Opinión
Inconsciente Colectivo

Por Richard Cantero
INSTAGRAM/richardfcantero/
“… Pero a la vez existe un transformador que te consume lo mejor que tenés.
Te tira atrás, te pide más y más y llega el punto en que no querés…”
Charly García
En agosto de 1982 yo tenía 11 años y las heridas de Malvinas todavía sangraban desgarradas por todas partes en Argentina. A pesar de mi corta edad, pude percibir la euforia en charlas de gurisada cuando en la fantasía valiente de pibes imaginábamos defender Malvinas, motivados algunas veces por el vuelo rasante de aviones de combate que vimos pasar varias veces no mucho más arriba de los techos de la escuela Fraternidad o de nuestras casas en el barrio, en Villa Cabello, cerca del aeropuerto. Nosotros crecimos con la conciencia de que las islas son dos hermanas llevadas a la fuerza por un enemigo invasor y que debíamos ir a buscar y traerlas de regreso. Tal vez por eso pude percibir también la angustia y el dolor de la pérdida de vidas tan jóvenes, de pibes apenas un poco más grande que nosotros, de hijos, de primos, hermanos, novios, esposos, padres, vecinos, amigos de otros amigos apenas salidos del colegio secundario o cursándolo todavía. La angustia de la derrota colectiva que nos consumía por dentro cuando los medios nos decían y titulaban que estábamos ganando.
En octubre de ese mismo año Charly lanza Yendo de la cama al living y un año después, en 1983 con Click Modernos, seguía yendo y viniendo entre canciones que nos hicieron ver de personas que podían desaparecer. Amigos del barrio, cantores de radio y los que andan por la calle que, en definitiva, no es otra cosa sino cualquiera de nosotros y en cualquier edad. Obreros, trabajadores activos y pasivos de todas las áreas, estudiantes, nietos, hijos y abuelos que tanto ayer como hoy nos movemos entre dinosaurios que rugen desde siempre sus violentos discursos belicosos que adornan con pompas y títulos épicos o arengas revolucionarias. Así supimos de procesos de reorganización nacional o de revoluciones de la libertad o libertadoras, o libertarias. O incluso una un poco menos épica como la revolución de la alegría que, no por menos épica; acaso esté menos presente en el desánimo social y no sea esa alegre revolución, la gota que llena el vaso en el inconsciente colectivo.
Sea que fuere un dinosaurio o un transformador, sabemos que eso que Charly vio y cantó, se alimenta de nosotros y no nos deja tranquilos. Parece no quedar dudas y claramente se trata de un sistema de poder que funciona a partir de exprimirnos y devorarnos anímicamente y en ello basa su funcionamiento; cuanto más le damos, más nos pide y más le damos y más nos pide.
Pienso mientras escribo y noto no saber si cuando Charly dice: “… y llega el punto en que no querés”, nos lo diga a todos. Puede que tal vez no a todos, pero si al menos al colectivo de todos los que fuimos aprendiendo a escuchar su mensaje y lo que tenía para decirnos desde hace medio siglo y pico. Llega o llegó, o llegará o será que viene llegando el punto en que ya no queremos y buscaremos desconectarnos al menos por un rato del transformador que nos consume en lo mejor que tenemos, ya sea que éste sea un mal sueño, un dinosaurio o el sistema de gobierno, o el aparato de medios, o una forma de hacer política.
Es que lo venimos escuchando todo el tiempo en la calle: “… es que la gente se hartó… la gente no quiere saber más nada con los políticos”.
¡Y menudo dilema! Ya que por hartos que estemos, apagar la energía política del transformador social no es una opción ni debe serlo. Eso es precisamente lo que pretenden quienes no creen en la política y la detestan hablando siempre y solo en un sentido corrosivo, satírico, cáustico y corruptible de la política para eludir que la política es, ante todo, asunto de injerencia colectiva y el arte de lo posible para el bienestar de los pueblos.
¡Es que tampoco hablan de pueblo! Todo es individualismo, meritocracia y salvación personal.
