Opinión
La incoherencia radical

Por: José Luis Pastori
La defensa de la institucionalidad y la independencia de los poderes exige, de manera ineludible, un compromiso con la coherencia. No se puede invocar la transparencia o la pureza institucional con discursos oportunistas cuando la historia reciente desmiente tales pretensiones.
Con el retorno de la democracia, el gobierno radical de Misiones celebró la incorporación al Superior Tribunal de Justicia de una figura de su propio espacio político. En 1987, el entonces gobernador Ricardo “Cacho” Barrios Arrechea impulsó la designación del doctor Ismael Acosta, diputado en ejercicio, como ministro y posteriormente presidente del STJ, proceso que culminó bajo la gestión de Luis María Cassoni. En aquel momento, nadie cuestionó la independencia judicial. Por el contrario, se valoraron la solvencia profesional y el compromiso democrático de Acosta como credenciales suficientes.
Resulta, por tanto, sorprendente y preocupante que hoy dirigentes como Ariel “Pepe” Pianesi utilicen la sospecha como herramienta política, cuestionando designaciones solo por el hecho de que los candidatos hayan ocupado cargos en el Ejecutivo provincial. Si este criterio se aplicara con rigor retrospectivo, gran parte de la historia institucional misionera quedaría bajo sospecha. La coherencia no puede ser selectiva ni supeditada a conveniencias políticas: no puede variar según se esté en el gobierno o en la oposición.
Figuras como el doctor Marques Palacios, exabogado de EMSA, o el doctor Bertolini, un radical que nunca ocultó su identidad política, fueron reconocidos en su momento por su capacidad profesional y compromiso con la justicia. ¿Qué ha cambiado? Solo la narrativa oportunista de una oposición que parece priorizar el relato por sobre los hechos.
La independencia judicial no se construye sobre prejuicios políticos, sino sobre la integridad moral, la idoneidad técnica y una conducta pública intachable. Reducirla a un juego de alineamientos partidarios empobrece el debate institucional y degrada la justicia que se dice defender.
Además, el respeto por la legalidad debe ir de la mano con el respeto por la humanidad, la vulnerabilidad y los cambios sociales que caracterizan a una sociedad moderna. Es inaceptable que quienes ayer atacaron a la doctora Venchiarutti por decisiones ajustadas a derecho hoy dirigen sus críticas hacia otra mujer, cuestionándola únicamente por su trayectoria en el servicio público.
El pueblo misionero merece dirigentes lúcidos, profundamente humanos y capaces de distinguir entre un debate de ideas y una estrategia de obstrucción. Sin embargo, una oposición “radicalizada” parece haber optado por el camino más sencillo: oponerse por reflejo, sin reflexión ni memoria. Cuando estuvieron en el poder, recurrieron a sus propios cuadros para integrar la Justicia; hoy, desde la oposición, reniegan de lo que alguna vez avalaron.
La Justicia es un pilar demasiado valioso para ser escenario de mezquindades políticas. La coherencia, un valor escaso en la política actual, debería ser el primer requisito para quienes dicen defender las instituciones. Solo así se construye una democracia sólida, basada en el respeto, la consistencia y el compromiso con el bien común.
*Diputado provincial Frente Renovador Misiones.
Opinión
De Fred Machado a la ociedad silenciosa

Por: Fernando Oz
El Cantón también se encuentra en la ruta del blanqueo de capitales ilegales de Fred Machado, el narcotraficante que reconoció en una reciente entrevista haber realizado aportes millonarios a la carrera política de José Luis Espert. En el mapa de operaciones sospechosas que incluyen negocios mineros, aéreos y turísticos; Puerto Iguazú, la ciudad de las Cataratas, fue uno de los destinos elegidos.
Hace unos días, la Corte Suprema de Justicia habilitó su extradición a Estados Unidos, donde es investigado por lavado y fraude. Su nombre completo es Federico Andrés “Fred” Machado, tiene 57 años, nació en Viedma, de capricornio, piloto civil. Estuvo radicado durante un tiempo en Miami, Florida, donde posee al menos dos compañías dedicadas al rubro de la aviación: South Aviation Inc. y Pampa Aircraft Financing.
