Cultura
El misionero Maxi González estrenará en Uruguay su filme sobre el Plan Cóndor

Inspirado en su infancia, el cineasta Maximiliano González publicará en pocos días su primera novela de ficción, llamada “Iguazú”, mientras en paralelo prepara el estreno en Uruguay de su próxima película, el documental “El Cóndor y la niebla”.
“Por la coyuntura política es muy difícil estrenar en este momento” en Argentina, lamentó el cineasta. “Tenés pocas posibilidades de salas, al mismo al tiempo hay toda una estigmatización en contra del cine, del cine político en general”, agregó a La Voz de Misiones.
“El Cóndor y la niebla” cuenta tres historias: las de João Goulart, el presidente de Brasil que debió exiliarse por el largo golpe que duró 20 años; la de José Torres, que fue derrocado en Bolivia por Hugo Banzer; y la de Zelmar Michelini, uno de los creadores del Frente Amplio en Uruguay.
“Estaban exiliados en Buenos Aires y fueron asesinados en el 76, después del golpe en Argentina”, remarcó González. El largometraje une esas tres historias con la del abogado paraguayo Martín Almada, un militante de DDHH -fallecido en 2024-que encuentra los Archivos del Terror en las afueras de Asunción, documentos clave para confirmar el Plan Cóndor.
“Se sabía que se articulaban estas operaciones en Latinoamérica, pero no había pruebas físicas, y él encontró en un departamento de la policía toneladas de documentos que certificaron esto: de que existía esta complicidad, las cartas entre los distintos gobiernos, todas las operaciones. Algo muy importante porque, a través de esos documentos, empezaron a presentarse muchos juicios en todo el mundo”, indicó el cineasta misionero.
Todavía se desconoce la fecha de estreno de “El Cóndor y la niebla”. Por disposición del gobierno nacional, las salas ya no están obligadas a tener en su cartelera al cine argentino.
Además, el cine político que plantea González es de un tenor de difícil aceptación en las salas comerciales, pese a que otras de sus obras consiguieron buenas rotaciones, como las series “Las palomas y las bombas” o “João Goulart en Argentina (La muerte de un Presidente)”, incorporadas en su momento en las grillas de la TV Pública y el Canal Encuentro, respectivamente.
Por eso “estamos avanzando para estrenarla primero en Uruguay, y ojalá en Brasil”, afirmó. “Muy probablemente pueda estrenar en algún país donde se narra la historia antes que en la Argentina”, apuntó sobre “El Cóndor y la niebla”, un largometraje que contó con el apoyo del Instituto Nacional de Cine y Artes Audiovisuales (Incaa) tras ganar el concurso de Documentales Digitales con la idea de “tratar de contar de Latinoamérica, los hechos políticos, sociales. Para tratar de aportar a eso, a la memoria. Ese apagón de memoria que hay cada diez años nos lleva a retrocesos, en algunos casos, cada vez peores”.
Entre Iguazú y la Patagonia
En paralelo al estreno de su quinta película -entre ficciones y documentales-, el cineasta prepara la publicación de su primera novela llamada “Iguazú”, una historia que transcurre en la Patagonia argentina, durante una tormenta en la que un hombre de unos 50 años viaja a visitar a su padre.
“El primer día tiene un accidente. Atropella a alguien y tiene una actitud cobarde de tratar de dejarlo ahí al accidentado. El padre le reprocha eso, termina ayudándolo y el libro cuenta la semana donde este personaje trata de entender cómo llegó a hacer eso, cómo se transformó en alguien capaz de dejar a una persona tirada en una ruta”.
La historia transcurre con los recuerdos que tiene el protagonista con el padre en su infancia en Puerto Iguazú, donde el autor creció y vivió hasta fines de la década del 70, en un pueblo “totalmente aislado”, definió.
“La novela discurre en toda la semana pos-accidente, donde al mismo tiempo se va a encontrando con la realidad del padre que está empezando a tener problemas cognitivos”, agregó el autor que vivió en Resistencia y Rosario antes de radicarse hace veinte años en Buenos Aires, donde se publicará su primera novela con la editorial Caburé.
Director y guionista de cuatro largometrajes y seis series – en las que varias retratan a Misiones-, González se ha consagrado como uno de los cineastas más prolíficos del Litoral argentino. También el año pasado fue premiado su guion del documental “Quiero volverme tiempo” por parte de Argentores. La misma obra que cuenta con el protagónico de Víctor Heredia ganó el Premio del Público en el Festival de Cine de Punta del Este (Uruguay) y obtuvo dos nominaciones en los Premios Sur, en Argentina.