Si forzamos un poco la mirada todo se vuelve arquetípicamente real, el transformador, el hartazgo y una noción deformada de la política que en la discusión de las redes y medios; no nos deja ir más allá de lo deforme, lo grotesco, lo ruin y lo corrupto como único asunto simbólico de la política. No se escucha a nadie del gobierno nacional ni a mucha parte de la oposición, hablar de política en un sentido positivo.
Con seguridad que nadie desde el gobierno nacional o el oficialismo y casi nadie en amplios sectores de la sociedad y el escenario político está hablando de desarrollo industrial, desarrollo educativo, desarrollo social, desarrollo científico, desarrollo urbano o del sistema de salud o desarrollo de programas de vivienda, o de empleo o fomento para PYMES y emprendedurismo. En fin, habiendo tanto para hablar en el sentido constructivo de la política, tanto que tratar de asuntos y necesidades que atender para el mejoramiento del tejido social, su asunto y simbología pasa por un reduccionismo de fuerzas celestes que debemos imaginar que bajan y convierte a todos en fieras, leones o corderos, topos o ratas, o basuras, o lacras, o mandriles con culos inflamados y por supuesto, si hay culos hay caca; mucha caca o mejor aún: “kakas”. Aunque esa es una categoría interesante porque incluso cualquiera puede convertirse en kuka o “kk”. No importa el árbol genealógico, grupo sanguíneo, preferencia política, ni procedencia ideológica; basta con hacer alguna crítica más o menos sesuda y razonable y el rayo kukarizador va a localizar al crítico, va a alcanzarlo o alcanzarla y señalarlo como señalaba la estrella amarilla de David a los judíos durante la segunda guerra mundial o como señalaba la flor de lis a los herejes durante la inquisición. Kirchnerizar el disenso, el debate político y la discusión de ideas pareciera que pasó a ser la solución final a todos los problemas sociales que nos genera el enajenarnos al libre mercado, en el que dicho sea de paso solo somos los compradores y consumidores cada vez más pobres y empequeñecidos; enajenarnos también al neoliberalismo privatizador, la deuda eterna, la especulación financiera, la fuga constante e interminable de capitales, enajenar recursos naturales y soberanía justo en un contexto de reordenamiento geopolítico y económico que vive hoy el mundo a escala planetaria y que se va reconfigurando, al menos por ahora, en sentido opuesto al que nuestro golpeado país decidió ir. A nada de eso le damos cabida ni dimensión en la discusión política ni le asignamos, a propósito, responsabilidad alguna. Mejor parece ser hallar una sola culpable o un solo culpable que puede ser cualquier perejil que pasó a criticar y hacer creer que se ha dado, insisto; una solución final al asunto que nos tiene atrapados en este espiral de malas decisiones como ciudadanos.
En este universo simbólico nada es posible porque todo de lo que se hable o se trate es un “curro”. Si hay inversión en educación, “es curro”; si hay inversión en salud, es porque “de ahí curran”; si hacen rutas y obra pública es porque “con eso curran”, si hacen un concierto “es curro” y si fuera que un grupo de vecinos y padres se organiza con un comedor, es porque “están currando”. Todo es curro en el esquema de debates cuando lo que se intenta es hacer nada, abandonar toda forma de acción política y romper o quitar toda forma de estructura y andamiaje de la movilidad social.
El universo de medios a nuestro alrededor nos bombardea hegemónicamente sobre la idea de quién robó, qué robó, cómo robó, cuánto robó y dónde supuestamente está la que se robó haciéndonos creer que, si manejamos esa información, estamos involucrados en la discusión política y participamos de la actualidad; cuando en todo caso solo estamos balbuceando y regurgitando en nuestro hartazgo acerca de delitos, robos, curros, bolsos, falsedades y fantasías animadas de animales, alimañas, kk, motosierras y culos de monos, para no hablar de lo esencial. Para no hablar del desguace de los aparatos productivos, para no hablar del industricidio, para no hablar de argentinos que pasan hambre, para no hablar de la caída estrepitosa de la clase media y el estancamiento de la economía doméstica. Pero por sobre todo para dejar de hablar de pueblo, de comunidad, de sentido colectivo, de superación mancomunada y desarrollo social.