La primera vez que oí hablar de Machado fue en 2011, cuando me tocó cubrir el caso de los hermanos Juliá, dos pibes bien que fueron detenidos en Barcelona apenas aterrizaron con un avión cargado con casi una tonelada de cocaína. El que me lo nombró llevaba chapa de la DEA, seguía el caso de cerca y había pasado la mitad de su carrera trabajando en América del Sur.
Había sido que, a través de South Aviation, Machado le entregó a Gustavo Juliá un avión moderno con el que, entre 2009 y 2010, comenzó a volar a Europa. En 2012, Juliá fue condenado a 13 años de cárcel en España por el contrabando de 944 kilos de cocaína. En esa cobertura, en la que también hablé con policías de España y Bolivia, funcionarios judiciales, viejos oficiales de la Fuerza Aérea reconvertidos en prósperos empresarios del mundo aeronáutico y fuentes ligadas a la investigación, aprendí muchas cosas, una de ellas es que el negocio de los brokers aéreos suele estar tan sucio como una papa.
Volviendo al caso que nos importa. Machado está bajo la mira de un Tribunal del Distrito Este de Texas por múltiples delitos graves, entre ellos presunta asociación ilícita para la fabricación y distribución de cocaína, conspiración para cometer lavado de dinero, conspiración para cometer fraude electrónico y conspiración para cometer violaciones de exportación y violaciones de registro federal que involucran aeronaves.
Las actividades ilegales involucrarían un monto aproximado de U$S 350 millones desde 2016. En relación con sus negocios de aviación, la investigación sostiene que Fred habría reclutado inversionistas para invertir en depósitos de compra de aeronaves para transacciones de venta que nunca se concretaron, utilizando esos fondos para fines distintos. Su socia en un fondo fiduciario vinculado a la causa en Texas, Debra Lynn Mercer-Erwin, ya fue condenada a 16 años de prisión.
Justamente, a fines de 2016 desde el gobierno de Tucumán se anuncia el inicio de un convenio con Avian S.A., la empresa que compró Mac Air y que controlaría Avianca en el país. Todo eso sucedía en plena revolución de los vuelos con cielos abiertos, establecida por la administración del entonces presidente Mauricio Macri.
Fue así como Germán Efromovich –otro muñeco interesante que luego fue detenido en Brasil– comenzó a visitar Tucumán con la promesa de que Avianca instalaría un Hub en el aeropuerto Benjamín Matienzo, para conectarlo con decenas de destinos en América y Europa. La aventura de Avianca en Tucumán parecía plasmarse después de que el 20 de septiembre de 2017 se hiciera un vuelo de prueba para unir Tucumán con Misiones, que trasladó al tucumano Juan Manzur, que en aquel momento era gobernador, y a parte de su gabinete.
La aviación fue la coartada perfecta. En un país donde volar es sinónimo de progreso, Machado lo entendió antes que nadie: por arriba de las nubes, la ley es difusa, y el dinero viaja más rápido que la justicia. Los aviones, esos pájaros metálicos que cruzan la pampa y la selva, se transformaron en el vehículo ideal para el lavado y el contrabando. Empresas fantasma, contratos opacos, operaciones en la zona franca y un puñado de funcionarios que miraban para otro lado. En Argentina, el cielo no es el límite: es la zona liberada.
El blanqueo es un arte que se aprende y se enseña. Las operaciones de Machado ponen en evidencia la facilidad con que el dinero sucio se convierte en inversiones, propiedades y campañas electorales. El sistema financiero, como siempre, sirve de facilitador; y la aviación, de acelerador. El resultado: millones que desaparecen del radar de la ley, pero no del de la codicia.
Días atrás, antes de ser trasladado desde su residencia en el sur, donde cumplía detención domiciliaria, hacía una cárcel donde esperará ser extraditado, Fred Machado reveló en una entrevista que conoció al senador nacional Manzur tras un intento de instalar una aerolínea en Tucumán. Aclaró que no hizo negocios con el ex gobernador peronista.