La filmografía de González es un planteo de temas sensibles como la trata de personas, el embarazo adolescente, la militancia sindical o la irrupción militar en las democracias.
“Cada vez se hace más importante esto de construir la memoria, de defender el humanismo, los valores”, reflexionó. “¿Cuánta gente sabe que Brasil tuvo 20 años dictadura y todas estas cosas que particularmente hoy están puestas en crisis principalmente por estos apagones de memoria que parece que suceden en la sociedad y que nos hacen retroceder a una época que pensábamos ya superadas?”.
Cultura
Recuerdos del “Zorzal misionero”: se cumplen 20 años sin José Vicente Cidade

Se cumplen veinte años sin José Vicente Cidade, uno de los máximos referentes de la música misionera. Tal vez todavía cantaban los zorzales a las 9.30 de aquel 12 de julio de 2005 cuando, a los 75 años, dejó de respirar.
Dejó un legado que vive en la cultura, tal como la identidad plena de una esquina posadeña que lo recuerda todos los días en el Centro Cultural que lleva su nombre, por Belgrano y General Paz.
Con un apellido artístico, su hermano Ramón Ayala, consiguió gran notoriedad como el más importante músico de Misiones, aunque no por ello Vicente Cidade es menos imprescindible en la historia. Juntos crearon obras maestras como “El Mensú”, “El Jangadero” o “Canción del Iguazú”.
Con el talento de un arreglista, compositor y multi-instrumentista, Cidade, fue hacedor de piezas clave de la música regional, como “El zorzal tempranero”, una de las más de 300 composiciones -algunos dicen 360 y menos de la mitad grabados- que reunió desde que se formó como músico en Buenos Aires Aires y volvió para su reconocimiento definitivo en la Tierra Colorada.
Justamente, en Buenos Aires, Cidade fue el anfitrión de un reducto sustancial del folklore hace sesenta años: en 1965 abrió la peña “El Hormiguero”, luego “El Hormiguero del Rey”, al mudarse a Paso del Rey, en 1973.
Ese espacio ganó su renombre porque cantaron músicos emergentes y figuras que consiguieron la consagración, como Mercedes Sosa, Argentino Luna, Zamba Quipildor y María Helena. Aún era la época dorada del folklore en el país, cuando ya era popular la canción “El Mensú” (de 1956), obra que también grabarían en sus álbumes Horacio Guarany y la Negra Sosa.
Recién en 1987 Cidade volvería para afincarse definitivamente en Misiones, con claras intenciones de seguir componiendo y divulgar su arte en nombre del terruño que lo vio nacer, aunque también para forjar amistades, nuevos romances y -por sobre todas las cosas- para acompañar a su hermano, con quien soñaba ofrecer un show juntos en el Festival Nacional de la Música del Litoral.
No obstante, en esa vuelta como un Hijo Pródigo, Vicente cargaba con serios problemas de salud. El Zorzal Misionero vivía en Garupá cuando lo internaron por 17 días en un sanatorio posadeño hasta que falleció.
Dos meses previos, había mostrado decaídas muy notables. Para entonces, su cuerpo había resistido un derrame cerebral y un infarto, y su frágil corazón latía gracias a cuatro by pass.
“He sido un receptor del creador, hasta cuando duermo escucho la música en mi cabeza. Por eso estoy tan agradecido”, dijo en su momento el propio Cidade, según escribió la periodista Mecha Villalba.
“No me achicó el paso de la enfermedad o la injusticia, tampoco sé si tuve bajones, o en realidad fueron escaladas de ascenso, sigo creando, estoy en lo mío, con mi gente”, había añadido el El Zorzal Misionero, un apodo que se había ganado hasta el fin de sus días, el 12 de julio de 2005.
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Oda al al trabajador
“Era un bohemio hermoso”, lo define Nene Ciciolli, músico y que compartió una larga amistad con Cidade, con quien además cantaba por diversos lugares de la región.
“Tocaba teclado, violín, guitarra, percusión. Enseñaba vocalización. Él tenía la costumbre de tener siempre un papel y un lápiz en la mano, en el saco, por algún lado, donde dejaba escrito lo que se le ocurría. Y si tenía tiempo le hacía el pentagrama, dibujaba, y al rato te mostraba y te cantaba lo que se le ocurrió”.
Así compuso un día, bajando de madrugada por una calle céntrica de Posadas, en dirección a la avenida Sáenz Peña, donde escuchó a un pájaro cantar. Anotó, y luego le dio forma con el violín a “Zorzal tempranero”, una de las galopas más importantes de la música misionera.