Habrá que dejar de callar. Habrá que discurrir mucho sobre lo simbólico y lo significantes en todos los campos del coloquio de ideas que nos encuentran interactuando colectivamente. En la escuela, en la universidad, en los lugares de trabajo y se me ocurre que sobre todo en las iglesias y en los sermones, si es que persistimos en esta no tan buena idea de intervenir y actuar en política arriesgando el bienestar del tejido social con el misticismo de las fuerzas del cielo y la mucha falta de lectura. Habrá que replantear cuidadosamente el uso, el sentido y los significantes que le damos a la palabra que sale de nuestros labios y formula nuestra lengua porque a según el evangelio que moldea nuestras sociedades y el inconsciente colectivo, es lo que sale de nuestra boca lo que nos daña y contamina.
Habrá que persuadir que la libertad, como palabra, es demasiado valiosa como para usarla como cliché y muletilla de campaña. Quizás, como nos dice la canción, un poco nos corrompimos y hemos olvidado que la llevamos dentro del corazón, que ella siempre está y nadie nos la otorga; salvo que hayamos sido condenados a perderla. ¡Pobre el hombre que, enfrascado en buscarla, no percibe la libertad en su interior! Simplemente porque ella anida en lo sensible de la naturaleza humana. La libertad es ante todo auto determinación, es estar listo y presto para obrar con raciocinio y se ejerce, como dice Tomas Moro, en la autonomía para buscar siempre el bien común a través de cultivar el espíritu y las facultades intelectuales del espíritu del hombre y no solamente cultivar el monedero, la teología de la prosperidad, el acopio de billetes y bienes de propiedad privada.
“.. Hoy desperté cantando esta canción que ya fue escrita hace tiempo atrás y es necesario cantar de nuevo una vez más…”
¿Y cuál es esa canción? Claramente son muchas las canciones que bien nos vendrían volverlas a cantar, como la que nos anima a tirar para arriba si no vemos la salida, la que nos anima caminar entre las piedras cuando pase el temblor, la canción con todos, la de la copla nuestra que quería el carcelero para aguantarse el miedo de su propia prisión, la de pedirle a D´s que el dolor no nos sea indiferente y haber hecho lo suficiente, la de ofrecer el corazón si todo parece perdido, la de la bronca cuando se hacen los moralistas y entran a correr a los artistas, la de darme de tu mano lo que puedas y tomar de mi mano lo que quieras, la de encontrar en el pago donde nacimos lo que errantes buscamos por ahí, la de ya no llorar por las heridas que no paran de sangrar en esta locura de desacuerdos, la de que la vida es un libro útil para aquel que quiere comprender, la de abrir los ojos y estar vivo en tiempos donde nadie escucha a nadie, en tiempos donde todos contra todos, en tiempos egoístas y mezquinos que pretenden que siempre estemos solos y la que nos invita a cantar como el viento peinador del trigo y como el rio entre los pueblos porque los pueblos que cantan siempre tendrán futuro.
Para cerrar, me sumo desde donde me toca, sea para ayudar a crear nuevas canciones con todos los que me rodean o sea para ayudar a que llevemos en nuestros oídos la más maravillosa música que es, la palabra del pueblo argentino.
No llores por mi Argentina, te quiero cada día más.
(*) Músico. Compositor. Profesor.
Opinión
El Cantón Verde, un desafío intelectual

Hoy tenía pensado hablarles sobre algunas normas deontológicas del periodismo y las reglas del juego en la industria de los medios. Es que vengo juntando bilis desde hace unos días, después de escuchar a un ex modelo de pasarela y comentarista de moda criticar a la prensa del Cantón. Saben qué pasa, soy corporativista y defiendo al oficio, con sus miserias y todo, será por eso por lo que jamás entré en pleitos ni debates públicos sobre el manejo de líneas editoriales ni de cómo se gana cada uno el pan. Y créanme que está comprobado que, sin una prensa libre, crítica, lúcida, culta y eficaz, sin ese contrapoder, la democracia sería inviable.