En entrevista con el diario Clarín, el empresario aéreo también se refirió a sus vínculos con dirigentes políticos. “A Manzur y al de Salta (afirman que se refería a Juan Manuel Urtubey) lo conozco porque estaba yendo con un amigo que buscaba poner una aerolínea con base en Tucumán. Es la famosa aerolínea que le compran al Grupo Mac Air”, contó el financista del diputado de La Libertad Avanza José Luis Espert.
La llegada de Avianca al Cantón en 2017 fue aplaudida por todos, incluidos empresarios turísticos, especialmente hoteleros. Hasta Hugo Passalacqua, que en ese momento también era gobernador, fue a recibir a Manzur cuando aterrizó en Iguazú con el promocionado vuelo. Es que la promesa parecía grande, había entusiasmo. Minutos antes del show, el presidente del Iguazú Turismo Ente Municipal (Iturem), Leopoldo Lucas, decía en diálogo con Radio Yguazú que del “vuelo de Avianca del que se viene hablando desde el año pasado” servirá “para unir desde Tucumán al noroeste con el noreste del país” y hacer un puente aéreo entre Posadas-Iguazú-Florianópolis (Brasil).
En realidad el proyecto Avianca era mucho más amplio, el plan era quedarse con una buena tajada de las rutas aéreas que conectaban ciudades claves de Bolivia, Paraguay, Brasil y el norte argentino. El negocio se truncó por un entramado judicial que nada tenía que ver con el lavado de dinero ni con el narcotráfico. La entrega de 36 rutas aéreas por parte del gobierno de Macri a la compañía provocó denuncias por supuestos conflictos de intereses comerciales relacionados con Mac Air, la empresa que controló Franco Macri (padre de Mauricio), hasta 2016.
La cuestión es que la iniciativa se desplomó. Personalmente no creo que Passalacqua, ni su ministro de Turismo, José María Arrúa, hayan sabido quiénes estaban detrás del negocio; al fin y al cabo, Avianca es la marca de una línea aérea colombiana que aún hoy es de las más importantes del mercado internacional. Nada tiene que ver la marca de café Juan Valdez con el delincuente del licenciatario, por poner un ejemplo.
En 2019 uno de los tantos aviones de la flota alquilados o comprados por Machado, algo típico en el rentable pasamanos entre bróker aéreos, aterrizó en el aeropuerto de Posadas. Esta vez no traía a ningún gobernador, sino que al economista José Luis Espert y a un grupete de colaboradores del momento. Estaba de gira presentando su libro “La Sociedad cómplice” y en plena campaña electoral como candidato a presidente.
Aquella vez, Espert, en la Berna del Cantón, estrechó manos, visitó canales de televisión, se sacó fotos, hizo conferencias de prensa, reuniones privadas, estrechó vínculos, repartió sobres e hizo promesas. Tal vez, sean sólo habladurías.
Además del llamado caso del “narcoavión”, lo que les contaba de los hermanos Juliá, el nombre de Machado también figuró en otros episodios de alto impacto en la Argentina, como por ejemplo en los vuelos que realizaba el empresario kirchnerista Lázaro Báez, presuntamente para lavar dinero proveniente de la corrupción.
La historia de Fred Machado es la de un argentino que entendió rápido cómo funcionan las reglas del salvajismo global: si no podés ganar, corrompé; si no podés avanzar, soborná; si te acorralan, volá. De la mano de sus empresas de aviación —Aerocargo, South Aviation, Aero Jet, entre otras— tejió una red que llevaba más que pasajeros: transportaba millones, sueños de progreso y paquetes que no pasaban por aduana.
Es la misma historia de siempre que se repite en bucle: vuelos privados que cruzan fronteras sin control, cargamentos que cambian de manos en hangares discretos y oficinas donde el silencio es la única contraseña. Y en cada paso, un socio, una firma, un cómplice. Los nombres cambian, pero el mecanismo se repite. De un hangar sale un avión, de una cuenta sale dinero, y la Argentina pierde parte de su inocencia, si es que alguna vez la tuvo.
Fred Machado es mucho más que uno de los nombres del momento. Es el síntoma de una enfermedad grave, el narcotráfico, que no se cura con allanamientos ni con extradiciones. Es el reflejo de una Argentina que se indigna por las redes sociales y se resigna en la vida real. La sociedad cómplice no es sólo la que calla: es la que elige no mirar demasiado y, cuando mira, se consuela con una ironía amarga.
