Opinión
Sofía, un posteo estoico desde Iguazú

Por: Fernando Oz
Lo recuerdo bien, piso once, departamento B. Ella sí estaba enojada y la vi llorar sentada al borde de su cama, sola. Estuvo un rato largo y la escuché insultar en voz baja, sola. Tenía veintinueve años, un espíritu curioso, bióloga y dos hijos, uno de seis años que dormía en el cuarto contiguo y otro de nueve que la miraba escondido tras el marco de la puerta. Ese día, Mabel había recibido la confirmación de que el avance científico volvía a dejar de ser una prioridad para el país y que el nuevo recorte presupuestario tocaba al Consejo Nacional de Investigaciones Científicas y Técnicas (Conicet) y había que despedirla.
Para peor, meses antes, había rechazado unas horas de cátedra en nombre de la ciencia y sólo le quedaban las clases que daba en el turno noche de un colegio secundario. Lo que ganaba apenas alcanzaba para luz, agua, gas y expensas. El departamento que le prestaba el padre y la mercadería que le traía su madre salvaban el mes; lo que significa ser una privilegiada, al menos en este país donde abundan los empresarios explotadores que comparten la misma tajada de pocos escrúpulos con políticos duchos en la demagogia y sindicalistas desvergonzados que miran hacia otro lado.
Aquello sucedió a la segunda o tercera primavera de Alfonsín, al poco tiempo del regreso de muchos de los científicos exiliados durante la dictadura. Luego, a mediados de la década siguiente, cuando Menem nos introducía al fantástico neoliberalismo, volvió la fuga de cerebros y el despido de los más jóvenes del Conicet. Porque en Argentina, además expulsar a las personas más lúcidas y de mayor experiencia, también nos encargamos en destrozar las ilusiones, carreras y cualquier esfuerzo de las nuevas generaciones.
Recordé aquella escena del piso once los otros días después de leer un posteo que no tiene desperdicio y que les debería dar vergüenza a toda esa farandulesca y quejosa clase de dirigentes, políticos, periodistas y mercenarios del poder.
“Gracias por la preocupación y solidaridad. Estoy y voy a estar bien. No se trata de mí. Se trata de una sociedad cada vez más insensible –y de infancias creciendo en ella–, donde se desacredita la ciencia, la salud pública y la educación como si fueran lujos y no derechos; donde se normaliza el desprecio, la mentira y la violencia; donde se estimula el ‘sálvese quien pueda’ constante, como si la vida en común no importara. Y donde se tratan los recursos naturales como si fueran infinitos, sin pensar en las consecuencias, aunque ya están frente a nuestros ojos. No estoy enojada, y no le temo a la tristeza, a la desilusión un poco sí. Espero mantener la esperanza y la fortaleza para construir cuando tengamos la oportunidad. Abrazo, Lori”.
No conozco a la autora del posteo, jamás la vi ni cruce palabra alguna. Sólo sé que se llama Sofía y que la semana pasada se desayunó con que el indolente gobierno de Javier Milei disolvió el Instituto Nacional de Medicina Tropical (INMet), lugar donde trabajaba junto a otra treintena de investigadores, algunos dependientes del Conicet. Ahora, lo que quede en pie estará en un limbo administrativo junto a la noble idea de la soberanía sanitaria.
Y seguramente no faltará algún idiota útil de turno dispuesto a prender fuego los 16 libros científicos publicados por el instituto, las revistas internacionales con casi 300 artículos elaborados ahí mismo, y las toneladas en información volcadas en tesis doctorales, investigaciones sobre enfermedades. Es que siempre hubo esa clase se miserables que le temen al conocimiento.
El INMet se encuentra en Puerto Iguazú, en la ciudad de las Cataratas, pulmón de una de las biodiversidades más ricas del mundo, corteza natural de la segunda o tercera reserva de agua dulce del planeta: el Acuífero Guaraní. Un sitio estratégico para cualquiera que entienda medianamente de geopolítica, además de ser un paraíso para los biólogos y otras mujeres y hombres amantes de la ciencia y del trabajo de campo. No sé qué irá a pasar con las instalaciones, los laboratorios, el carísimo equipamiento científico, seguramente todo quedará a la firma de algún burócrata o tecnócrata, da igual, que tomará la decisión más incorrecta posible después de un almuerzo chorreado de carbohidratos y alcohol en Puerto Madero.