Pero toda esa cuestión la dejaré para más adelante. Al fin y al cabo, esta es una columna de Opinión, donde lo que escribo lo hago a cuenta y pellejo propio. Además, ya de salida, en franca retirada, gastando los últimos cartuchos tras casi treinta años en “el mejor oficio del mundo”, ya comienzo a hacer uso de las licencias del tiempo. Y, qué hostias, hay cosas que hay que decirlas desde las tripas.
La cuestión es que una fuente, a la que valoro mucho, me envió ayer una verdadera perla: la transcripción de la participación de Carlos Rovira durante ‘la previa del jueves’ pasado. Esas reuniones a puertas cerradas en las que derrama puntos de vista, señala direcciones y se permite dar cátedra de la vida, la ciencia y de la política. Entre los concurrentes suelen haber personas de la primera línea partidaria, funcionarios random, intendentes con buena proyección, algunos colegas de la prensa que, con invitación previa, acuden ávidos para poder descifrar la última línea del conductor, pero lo que más hay son jóvenes, es decir, el presente y futuro.
“Creo que cada vez que suenan campanas disonantes, que no son las nuestras, no es nuestra capilla. Esto a mí me anima. En vez de perder tiempo en contestar algunas cosas, me pongo a aprender”, así arrancó en la última previa. Ahí está el poder de su habitual silencio desorientador. Del próximo párrafo de la transcripción subrayo lo siguiente: “una buena lectura, por ahí calma las pasiones y, a través de las obras literarias, muchas veces se comprende mucho más. Atenúan los espíritus y te deja algo positivo”.
Lean esta: “… sobre todo, los debates hay que darlos con conocimiento, con cultura, y la cultura viene de la mano, únicamente, del libro. Yo soy un apasionado de los libros todos los días. Es como más que beber agua o comer, tengo que abrir un libro. Esté en un celular o en una laptop. Algo me tiene que impactar o sino no puedo vivir, es mi oxígeno”.
Después habló sobre un cuento de Borges, El Congreso, —se los recomiendo— que narra una historia utópica de un congreso universal y su imposibilidad práctica. Pero la idea nos es detenerme en la obra y en las puertas que abre Rovira sobre la misma, a raíz de un exquisito análisis de Ana Bolón, doctora en letras por la Universidad de París, titulado Jacques le fataliste en “El congreso”.
Tampoco quiero detenerme en la “contestación” que hace Rovira sobre “algunos eventos insignificantes para nuestra historia misionera que han ocurrido en las últimas semanas”, porque tal vez no era una contestación, sino una metáfora de una paradoja: ‘Je n’appartiens à personne et j’appartiens à tout le monde. Vous y étiez avant que d’y entrer, et vous y serez encore quand vous en sortirez. Algo así como: no pertenezco a nadie y pertenezco a todos. Tú allí, estabas antes de que entraras y seguirás estando allí cuando salgas.
Ante sus invitados, el fundador de la Renovación subrayó: “yo estuve antes de entrar y permanezco después de salir”. También destacó que el “valor” de la “determinación” del rumbo de la provincia apunta a “un sentido muchísimo más elevado, más abarcativo y creo más culto”. Más adelante paseó con Diderot, editor de la Enciclopedia y audaz analista del libre albedrío, con Voltaire y otros hombres de la ilustración, hasta que tropezó con el Manco de Lepanto, Cervantes y su gran obra El ingenioso hidalgo don Quijote de la Mancha, como quedó titulado su primera parte.
“La libertad, antes de ser libertad económica, nace con la libertad de aprender, de concebir, de decidir tu vida. Es la primera: la libertad mental”, dijo Rovira casi antes de finalizar su pensamiento en voz alta. No sé cuántos de los funcionarios entendieron el mensaje o cuántos descifraron el entrelineado de toda su intervención, tampoco es relevante el dato político. Con que tres de los más jóvenes del auditorio se hayan grabado esa consigna fundamental, me doy por satisfecho; habrá buena madera para confiar en un futuro mucho mejor. Tal vez ese sea su mayor legado.
