvenes como objetivo, transmitiendo valores vinculados a la familia, el estudio y el trabajo. De todas formas, Blanca sabe que en cualquier momento su misión puede estar en otro lado y su valija siempre está lista, más aún en estos días de octubre, período en el cual la Iglesia Católica celebra el mes de las misiones.
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Rita Núñez y su tratamiento contra el cáncer: “Aprendí el valor de las cosas”

“Yo no voy a sacar licencia”, fue la decisión que tomó la abogada y diputada provincial por el Frente Renovador de la Concordia, Rita Núñez, cuando le diagnosticaron cáncer de mama, tipo carcinoma invasor, en marzo de este año.
Es que el oncólogo que la atendió le recomendó poner pausa a su tarea legislativa, debido a que la enfermedad y su tratamiento reducen las defensas del paciente. Por lo cual, el contacto cotidiano con la gente podía representar un peligro para su salud, pero decidió continuar adelante y hoy cuenta la historia de su proceso por primera vez.
Octubre fue declarado por la Organización Mundial de la Salud (OMS) como el “Mes Rosa” para la sensibilización del cáncer de mama, con el objetivo de generar conciencia y fomentar controles periódicos para la detección temprana.
En ese marco, Núñez habló con La Voz de Misiones sobre el diagnóstico que enfrentó a principio del año, del proceso que lleva adelante, del acompañamiento tanto de la familia como del entorno laboral y de los desafíos que encara como diputada provincial, como así también reflexionó sobre los estereotipos sociales que enfrenta como mujer.
“Me salvaste la vida”
Rita Núñez es oriunda de Oberá, de profesión abogada y actualmente tiene 41 años. La legisladora descubrió que tenía un tumor en el seno gracias a una simple advertencia de su pareja, José María Gómez, que un día le dijo “mirá, tenés esto”.
Tras esa observación, se realizó estudios de control y el diagnóstico confirmó la presencia de un cáncer. “Me salvaste la vida, le dije a mi pareja en ese momento”, recordó la entrevistada.
Núñez relató que hasta ahora su único control médico había sido a los 34 años, cuando la menor de sus dos hijas dejó de mamar. “Me realicé la ecografía, la mamografía y como me dio todo bien no le di continuidad”, señaló.
Hoy en día, admite que si bien “nadie está preparado para que te digan que tenés cáncer”, destaca la importancia de realizarse chequeos clínicos para la detección temprana de una enfermedad que “aparece muy de seguido”.
“Hay que tomar conciencia de que es un diagnóstico que aumentó muchísimo en estos años, que no tiene causa, pero muchos médicos investigadores intuyen que las causas son el estrés, la mala alimentación, la vida sedentaria. Son cosas a las que las mujeres estamos muy expuestas”, expuso la legisladora provincial.
Con esos ítems en la temática de los profesionales de la salud, la diputada recordó que, unos años antes de que le detectaran el tumor, afrontó un divorcio y conformó un nuevo vínculo familiar, que incluyó dos hijos del corazón, de parte de su nueva pareja.
“Mis hijos tienen 12, 10, 7 y 6 años, y yo quiero ver mis nietos. Estoy segura de que esto no me va a matar todavía, sé que voy a morir, sé que en algún momento nos vamos a morir todos, pero la verdad no pienso que sea de esto”, reflexionó Núñez.
Respecto a su caso, la militante renovadora resaltó “la suerte” de tener una pareja atenta y sostuvo que “a veces uno no tiene un compañero atento como yo, pero tampoco uno no puede delegar en un otro la responsabilidad de cuidarse”.
Poder hablar, un proceso
“Recién este mes, que ya estuve al frente del lanzamiento de las actividades (en la Legislatura), me animé a hablar, sobre todo porque entendí que podía aportar algo”, admitió la obereña a LVM en relación el proceso de abordar el tema desde su rol como diputada.
Es que hasta ahora la integrante de la Comisión de Salud de la Cámara de Representantes se había mantenido al margen de la temática para no interferir en el trabajo que vienen realizando sus compañeras en la Legislatura y “tantas otras mujeres” en Misiones respecto a la concientización y detección temprana de la enfermedad.