Vuelvo a leer el posteo y la recuerdo a Mabel secándose las lágrimas y respirando profundo antes de pararse, erguida, con el orgullo de quien se sabe pelando sola y asumiendo el costo de estar viva. “Estoy bien, se trata del futuro, no te preocupes”, le dijo Mabel cuando descubrió que su hijo de nueve la miraba.
Saben qué, los verdaderos referentes de la vida, los que realmente tiran del carro en tiempos de crisis, los que se ponen el delantal, los guantes y barbijo en tiempos de pandemia, catástrofes y guerras, son las Mabeles de ayer, las Sofías de hoy y las Lucianas y Marías de mañana.
Después están los referentes creados artificialmente, los que entran por la ventana, por lo general, incapaces de articular sujeto, verbo y predicado, y cuyo único mérito, o aval, es compartir parentesco, ideología, interés político o por simple obediencia debida al cacique más analfabeto y truhan. Pero ya saben, siempre hubo falsos profetas dispuestos a arrastrarnos al precipicio. Pero siempre hay héroes solidarios, que, desde su casilla, en soledad, están dispuestos a pelear. Es cuestión de, como dice Sofía, “mantener la esperanza y la fortaleza para construir cuando tengamos la oportunidad”.
Opinión
Por la idea del todo y la memoria de Hipócrates

Por: Fernando Oz
Tengo una duda. En verdad miles, pero la más apremiante es ¿qué vamos a votar en las elecciones de octubre? La respuesta parece fácil: votaremos diputados nacionales para que nos representen en la Cámara baja del Congreso, en este caso se renovarán tres de las siete bancas que le corresponden a Misiones. Hasta ahí vamos bien. Pero a quiénes van a “representar” esos legisladores una vez que sean electos es la gran cuestión ¿Representará a un partido político, a una alianza electoral, a un gobierno en particular, a la Nación, a la Provincia?
Señora, señor, candidato, nominado o como usted prefiera que lo llame, cuénteme: ¿los intereses de quién va a representar en el Parlamento? ¿Los míos? ¿Los suyos? La respuesta es de manual y se encuentra en cualquier libro de instrucción cívica básico, o si quieren en la misma Constitución, la madre de las reglas del juego democrático de Argentina.
En resumidas cuentas, la Cámara de Diputados se compondrá “de representantes elegidos directamente por el pueblo de las provincias…”. Así se lee en la segunda parte de la Carta Magna, artículo 45. En la página institucional del Congreso dice que en la actualidad hay 257 diputados que “representan a los ciudadanos en cuanto a atender y defender sus intereses” y son elegidos utilizando el sistema de representación proporcional D’Hondt. A la Cámara de Diputados se la denomina coloquialmente como “la casa del pueblo”. Se entiende que la Nación está integrada, entre otras cuestiones, por un territorio compuesto por las provincias. La idea del “todo”.
En cambio, los senadores representan los intereses de cada provincia. La Cámara alta está integrada por 72 legisladores. Son elegidos tres por provincia y tres por la Ciudad Autónoma de Buenos Aires. Ya tenemos las piezas en su lugar.
Ahora, ¿a quién representa el diputado nacional cuyo voto impide mayor presupuesto para educación, salud o niega un escuálido aumento para nuestros jubilados? Saben qué, el juego del “toma y daca” entre las provincias y el lobby porteño suele ser tan ingrato como miserable. No es de ahora, viene desde antes de la declaración de la independencia, se encuentra en la génesis del ser argentino.
¿A quiénes representaron los diputados Martín Arjol, Florencia Klipauka y Emanuel Bianchetti cuando votaron para que el veto a la ley de financiamiento universitario quedara firme? Lo habrán hecho en nombre de sus electores de Misiones, o a pedido de quienes no los votaron en el resto del país, tal vez por una exigencia de algún partido “a nivel nacional” o a cuenta de Javier Milei, el Poder Ejecutivo. ¿A pedido de quién? En esa misma votación los cuatro diputados renovadores, Carlos Fernández, Yamila Ruiz, Daniel Vancsik y Alberto Arrúa, se abstuvieron. ¿Habrá sido en representación de los intereses políticos de la provincia o en defensa de los estudiantes de toda la nación?