Hace diez años, tal vez poco menos, durante una reunión en off que mantuve con Rovira, recuerdo haberle sugerido crear la Cátedra Rovira. No se lo dije en plan de broma, sino de verdad. Me miró fijamente, le tembló el párpado superior derecho y soltó una sutil sonrisa. En aquella oportunidad no hablamos de política, de la marcha del gobierno ni hice preguntas periodísticas. Fue un encuentro breve, nos fuimos hacia la historia, desmenuzamos algunos clásicos de la literatura, me recomendó un par de autores y platicamos del futuro.
En honor a la verdad, debo decir que el año pasado recibí dos invitaciones para acudir a la previa de los jueves. Por falso orgullo, pedantería porteña o por lo que haya sido, preferí no acudir. Hoy, después de leer la transcripción de la última ‘previa’, debo reconocer que me equivoqué.
Más allá de las diferencias, cuestiones partidarias, de política de coyuntura o de simple opinión, Carlos Rovira representa, al menos en el arriba firmante, un desafío intelectual permanente. Como no soy político ni quiero serlo, me arriesgo a decir que la primera barrera que enfrenta la oposición y también la evolución del propio oficialismo se encuentra en sus propias limitaciones, en su desgano cultural, estreches mental y mezquindad.
Porque, al fin y al cabo, “todas las salidas pueden tener un giro lingüístico bueno y un giro intelectual. Se sale por arriba, no por abajo, cuando hay un mal olor a estiércol”. Además, también es cierto que “un buen libro es un perfume espectacular”, que “nos da placer” y “nos hace más felices”. Y, sin dejar lugar a duda, también coincido con eso de que “las mejores armas son las del intelecto”.
Opinión
El Eternauta, la serie que hacía falta, en el momento preciso

Por: Maco Pacheco
Ilustrador
Desde que Hollywood comenzó a adaptar con éxito historias de los comics a la pantalla cinematográfica, los fanáticos argentinos comenzamos a fantasear, comentar y discutir en foros y en charlas casuales cuales serían las obras argentinas que mejor podrían ser adaptadas, y por sobre todas las demás, El Eternauta, era en la que todos coincidíamos.
Publicada en 1957, escrita por Héctor Germán Oesterheld y el dibujante Francisco Solano López, El Eternauta es una de esas obras que te atrapa desde la primera página y no te suelta hasta terminar de leerla, en mi caso, en una tarde completa, creo que tenía por entonces 14 años, no lo recuerdo bien, lo que si recuerdo claramente es terminarla y dar vuelta inmediatamente el libro, y releerla una vez más.
La obra narra la historia que Juan Salvo, El Eternauta, “según lo bautizó una especie de filósofo a fines del siglo XXI”, le cuenta al mismo Oesterheld en una noche de 1957 tras materializarse de la nada en la silla que estaba frente suyo. En esa charla que dura una noche en la ficción, nos enteramos de la nevada mortal, que mataba todo lo que tocaba y que encontró a él y sus tres amigos mientras jugaban una partida de truco en su casa de Vicente López, donde estaban también su esposa, Elena y su hija Martita, y de como tuvieron que unirse y colaborar para poder sobrevivir a esa catástrofe.
En la adaptación de Netflix, escrita y dirigida por Bruno Stagnaro, hay grandes diferencias con la obra original, festejadas por algunos, entre los que me incluyo y duramente criticadas por los lectores de comics de paladar negro. Esos comiqueros de lomo plateado que sienten una afrenta personal cuando a Superman, por ejemplo, le cambian los calzoncillos por pantalones largos, le cambian el tono de piel a algún personaje coprotagonista, o la peor de todas las ofensas, cuando cambian de género a algún personaje masculino de la historia, cualquiera sea.
La primer gran adaptación es el cambio de epoca, ¿Cómo traer a la actualidad una realidad de 1957?, porque en aquel entonces la obra planteaba lo cotidiano, lo actual. ¿Cómo lograr la incomunicación, tan importante para la trama, en la era de las comunicaciones?. La solución es simple y perfecta, un pulso electromagnético que deja inservible todo aparato electrónico, dejando utilizable solo lo mecánico, por así decir. De esta manera vemos Estancieras, Rastrojeros y otros modelos antiguos andando por las calles nevadas de Buenos Aires sin tener que recurrir a una reconstrucción de época, que no sería lo mismo, ni tendría la misma fuerza de identificación con el espectador.