Opinión
El progreso, ese enemigo público

Por: Fernando Oz
Conozco esa clase de sujetos, suelen ser los de siempre. No son revolucionarios ni luchadores sociales; son los custodios del statu quo, los que ven en cada avance una amenaza personal, los que prefieren el lodo de lo conocido a la promesa de la modernidad. Como si fuera pecado crecer, como si prosperar fuera una traición a las costumbres. Pero, claro, hay gente que hace de la obstinación un oficio y de la mezquindad una bandera.
Dejemos de tropezar con las mismas piedras si queremos avanzar. Les cuento una de túnel del tiempo. Pocos meses antes de que finalizara el siglo pasado, un joven reportero quedó en medio de una batalla campal entre una prestigiosa Cámara de Comercio y un poderoso grupo económico de ultramar, pero de pabellón nacional. Los primeros arrancaron con un ataque preventivo apenas se enteraron de que los segundos estaban por ponerles un “mega supermercado” en las narices.
Los comerciantes, siempre apesadumbrados por la situación económica, hicieron cónclaves para analizar la situación y después pasaron a realizar reuniones ampliadas con los “líderes y representantes de las fuerzas vivas”, y continuaron con un repentino espíritu asambleario convocando a la sociedad a combatir al invasor.
Fue un revuelo grande, hasta llegaron a cortar el acceso a un puente internacional y, días antes, los medios más importantes del país ya se habían instalado en el lugar para cubrir el asunto. La movida debe haber costado lo suyo, pese a que los hombres de negocios del lugar no se destacaban por su filantropía; en aquella ocasión, tuvieron que tocar las alforjas.
La cuestión es que la gente estaba indignada. Una señora repetía en la radio que ese mega supermercado iba a conducir a la ciudad hacia la perdición; el almacenero de un barrio se encadenó a las rejas del Concejo Deliberante y los del gremio de los empleados de comercio movilizaron lo suyo.
La realidad es que nadie sabía muy bien cuál sería el alcance del faraónico emprendimiento extranjero. Entonces, los temerosos al cambio se defendían ante lo desconocido, mientras los especuladores de siempre aprovechaban la confusión para llevar agua a su molino. Tras la tensión y el show business, el entuerto se resolvió como comenzó: en cónclaves a puertas cerradas.
Nada de lo que dijeron que iba a suceder ocurrió. No fue un mega supermercado, sino una zona franca con un área destinada al comercio internacional con depósitos fiscales y otra para el comercio minorista de marcas internacionales. Se construyó en un lugar donde antes había una capuera que era utilizada por contrabandistas de diferente talla. Las obras finalizaron en 36 meses, significaron una inversión de 12 millones y medio de dólares de entrada y el monto total en obras fue de unos 35 millones de la misma moneda. Sé que después construyeron una escuela y un par de obras más para el municipio.
Los honorables comerciantes de la Cámara de Comercio no se fundieron y el almacenero de las cadenas tiene dos supermercados. La construcción de la Zona Franca Puerto Iguazú produjo cientos de puestos de trabajo de manera directa e indirecta; desde hace unos veinticinco años viene dando empleo a muchas personas y el duty free shop –con marcas internacionales– terminó siendo un atractivo más del destino turístico y considerado como uno de los mejores free shops del mundo.
London Supply es la compañía que explota el área exenta de impuestos en Puerto Iguazú, tiene una experiencia de más de 80 años como proveeduría marítima y operadora aeroportuaria, está integrada por capitales argentinos y tiene experiencia en gestionar el riesgo porque, miren lo que hicieron entre 1999 y 2002, en plena crisis.
Ahora, desde que hace unos días se confirmó que la compañía London Supply extenderá sus operaciones en el Cantón con dos zonas francas más, una en Posadas y otra en Irigoyen, comenzaron a oírse voces que pronostican infortunios. Como verán, todos los tiempos tienen sus agoreros de turno, defensores de una tajada en nombre propio o ajeno, ya sea por la paga o por pura convicción.