Pongamos otro caso, hay para elegir, el que sea. Por ejemplo, cuando Arjol convalidó el veto a la reforma jubilatoria, pese a que tres meses antes había votado a favor de la ley ¿a quién representó con su decisión? Después sabemos lo que vino: divorcio con el radicalismo y peluca radiante. Pero, en aquel momento, cuando tomó la decisión política, ¿qué intereses defendió? Lo más probable es que diga que lo hizo para proteger al conjunto y no a un sector en particular. Pero convengamos que eso es lo que diría cualquiera en sus zapatos. Lo que intento plantear es cuál es el límite del “toma y daca”, hasta dónde llega el planteo ético del juramento de un diputado nacional y los verdaderos intereses que representa.
Tengo un amigo que se llama Rafael, es médico y trabaja desde hace casi dos décadas para Médicos Sin Fronteras. Una vez, no hace mucho, mientras me contaba sobre su última misión en Siria y tomábamos unos tragos, le pregunté cuándo se iba a dedicar a ganar dinero haciendo cirugías estéticas en una clínica privada. “Lo hago por la memoria de Hipócrates”, me contestó. Ya saben, el griego que lleva el mote de ser el padre de la Medicina, el que transformó la práctica médica de su tiempo desafiando siglos de supersticiones o explicaciones mágicas.
Hipócrates también fue filosofo. La idea central de su pensamiento, de su filosofía es el principio de totalidad. La idea del “todo”, esa era su visión sobre el rol del médico en la sociedad. De ahí viene el famoso Juramento Hipocrático que hacen los médicos cuando se reciben: acompañar al paciente, curar y una serie de puntos de la ética médica que no vienen al caso.
¿Los intereses de quién defendió esta semana el diputado Carlitos Fernández cuando votó en contra del tratamiento sobre tablas del proyecto de emergencia nacional pediátrica? ¿Lo hizo por la Provincia o por la Nación? Habrá sido “por Dios y la Patria”, tal como juró cuando asumió como un honorable diputado nacional. Digo: ¿en quién tengo que confiar mi voto si el médico pediatra, el del Juramento Hipocrático, vota en contra del Garrahan?
Ese mismo día, Arjol, abogado y profesor, votó en contra del tratamiento de la ley de financiamiento universitario. Lo mismo hicieron los otros seis diputados nacionales de Misiones. Es que todos ellos, a juzgar por sus votaciones, parecería que cada día coinciden en más cosas. El médico contra el derecho a la salud pública y el profesor contra la educación pública.
El día que el médico pediatra Fernández asumió escribió en X: “Con Orgullo y Respeto, asumo la Responsabilidad y Compromiso de ser Diputado Nacional, así defender los Derechos de todos los habitantes de mí querida provincia”. Y juró, en el Congreso, bajo la fórmula de rigor, el respeto y cumplimiento de la Constitución Nacional.
Es bueno saber desde dónde va a jugar cada uno de los candidatos antes de votarlos. Primero para saber a quién elegir, segundo para saber a quién reclamarle. Diego Hartfield, el diputado provincial electo por La Libertad Avanza, que le gustó el asunto y ahora quiere anotarse para ser candidato a diputado nacional, dijo esta semana que “ojalá, Misiones algún día salga a tomar deuda”. Con esa afirmación, entre otras, el ex tenista y bróker de negocios ya deja claro, de algún modo, qué intereses va a representar.
Opinión
Pensar desde acá, actuar hacia allá

Por: Micaela Gacek.
@MicaelaGacek
En estos días que corren la sociedad misionera ya no necesita dirigentes que se escondan cuando las cosas se complican. Necesita líderes que caminen con la cabeza alta en las buenas y en las malas. Que vuelvan a mirar a la gente a los ojos. Que se animen a reconocer errores y tengan el coraje de corregir el rumbo antes de que sea demasiado tarde.
Creo en un liberalismo misionero. No importado ni copiado. Un proyecto local, con centro en el ser humano, que se construye desde abajo hacia arriba. De acá para allá, no de allá para acá. Porque cuando las soluciones se piensan desde lejos, lo que está cerca se rompe.
Quiero un Estado suficiente. Lo justo y necesario. No para controlar la vida de las personas, sino para garantizar lo que verdaderamente importa: salud de calidad, educación de excelencia y una seguridad que proteja sin abusos. Eso no es lujo. Es dignidad básica.