“Yo nunca trabajé en el tema. Me pareció que era muy injusto decir: ‘Bueno, solo porque tengo cáncer voy a convertirme de cierta manera en referente’, habiendo tantas mujeres que vienen trabajando hace mucho”, ahondó.
Además, comentó que en su rol de madre siempre abordó proyectos en torno a la maternidad y a las personas gestantes, participando en iniciativas como las leyes de Lactancia Materna y Duelo Gestacional y Perinatal de la provincia.
Mejorar el sistema
La obereña también valoró su paso por la Comisión Provincial de Prevención de la Tortura (CPPT) de Misiones, organismo del cual estuvo al frente durante el período 2016-2019.
“Eso fue una tarea compleja, difícil, pero también algo que me dio muchas satisfacciones porque logramos muchos cambios en el trato en cuanto a las personas privadas de su libertad”, relató la abogada.
Ante la consulta de sí su cargo como diputada fue uno de los motivos que la impulsó a seguir adelante, independientemente de su diagnóstico o de las recomendaciones médicas, la renovadora fue contundente: “Yo no me considero tan importante en ese sentido. Creo que soy parte de un proyecto grande, me siento valorada y acompañada, pero no imprescindible. Creo que, como legisladora, cumplí con mi rol y lo cumpliré hasta el 9 diciembre, que se termina mi mandato”.
Sobre ese punto, continuó: “Obviamente, uno mira el recorrido y yo estoy contenta, me gusta mi trabajo. La política me interpela, siempre me gustó trabajar por los demás, desde que soy joven, activa en lo comunitario”.
Estereotipos sociales
Pasar por un tratamiento de quimioterapia para tratar el cáncer, en muchos pacientes, implica efectos secundarios como la pérdida del cabello, náuseas, vómitos, entre otros.
En el caso particular de las mujeres, podría ser más difícil de atravesar los cambios que conlleva la enfermedad y sus tratamientos debido a que la norma social impone, en la mayoría, lucir un cabello largo o corto.
En cuanto a ello, Núñez, que en el último tiempo decidió mostrarse sin vestimentas que cubran su cabeza, confesó que “con esto yo aprendí el valor de las cosas importantes y me despojé de mucha superficialidad. Yo admito con dolor que era una persona muy superficial, vivía pendiente de mi pelo, de mis uñas, de mi ropa, de que si estaba linda, si estaba fea”.
Y continuó: “Cuando a una mujer le sacan el pelo, te dicen que no te podés hacer más las uñas con semipermanentes porque también puede ser motivo de cáncer y que tenés que fijarte con qué te maquillas, por ejemplo”.
La diputada resumió su cambio de perspectiva en valorizar más la vida, la salud y el entorno. “La vida es una sola, hay que cultivarnos nosotras, estudiar y tratar de ser buena persona”.
Mes Rosa
El Ministerio de Salud Pública de Misiones, en el marco del Mes Rosa, lleva adelante actividades para concientizar sobre la temática e invitar a las personas con mamas a acudir a los lugares asignados para la detección temprana de la enfermedad.
Dichos estudios son gratuitos para todas las personas entre los 40 y 70 años.
Durante el Mes Rosa, los horarios de atención en los servicios de mamografía del sistema público de salud son:
- Hospital Samic de Eldorado de lunes a viernes, de 7 a 14 horas, a demanda.
- Hospital Samic Puerto Iguazú de lunes a viernes, de 8 a 12 y de 14 a 18 horas.
- Hospital Samic de Oberá: miércoles y viernes de 8 a 11 horas. Solicitar turnos en admisión o a los números 03755- 421226/27 – 421268 Interno 1010.
- Hospital Bernardo de Irigoyen: del 2 al 6 de octubre, de lunes a viernes, de 9 a 12 horas. Del 9 al 31 de octubre, de lunes a viernes, de 15 a 18 horas.
- Hospital Escuela de Agudos Dr. Ramón Madariaga de lunes a viernes, de 7 a 21 horas, a demanda.
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