Cuesta creerlo, pero veinticinco años después, los saboteadores siguen ahí, con la energía de quien nunca leyó un libro de historia. Cambian los nombres y los lemas, pero el fondo es el mismo: “No a la modernidad, sí a mi pequeño negocio”. ¿Y el bien común? ¿Y el desarrollo? Bien, gracias. Para esta gente, Misiones es una finca privada y el futuro, un enemigo a derrotar. No hay argumentos, solo intereses. No hay visión, solo egoísmo.
Miren otro caso, pero del mismo palo. La Entidad Binacional Yacyretá (EBY), empeñada en modernizar nuevas áreas de la costanera y transformar la Bahía El Brete en un verdadero espacio público digno, tropieza con una fauna conocida: los enemigos del desarrollo. Se oponen al cambio por sistema, como quien teme que el cemento arruine la memoria. Pero la memoria no se construye con barandas oxidadas, sino con oportunidades. La modernización del área costera traería calidad de vida, turismo, acceso ciudadano y belleza urbana. Pero, claro, para algunos, todo eso es sospechoso.
En el fondo, la oposición a la Bahía El Brete no es más que la defensa de intereses particulares. No podemos dejar que la planificación urbana de un espacio público intente ser coaccionada desde la mesa de una cafetería por un grupo de amigos de la secundaria.
Son las mesas a las que también acuden los mismos diputados que el jueves pasado votaron en contra del presupuesto para que la provincia funcione, miren lo que son las cosas. Pero también se sientan jueces, fiscales, ministros y empresarios de pocos escrúpulos que en algún momento habría que alumbrarlos. En definitiva, todo aquel que tenga lo suficiente para tener a su embarcación a mano.
Los opositores a la modernización claman por conservar lo que, en realidad, nunca supieron cuidar. Se oponen al reordenamiento urbano como si defender la mugre y el desorden fuera un acto heroico. Atacan a la EBY, desacreditan obras, desinforman y siembran dudas. En el fondo, temen que la ciudad deje de ser refugio de pocas oportunidades y se convierta en un lugar donde todos puedan vivir mejor. La resistencia al cambio, en Bahía El Brete, tiene la misma raíz que en Iguazú: el miedo a perder prebendas y privilegios, el terror a que el progreso ablande las fronteras del egoísmo.
El progreso en Misiones no fracasa, pese al permanente viento en contra de sectores minúsculos y mezquinos, por la voluntad política de impulsar ideas y convertirlas en hechos, como lo fue en su momento la propuesta de “vivir de cara al río” que realizó Carlos Rovira y que nos trajo la actual costanera, un lugar de todos y para todos. Fracasaría si quienes pudieran liderar el cambio prefieren recostarse en la comodidad del “no se puede”, y quienes pueden invertir son vistos como herejes, capaces de romper el orden preestablecido. Así, cada intento de modernización se convierte en un combate, cada propuesta en motivo de escándalo, cada inversión en amenaza a la paz de los mediocres. Modernizarse no es peligroso, abrirse al mundo –ni hablemos– es casi una obligación. Hoy, nuevamente la provincia se debate entre el deseo de avanzar y el terror a perder los privilegios de unos pocos.
Opinión
Misiones: la chacra que se apaga

Por: Maura Gruber
@maura_gruber
Productora y empresaria. Candidata a Diputada Nacional por la Alianza La Libertad Avanza Misiones
¿Por qué me metí en política? Porque estoy cansada de que nos pongan trabas para producir libremente y siento que es el momento de que el sector tenga una persona que conozca de primera mano no sólo las necesidades de su sector, sino que tenga capacidad de diálogo con todas aquellas personas que producimos, que sembramos, que cuidamos y que apostamos por un crecimiento real.
La producción no es solo un motor económico. Es la base del arraigo, la dignidad del trabajo y el verdadero desarrollo de nuestra región. Producir es aportar a la vida, al trabajo y al futuro de nuestra provincia. Sé que si queremos un verdadero desarrollo el único camino posible es escuchar, entender y potenciar a quienes todos los días sembramos, cosechamos, criamos y transformamos. Y para eso necesitamos condiciones reales: energía confiable, impuestos razonables y caminos que permitan que lo que producimos llegue a los mercados. Sin esas condiciones, hablar de desarrollo es solo una frase vacía.