Representar no es obedecer ciegamente a un gobierno nacional. Representar no es ser funcional a los intereses de turno. Representar es sostener la voz de la provincia con autonomía, con coherencia, con respeto. Y sobre todo, con independencia.
Estoy convencida de que gobernar no es repartir contratos ni acomodar parientes. Gobernar es estar. Escuchar. Caminar con la gente. Decir la verdad. No estar solo cuando hay aplausos, sino también cuando toca enfrentar momentos difíciles.
La política necesita volver a ser humana. Más cerca de la realidad. Más conectada con lo cotidiano, con lo que viven las familias, los jóvenes, los trabajadores, los que emprenden y los que sostienen.
No venimos a imponer. Venimos a proponer.
No creemos en soluciones mágicas. Pero sí en ideas claras.
No queremos representantes obedientes. Queremos representantes presentes.
Este es un camino. No el único. Pero sí el que creemos necesario.
Un camino que parte desde Misiones, con identidad bien nuestra, con respeto por nuestras raíces, por nuestros abuelos que escaparon del caos y encontraron en esta una tierra fértil donde desarrollar su proyecto de vida, y sobre todas las cosas con la convicción de que se puede hacer política de otra manera.
Una manera más humana.
(*) Candidata a diputada nacional del Frente Renovador Neo
Opinión
Una presión fiscal que ahoga: el modelo impositivo misionero está agotado

Ariel “Pepe” Pianesi
@pepepianesi
La contracción de la economía y la caída del consumo de alimentos y productos básicos vuelven a poner en agenda el abusivo sistema de tributación que sostiene la gestión renovadora en Misiones.
A la crisis de la yerba mate y la mandioca, ahora se suma el pedido de auxilio del sector forestal, que atraviesa uno de los momentos más difíciles de los últimos años. La combinación de baja demanda en el mercado interno y parálisis total del mercado externo deja a esta industria clave en una situación crítica. En un comunicado reciente, AMAYADAP —la asociación que nuclea a empresas del rubro— reclamó medidas urgentes al gobierno provincial, entre ellas, la devolución de saldos a favor en el impuesto a los Ingresos Brutos.
Este es un punto que venimos señalando desde hace mucho tiempo. A pesar de los esfuerzos de la oposición, aún no existe claridad sobre el monto total acumulado en concepto de saldos a favor, aunque se estima que equivale a más de una recaudación fiscal completa de un año. Y lo más grave: no hay señales de voluntad política para devolver esos montos, permitir su compensación o, al menos, eximir de las retenciones automáticas en cuentas bancarias.
Otro aspecto crítico es el de los anticipos impositivos. Si bien el impuesto sobre los Ingresos Brutos se cobra en todas las provincias con tasas similares, muy pocas exigen su pago adelantado. Esta práctica distorsiva afecta profundamente al sector privado: achica el comercio, encarece los productos para el consumidor final y termina desalentando la inversión, el desarrollo y la creación de empleo.
El modelo misionero llega a extremos que no se ven en otras jurisdicciones. Un ejemplo es la retención del 8% sobre rendimientos de inversiones bursátiles, como los plazos fijos. Es decir, si un ciudadano busca cubrirse de la inflación invirtiendo su dinero, la Agencia Tributaria de Misiones le cobra no una, sino dos veces: al ingresar el dinero a su cuenta, y luego sobre las ganancias obtenidas. Todo esto, a pesar de que la Comisión Arbitral ha señalado que esa retención es ilegal.
Y como si todo esto fuera poco, el sistema se completa con una verdadera aduana interna, que obstaculiza el libre comercio dentro del país, castiga a las empresas locales y expulsa inversiones hacia provincias vecinas o incluso hacia Paraguay. Son muchas las empresas que abandonaron Misiones o dejaron de operar con ella por considerar que la carga impositiva supera la rentabilidad.
Este modelo fiscal, basado en una recaudación insaciable para sostener una caja electoral inédita en el país, está agotado. Es urgente rediscutir la matriz impositiva y avanzar hacia un sistema que premie a quienes invierten, generan empleo y apuestan por el desarrollo. Misiones tiene todo para ser un polo productivo, comercial y exportador. Pero para eso, necesitamos un régimen impositivo que empuje, no que asfixie.
(*) Diputado Provincial UCR
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