“Siempre le escribió al río, al obrero, al trabajador, al paisaje, a la mujer misionera, a la mujer paraguaya”, remarcó Nene a La Voz de Misiones. “Creo que fue una persona muy importante y reconocido muy tarde. Porque, lo que hizo por nuestra cultura, fue conocido muy poco”, lamentó Ciciolli.
Es que El Zorzal Misionero tenía una mesa gigante donde estaban todas sus composiciones, algunas inconclusas, como “Jesús, música y luz”, inspirado en los Evangelios.
“El escritorio de Vicente era un mundo de canciones, de proyectos, de versos. De canciones sin terminar, todo cosas que ojalá no se haya adueñado gente que no le corresponde”, apuntó Nene.
De lavar copas al conservatorio de música
El 22 de enero de 1922 nació en Posadas José Vicente. Pocos años después, quien de adulto llevaría el apellido Ayala, llegaba a Buenos Aires agarrado de la mano de su hermana Julieta y la madre de ambos, Dolores de Morel.
Gumercindo Cidade, el padre de la familia -que era panadero y fue cónsul argentino en Brasil- había muerto frente a Ramoncito de una grave enfermedad hepática. Entonces la viuda debió ganarse el pan en la Gran Ciudad, mientras el pequeño José Vicente quedaba a cargo de una tía en Misiones.
De esa manera, creció soñando con Buenos Aires, donde estaba su familia y particularmente su admirado hermano. Entonces, un día se escapó de su tía cuando tenía unos quince años para subirse al tren y, al bajar, se puso a trabajar duro en un frigorífico, primero, para por último conseguir un puesto de lavacopas en un bar.
Justamente, el bar significó el lugar fortuito para lo que sucedería después, porque su jefe, Eduardo González Huber, le escuchaba silbar canciones mientras lavaba las copas. Huber era un violinista que le propuso obsequiarle el mismo instrumento si estudiaba.
“El patrón no sabía que él no sabía leer y escribir. ‘Te voy a dejar salir más temprano. Acá a la vuelta hay una nocturna’, le dijo. Vicente era como esas personas dotadas, inteligente. Tres años y monedas le llevó terminar la primaria, todo acelerado. Era muy inteligente”, recordó Ramón Rolón, que fue amigo del Zorzal Misionero y con quien compartió la fundación de la Orquesta Municipal Posadeña y el grupo Posadas Marangatú, ganador de un premio Arandú por su labor musical.
De esa manera y tras culminar la escuela nocturna luego de lavar las copas, Cidade se formó en el Conservatorio de Música Silvestri, del barrio porteño de Barracas. Asimismo, estudió profesorado orquestal en la escuela municipal de Avellaneda; y, por su talento en el violín, integró las orquestas sinfónicas de Buenos Aires, de La Plata, La Camerata Mayo y la Sinfónica de San Pablo, en Brasil.
Ramón recordó que el autor de “Zorzal tempranero” fue un “analfabeto hasta los quince años. Porque su papá murió muy jovencito y él se crió con una tía en San José. Era brava, decía Vicente. Ramón ya se había ido a Buenos Aires con la hermana, la mamá. Ramón ya era un músico. Era la guitarrista de Margarita Palacios. En aquella época era la Mercedes Sosa”.
Como creador e instructor de música para voces, teclado, guitarra, violín y percusión, “fue una persona incomprendida, porque era muy misionero-dice Rolón-. Pintaba Misiones. Porque las obras de Vicente eran para escuchar y analizar, era algo serio. No es que tocaba así nomás, tenía un contenido poético muy rico”.
Para poner un ejemplo, el exdirector artístico de la Orquesta Municipal explicó que era un protector de ritmos misioneros, como la galopa. “Toquen chamamé, si quieren. Pero vayan a tocar en el municipio de San Carlos, Corrientes. Nos paga la municipalidad de Posadas y es para defender lo nuestro”, decía a sus pares de la orquesta.
En el haber quedaron cuantiosas obras que poco y nada volvieron a interpretarse, como “Un ala para dos pueblos”, según recuerda Rolón sobre la obra que Cidade creó pensando en el Puente San Roque González de Santa Cruz.
Un “Bandolero del amor”
Vicente Cidade “era una persona muy correcta, muy romántica. Eso es lo que me conquistó. Yo, por lo visto necesitaba”, confesó Nidia Ciciolli, quien fue pareja del músico en Posadas. A ella le dedicó dos de sus canciones: “Bandolero del amor” y “Nidia no sabe mentir”.