Desde que inició la campaña, el kilometraje de mi vehículo no para de subir. ¿Y saben qué es lo más curioso? Una de las primeras cosas que escucho cada vez que llego a cada municipio o paraje, es “qué suerte que viniste, te estábamos esperando”. ¿Qué clase de dirigentes tenemos? ¿Podemos hablar de representantes, cuando en realidad ni siquiera se acercan a los verdaderos dueños del poder? Ir a las chacras a visitarlos, no debería ser un acto digno de elogiar. Por el contrario. Es la condición mínima que debiéramos cumplir como representantes. Y ese es mi compromiso para con el sector productivo: ser su voz.
No porque me crea experta y conozca todos los problemas de quienes trabajan en el campo. Sino porque recorrí cada pueblo, cada municipio y cada chacra donde fui invitada por quienes viven esa realidad día a día. Porque creo que la mejor manera de representar al sector es estando cerca, escuchando, aprendiendo y transformando esas demandas en propuestas de ley que alivien la carga impositiva, mejoren la logística y promuevan la competitividad. Eso es legislar con los pies en la tierra.
Como productores sabemos que la provincia del “start up” es solo una pantalla. Muchos se ven empujados a la informalidad por las trabas impositivas y burocráticas. La verdadera economía del conocimiento en Misiones está en la chacra, en la innovación cotidiana de quienes producen a pesar de las dificultades. ¿La tierra del start up puede ser una realidad con la alta carga impositiva que tiene Misiones? Ingresos brutos, tasa forestal, impuesto al agua…son sólo algunos tantos ejemplos por los cuales tributamos en la jurisdicción.
Conversando junto a productores de mandioca, me encontré con un reclamo fundamental: la demanda por importar maquinaria usada o nueva desde países vecinos como Brasil, ya que la de producción nacional es costosa y en muchos casos, inaccesible. Ese reclamo no es solo de ese sector: lo escucho en distintos sectores que necesitan modernizarse. Importar maquinaria no es un privilegio: es darle al productor las herramientas para competir de igual a igual con Brasil y Paraguay.
Quiero trabajar para que podamos llevar al Congreso de la Nación un régimen aduanero ágil y transparente para las zonas de frontera productiva. La aduana debe ser un puente al desarrollo, no un laberinto de trabas. Así nuestros productores podrán exportar e importar a menores costos. Si queremos desarrollo real, debemos empezar por facilitarle la vida a quienes producen y dejar de ponerles obstáculos.
Soy candidata a diputada nacional porque estoy convencida que el camino que elegimos es el correcto. Sé que falta, y falta mucho todavía. Pero este es el camino. El de la libertad, el de la producción, el de la gente de bien que trabaja y se desarrolla. Un modelo de país donde el que las hace las paga. Donde se crece gracias al fruto de su esfuerzo y trabajo cotidiano, y no a costa de un subsidio estatal.
Este es el camino que elegimos quienes producimos y trabajamos en las chacras. El de un modelo de país donde la única manera de sacarlo adelante es trabajando y mejorando las condiciones para que nuestra provincia, productora por naturaleza, pueda lucirse en todo su esplendor. Nuestro rol como representantes tiene que ser acompañar, nunca generar falsas dependencias. Nuestro deber es simple: liberar las fuerzas productivas de las cadenas de impuestos, burocracia y energía deficiente. Ese es el mandato que voy a honrar.
Estamos frente a una elección nacional, donde vamos a elegir entre un modelo que produce pobres y otro que apuesta a ordenar la economía para sacar a millones de argentinos de la pobreza. Entre quienes ponen trabas al desarrollo y quienes trabajamos para romper cadenas.
Elijo una provincia de trabajo y desarrollo. Elijo que mis hijos vivan en un país que mejore las condiciones para competir y que amplíe oportunidades. Elijo el camino del bien, donde quienes trabajan, pueden desarrollarse. Elijo la libertad de crecer. Elijo que Misiones, productora por naturaleza, tenga al fin las condiciones para desplegar todo su potencial.
Reafirmo una vez más, que el camino que elegimos en 2023 es el correcto. Y que, aunque falta mucho, es indispensable mantenernos firmes en el rumbo elegido. Hagamos que el esfuerzo valga la pena.
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