Otra adaptación que causó grandes discusiones es la piscología de los personajes, que distan mucho de la moral impoluta, desinteresada y heroica del comic, ahora son mucho más humanos, más mezquinos, egoístas y hasta reprochables por momentos, pero que acercan mucho, mucho más a esos personajes a seres cotidianos que deben superar todas esas mezquindades para dejar de lado el yo y pensar en la supervivencia común, en el héroe colectivo, que sí esta muy presente en la obra original, la noción que “aquí nadie se salva solo”, lema que desencadenó en la mas grande de las discusiones, la que partió aguas e inundó las redes, la peronización de la serie.
Duelos furiosos se generaron en las redes sociales de uno y otro lado de la calle política más importante del país, peronismo Vs Libertarios, por buscar englobar. Los segundos reprochan a los primeros querer peronizar, o politizar la serie, y estos primeros, lo afirman contentos.
“Todo quieren politizar” reprochan los libertarios, confesos u ocultos.
Pero cuál es esa identidad política que unos festejan como propias y enaltecen orgullosos, mientras los otros reniegan de ello. No se habla de política en la serie, no se nombran referentes políticos en ningún momento, ni de uno ni de otro lado. quizás el por qué es mucho mas profundo que un mero hecho partidista y apunta mas al hueso de una identidad política.
Es quizás que el héroe es colectivo y compuesto por personas comunes, que nadie se salva solo, que la cultura tan identitaria de lo popular, un llavero con la imagen de la selección, un piquete, la oración y una estampita del gauchito gil, un mate o un truco revalorizados ante lo extranjero por esa argentinidad que exhala en todo momento, y que son apreciadas como símbolos por un lado político y tan denostadas por el otro, hablando siempre en sus polos mas opuestos y en sus referentes mas extremos.
Otro gran acierto de la serie, entre muchos otros como los efectos visuales, la musicalización y las actuaciones, es el lenguaje y los términos que expresan ese argentinismo puro, en vez de “español neutro” en pos de tener una mayor llegada de la serie a nivel mundial, cosa que consiguió igualmente, que se convirtió en la serie de habla no inglesa mas vista del planeta y la serie con mejor puntuación en Rothen Tomatoes.
Otro elemento de argentinidad presente y muy fuerte en la trama de la adaptación que no está, por lógica temporal ya que el comic transcurre en el 57, es que el protagonista, Juan Salvo, interpretado por Ricardo Darín, sea un ex combatiente de la guerra de Malvinas, y que Malvinas no son traducidas a Falklands en ninguna de sus traducciones por decisión de la producción.
Entonces, ¿Cuáles son esos elementos que un lado político defiende y enaltece, son denostados por el otro?, esos elementos que lleva a unos a acusar a los otros de querer usarlas como un folleto político de propaganda, al punto que el mismo Luis Majul en su programa de televisión invitó a los realizadores a aclarar su neutralidad política e ideológica y exhortó a que tengan cuidado para no ser usados, (Majul tambien dijo en su programa que el Papa Francisco también era usado por movimientos de izquierda), en una clara negación de la identidad social y política que decidieron tomar en ambos casos. O quizás, lo que se toma de argumento partidario, y el más importante y trascendente de todos, es saber el destino que sufrió su escritor, Germán Oesterheld, quien fue secuestrado, torturado y asesinado, al igual que lo hicieron previamente con sus cuatro hijas Diana (24), Beatriz (19), Estela (25) y Marina (18), dos de ellas embarazadas, y tres de sus yernos, por las fuerzas armadas durante la última dictadura militar de 1976.
“Su estado era terrible. Permanecimos juntos mucho tiempo. […] Uno de los recuerdos más inolvidables que conservo de Héctor se refiere a la Nochebuena del ’77. Los guardianes nos dieron permiso para sacarnos las capuchas y para fumar un cigarrillo. Y nos permitieron hablar entre nosotros cinco minutos. Entonces Héctor dijo que por ser el más viejo de todos los presos, quería saludar uno por uno a todos los presos que estábamos allí. Nunca olvidaré aquel último apretón de manos. Héctor Oesterheld tenía sesenta años cuando sucedieron estos hechos. Su estado físico era muy, muy penoso”.