Según recordó Nidia, Cidade “vino de Buenos Aires porque él quería que acá lo conozcan. Porque nadie sabía que él era hermano de Ramón Ayala, por el apellido. También quería acompañarlo a su hermano”.
De esa manera, al retomar contacto con Misiones, “enseguida tuvo la suerte que la gente fuera cariñosa con él. Porque él era de buscar a la gente también. Era muy cariñoso con la gente”, remarcó Nidia.
Ambos se conocieron en el cumpleaños de Nidia. Él llegó con otro músico para cantar, y le pidió prestado un teclado para practicar, la antesala de la relación que luego mantuvieron. En esa época le contó que había llevado en tren a Buenos Aires un tacurú para colocarlo en la peña “El Hormiguero”. Cuando estaba en pleno viaje, los insectos del tacurú salieron en gran cantidad, como para sorpresa de muchos y el espanto de algunos pasajeros.
“Era una persona que tenía mucha gracia, mucha simpatía. Y bueno, era un momento que yo necesitaba a alguien muy gracioso y simpático”, admitió Nidia, quien acompañó a Cidade en complicados momentos de salud y en plena soledad, en un tiempo donde tenía poco contacto con sus hijos.
Uno de los más grandes anhelos de Vicente Cidade era cantar con Ramón, su hermano, en el Festival Nacional de la Música del Litoral, algo que, circunstancialmente, según recuerda Nidia, no sucedió. “No pudo cantar con él. Ese era su sueño”, lamentó.
En nombre del obrero
Un año antes de su muerte, Cidade recibió el Mensú de Oro, la máxima distinción que otorga el Festival del Litoral. Para ese momento, intentaba salir adelante con su delicada salud. En ese camino accidentado se había fortalecido con las notas de su pentagrama, y ni siquiera la Dictadura pudo callarlo del todo, pese a que prohibieron su obra durante siete años, particularmente por “El Mensú”, que compuso a los 19 años con su hermano Ramón.
“El Mensú” se inspiraba en el más apenado trabajador, tal como “El Carbonero” -que grabó Víctor Heredia y La Negra Sosa– que dice en su letra “para el pobre es más duro el invierno”.
Asimismo, tal vez recordando esos días de duro trabajo en los frigoríficos porteños, Cidade también compuso “Corazón obrero”: “Motor de vida y amor, trabajador corazón. Si paras tú, se morirá el universo”, dice el estribillo de la canción que grabó Nene Ciciolli.
En sus creaciones como “Islerita”, “General Indio” y “A Misiones mi tierra”, retrató los colores de la identidad misionera a pura poesía. “(…) Costera, ceibo en flor de la ribera, leñadora y lavandera, hija fiel del Paraná. Costera, no esperés en la escollera que la lancha maderera tal vez nunca volverá”, dice la galopa “Costera”, la pieza de Cidade que interpretaron en todo el mundo y se sigue estudiando como una gema de la música litoraleña, tan valiosa como su propio autor.
Ramón Ayala: El niño que robó una guitarra y que cautivó a Mercedes Sosa
Cultura
Ilán Amores cantó con Manu Chao en Madrid antes de iniciar su “Eurotour”

El posadeño Ilán Amores cantó ayer con Manu Chao en Madrid antes de comenzar su primera gira solista por Europa, que además de España incluye a Inglaterra, Irlanda, Suiza, Francia, Alemania, Países Bajos, Italia y Bélgica.
El recital de Manu Chao tuvo lugar anoche, en el Autocine de Madrid, con localidades agotadas, y además contó con la presencia del rapero mexicano Santa Fe Klan.
Manu Chao ofreció en la capital española un concierto “Ultra acústico”, un espectáculo similar que trajo en noviembre pasado a Posadas. Justamente fue tras ese concierto cuando Manu Chao conoció a Ilán, con quien compartieron unas canciones y luego se encontraron nuevamente para la serenata que le dieron a la antigua vivienda de Diego Armando Maradona en el barrio bonaerense de Villa Fiorito.
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En paralelo a la actuación de ayer, Ilán está recorriendo Europa tal como adelantó La Voz de Misiones hace tres meses. Llegó para arrancar la gira por España, precisamente el 3 de agosto en San Vicente do Mar.
Al otro día seguirá por Madrid, dos días después por Barcelona y el 8 de agosto en Aranda de Duero, para el Festival Sonorama Ribera, donde también estarán sus compatriotas argentinos Bestia Bebé, Fin del Mundo y Sol Pereyra en un encuentro que será protagonizado por los escoceses Franz Ferdinand.