Relato Eduardo Arias
Por todos estos condimentos cinematográficos es que la serie se convirtió en un símbolo de argentinidad para los espectadores casuales, que disfrutaron una gran obra de acción y suspenso, perfectamente ambientada, actuada y musicalizada en la TV.
Y todo ese bagaje político, histórico y social que los partidos “nacionales y populares” adoptan y reivindican como propios y genera enfrentamiento a los del sector contrario; reivindicación que no es nueva, durante los gobiernos kirchneritas fueron adoptados por sus seguidores como elementos de la identidad cultural, al punto tal que se creó el “Nestornauta” tras la muerte del expresidente Néstor Kirchner. Y en 2012 se dio el primer antagonismo político con la obra, cuando Mauricio Macri, por aquel entonces jefe de Gobierno Porteño, vetaba el ingreso de El Eternauta a las escuelas porteñas por considerarla “un elemento de adoctrinamiento camporista” mientras promovía, un 0800 creado para que los padres o alumnos denunciar a los maestros por adoctrinamiento en las escuelas.
Es imposible no politizar la obra, y si me preguntan, es deseable que ni siquiera se lo intente. Que cada obra cargue con el peso y el bagaje político que tenga, sea cual fuera su perfil, y que no sea censurada ni despolitizada sólo por no querer generar debates, tan propio de estos tiempos; porque si el arte, en un comic, en un libro, en una canción, una película o una serie, como en este caso, no genera debates sería solo un entretenimiento vano, casual y momentáneo, carente de futuro, que puede ser fácilmente abandonado para siempre en el olvido, a diferencia del Eternauta, que siempre vendrá en el formato que sea, para recordarnos que nadie se salva solo y que el único héroe, es el héroe colectivo.
Opinión
El debate por más autonomía: el misionerismo plantó bandera en el Senado

Estoy a favor de la ley de Ficha limpia, pero debo confesarles que cuando los dos senadores de Misiones votaron en contra de la iniciativa que lleva años paseando por el Congreso, se me dibujó una sonrisa burlona y hasta cómplice. Carlos Rovira volvió a medir su timing al encontrar el momento justo para remarcar que el Frente Renovador de la Concordia, el partido provincial que él conduce, es independiente a las agendas políticas que no responden al interés de la provincia que gobiernan desde 2003, año en el que se creó el frente.
Lo hizo desde el Senado, el único escenario democrático donde las voces de las provincias se encuentran en un plano de plena igualdad. El diputado provincial, que siempre procuró escapar del ruido mediático, recordó esta semana, a través de sus senadores, la importancia del rol las provincias en la Cámara alta. No es la primera vez, también lo hizo durante el gobierno de Néstor y Cristina Kirchner, con Mauricio Macri y con Alberto Fernández, pueden buscar los casos en Google o en las hermotecas de los diarios.
El primero de mayo, el gobernador Hugo Passalacqua, durante su discurso de apertura de sesiones ordinarias de la Cámara de Representantes, también habló de la importancia del rol de las provincias en un sistema federal. Y el lunes pasado, durante un acto de presentación de un sublema de la renovación en la ciudad de Leandro N. Alem, el presidente de la legislatura provincial, Oscar Herrera Ahuad, hablaba sobre el avance de un Estado mínimo, pero eficaz y federal. El discurso de la renovación siempre fue el mismo, vivir con lo propio, no tomar deuda y generar más riqueza para la provincia.
Entonces, más allá de lo que digan los “grandes medios” nacionales desde una mirada centralista y a veces sesgada, el electorado de Misiones debería aplaudir que la provincia haya sido la que más fondos recibió del gobierno nacional en lo que va del año. Hay discusiones al respecto, pero, así y todo, hay que decir que el Estado nacional nos sigue robando.
En términos generales y a grandes rasgos, la provincia percibe unos 140 mil millones de pesos y le envía al gobierno nacional poco más de 300 mil millones. Por ejemplo, Misiones es la que más aporta y menos recibe del Nea. Las disparidades son mayores si se tiene en cuenta que buena parte de las firmas forestales y algunas de la industria yerbatera, tienen domicilio fiscal en CABA, al igual que Yacyretá. Ni qué decir de las asimetrías económicas con Brasil y Paraguay, que son con quienes compartimos más kilómetros de frontera que con la propia Argentina.
Hace unos años, un exbanquero español que decidió invertir y establecerse en Mendoza confió a una consultora la tarea de hacer una encuesta en esa provincia, en Córdoba y en Santa Fe. A grandes rasgos el informe indica que dos quintas partes de los cordobeses y un tercio de los mendocinos apoyarían la idea de ser más autónomos del centralismo porteño.
El estudio de opinión, encargado por el empresario José Manuel Ortega Fournier a la consultora Reale-Dallatorre en 2020 destaca la importancia del alto sentido de pertenencia: el 72,4% de los mendocinos está “muy orgulloso” de serlo, mientras que 22% está simplemente “orgulloso”. Esto quiere decir que el 94,4% de los consultados admite tener orgullo por Mendoza.
Otro dato interesante: el 42% de los encuestados declaró que Mendoza “sí podría vivir separada” del resto del país con sus propios recursos y el 35% está de acuerdo con la separación. Pero el 50% dijo que “no podría vivir separada del país”, y el 58% opinó que no le gustaría separarse. Un año después el exgobernador Alfredo Cornejo, que se había hecho eco del estudio en su momento, aseguraba ante Juana Viale que seguía creyendo que “Mendoza, como Córdoba, Santa Fe y otros lugares, termina siendo perjudicada por la macroeconomía que maneja el Estado Nacional”.
Ortega Fournier, el español que pagó la encuesta, reconoció durante una entrevista al diario Los Andes que se llevó una sorpresa al ver que hay tanto orgullo de los mendocinos por su provincia. Y el cronista tomó, con cierta brillantes, el siguiente textual del inversor: “Si este estudio daba esos resultados en zonas como Escocia o Cataluña hubieran tenido su lógica por años de historia. Pero en una provincia que no tiene partido provincial, como ocurre en Neuquén, fue una sorpresa”.
Durante años, los partidos gobernantes en la Generalitat ejercieron influencia sobre los ejecutivos centrales, ya sean del PSOE o el PP, para beneficiar a su territorio. Los votos de los diputados catalanes eran clave en muchos casos para dar mayorías absolutas, y el Gobierno, a uno u otro partido mayoritario. En España, Cataluña fue el motor de las reformas aprobadas en democracia para mejorar la financiación de las autonomías.
Lo que observó Ortega Fournier es un fenómeno que viene creciendo en diferentes partes del mundo y que se aceleró durante la pandemia. Después de años de postergaciones en el Congreso de una discusión real sobre una mejor distribución de la mal llamada coparticipación federal, lo que se tendrá que dar en algún momento es un debate en torno a otorgar mayor autonomía financiera a las provincias, para lo que se tendría que modificar la Constitución Nacional. La última reforma fue en 1994, se incorporaron derechos de tercera y cuarta generación, se modificó el Senado y se concedió la autonomía a la Ciudad de Buenos Aires, entre otras cuestiones. Ya pasaron 31 años.
Visto desde esta óptica, el noble proyecto de Ficha limpia, que quedó envuelto y embarrado por el PRO en el marco de la campaña electoral para fortalecer el bastión del macrismo, quedó viciado de trasfondo político y con su espíritu pervertido. Todo es parte de la grieta, en la que también se sustenta el Gobierno de Javier Milei y el resistente kirchnerismo, que no deja salir al país adelante.
Hay quienes creen que Carlos Rovira inoculó en el electorado del Cantón Verde el misionerismo, lo que trascenderá a la Renovación, la Neo, el Blend y al mismo rovirismo. Incluso están quienes afirman, con encuestas en las manos, que durante las dos últimas décadas el sentido de pertenencia territorial y política creció en Misiones. Tal vez, eso explique, al menos en parte, la fuga de dirigentes de partidos nacionales al oficialismo provincial y la dispersión de la oposición, diseccionada conforme a diferentes sectores de poder, que son percibidos por la sociedad como representantes de intereses foráneos.
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