El último recital que dará Ilán en España será el 9 de agosto, en Donosti, para luego seguir, el 13 de agosto, por Dublín, en Irlanda. Luego quedará por seguir el “Eurotour” por Londres y Berlín, además de otras ciudades europeas.
Ilán ya tocó varias veces en Europa junto a su antigua banda punk Argies, aunque esta es la primera vez que llega en plan solista para dar a conocer su propia música.
Ilán Amores: del barrio Patotí al Luna Park para cantar con Pablo Lezcano
Cultura
Presentan hoy libro sobre Cromañón: “es un documento que cuenta la verdad”

Hoy a las 20.30 se presenta en el auditorio de la Escuela de Rock (3 de Febrero 1660) el libro “Voces tiempo verdad”, escrito por Bruno Larocca y que cuenta con prólogo de Estela de Carlotto, además de los testimonios del Indio Solari, Eugenio Zaffaroni y varios de los sobrevivientes de la Tragedia de Cromañón.
La obra fue publicada en 2023, a beneficio de No nos cuenten Cromañón, la organización conformada por sobrevivientes y familiares de la mayor tragedia ocurrida en la historia argentina.
“Nos llevó cinco años de trabajo con Bruno”, explicó Diego Cocuzza, uno de los sobrevivientes de Cromañón que llegó especialmente para la presentación. El libro “era algo necesario, porque se habló durante veinte años sobre Cromañón y no había un documento escrito que cuente la verdad”, añadió.
“Voces tiempo verdad” reconstruye qué sucedió aquel 30 de diciembre de 2004 en el barrio porteño de Once, cuando un recinto habilitado como boliche bailable albergó el recital de Callejeros.
“El principal causante de las muertes de las 194 personas en Cromañón fue la goma espuma utilizada para insonorizar el techo del boliche, el poliuretano que se incendió en una superficie total de ciento setenta y siete metros cuadrados y produjo una nube de ácido cianhídrico”, detalla el libro.

Cómo se ve hoy el hotel lindante donde se encontraba el boliche República Cromañón
“El humo letal que bajó de la media sombra podría haberse evitado, en gran parte, si (Omar) Chabán o los dueños del local hubiesen comprado los mismos paneles que llevan agregado óxido de cobre para impedir su toxicidad. Pero eran más caros”, explica Larocca en la publicación que repasa cada una de las irregularidades en cuestiones básicas, como las puertas de emergencia que estaban bloqueadas la noche fatal.
La obra recuerda cómo trataron los medios el caso “y a porqué llegamos a que ocurra Cromañón. Porqué llegamos a que una forma de celebración era prender bengalas o pirotecnia en recitales”, apuntó Coruzza, entrevistado para el programa “Acá te lo contamos” de FM Radioactiva.
Funcionarios públicos, y del boliche fueron condenados por su responsabilidad en la tragedia, una sentencia que también recayó en los músicos de Callejeros.
“Yo fui a ver un recital habilitado por el Gobierno de la Ciudad de Buenos Aires -manifestó Cocuzza-. Ahí se tendría que terminar la discusión en realidad. Porque yo no fui a una fiesta clandestina. Fui a un lugar que estaba a media cuadra de la estación de trenes más concurrida del país, a diez cuadras del Congreso de la Nación, y a veinte cuadras de la Casa Rosada”.
El sobreviviente de Cromañón reconoció que el boliche “tenía todas las irregularidades producto de alguien que pagó una coima. Lo demás, hay responsabilidades, tanto de la banda como el público al no habernos dado cuenta del peligro que generaban determinadas situaciones que creíamos normales. Pero de ninguna manera llegaría a una responsabilidad penal”.
Cocuzza advirtió que, en ese sentido, “el poder judicial le quiso hacer creer a la sociedad que Cromañón pasó porque había un pibito de 24 años tocando arriba del escenario. O porque nosotros éramos unos inconscientes, y no porque alguien cerró una puerta de emergencia con candado y alambre. No porque alguien todos los días abría el boliche que sobrepasaba la capacidad del lugar. La pirotecnia no era propia de Callejeros. La pirotecnia, lo dice el Indio, era propia de los años 90. Nació en el fútbol, se trasladó al rock con Los Redondos y se fue expandiendo”.
Todas las ventas del libro son destinadas a la organización No nos cuenten Cromañón, más precisamente al programa de asistencia a la salud mental de los sobrevivientes y sus familiares. En la presentación de hoy habrá firma de libros, charla debate y música en vivo.

El ex Callejeros Pato Fontanet y Diego Cocuzza, ambos sobrevivientes de Cromañón
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