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El debate por más autonomía: el misionerismo plantó bandera en el Senado

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Estoy a favor de la ley de Ficha limpia, pero debo confesarles que cuando los dos senadores de Misiones votaron en contra de la iniciativa que lleva años paseando por el Congreso, se me dibujó una sonrisa burlona y hasta cómplice. Carlos Rovira volvió a medir su timing al encontrar el momento justo para remarcar que el Frente Renovador de la Concordia, el partido provincial que él conduce, es independiente a las agendas políticas que no responden al interés de la provincia que gobiernan desde 2003, año en el que se creó el frente.

Lo hizo desde el Senado, el único escenario democrático donde las voces de las provincias se encuentran en un plano de plena igualdad. El diputado provincial, que siempre procuró escapar del ruido mediático, recordó esta semana, a través de sus senadores, la importancia del rol las provincias en la Cámara alta. No es la primera vez, también lo hizo durante el gobierno de Néstor y Cristina Kirchner, con Mauricio Macri y con Alberto Fernández, pueden buscar los casos en Google o en las hermotecas de los diarios.

El primero de mayo, el gobernador Hugo Passalacqua, durante su discurso de apertura de sesiones ordinarias de la Cámara de Representantes, también habló de la importancia del rol de las provincias en un sistema federal. Y el lunes pasado, durante un acto de presentación de un sublema de la renovación en la ciudad de Leandro N. Alem, el presidente de la legislatura provincial, Oscar Herrera Ahuad, hablaba sobre el avance de un Estado mínimo, pero eficaz y federal. El discurso de la renovación siempre fue el mismo, vivir con lo propio, no tomar deuda y generar más riqueza para la provincia.

Entonces, más allá de lo que digan los “grandes medios” nacionales desde una mirada centralista y a veces sesgada, el electorado de Misiones debería aplaudir que la provincia haya sido la que más fondos recibió del gobierno nacional en lo que va del año. Hay discusiones al respecto, pero, así y todo, hay que decir que el Estado nacional nos sigue robando.

En términos generales y a grandes rasgos, la provincia percibe unos 140 mil millones de pesos y le envía al gobierno nacional poco más de 300 mil millones. Por ejemplo, Misiones es la que más aporta y menos recibe del Nea. Las disparidades son mayores si se tiene en cuenta que buena parte de las firmas forestales y algunas de la industria yerbatera, tienen domicilio fiscal en CABA, al igual que Yacyretá. Ni qué decir de las asimetrías económicas con Brasil y Paraguay, que son con quienes compartimos más kilómetros de frontera que con la propia Argentina.

Hace unos años, un exbanquero español que decidió invertir y establecerse en Mendoza confió a una consultora la tarea de hacer una encuesta en esa provincia, en Córdoba y en Santa Fe. A grandes rasgos el informe indica que dos quintas partes de los cordobeses y un tercio de los mendocinos apoyarían la idea de ser más autónomos del centralismo porteño.

El estudio de opinión, encargado por el empresario José Manuel Ortega Fournier a la consultora Reale-Dallatorre en 2020 destaca la importancia del alto sentido de pertenencia: el 72,4% de los mendocinos está “muy orgulloso” de serlo, mientras que 22% está simplemente “orgulloso”. Esto quiere decir que el 94,4% de los consultados admite tener orgullo por Mendoza.

Otro dato interesante: el 42% de los encuestados declaró que Mendoza “sí podría vivir separada” del resto del país con sus propios recursos y el 35% está de acuerdo con la separación. Pero el 50% dijo que “no podría vivir separada del país”, y el 58% opinó que no le gustaría separarse. Un año después el exgobernador Alfredo Cornejo, que se había hecho eco del estudio en su momento, aseguraba ante Juana Viale que seguía creyendo que “Mendoza, como Córdoba, Santa Fe y otros lugares, termina siendo perjudicada por la macroeconomía que maneja el Estado Nacional”.

Ortega Fournier, el español que pagó la encuesta, reconoció durante una entrevista al diario Los Andes que se llevó una sorpresa al ver que hay tanto orgullo de los mendocinos por su provincia. Y el cronista tomó, con cierta brillantes, el siguiente textual del inversor: “Si este estudio daba esos resultados en zonas como Escocia o Cataluña hubieran tenido su lógica por años de historia. Pero en una provincia que no tiene partido provincial, como ocurre en Neuquén, fue una sorpresa”.

Durante años, los partidos gobernantes en la Generalitat ejercieron influencia sobre los ejecutivos centrales, ya sean del PSOE o el PP, para beneficiar a su territorio. Los votos de los diputados catalanes eran clave en muchos casos para dar mayorías absolutas, y el Gobierno, a uno u otro partido mayoritario. En España, Cataluña fue el motor de las reformas aprobadas en democracia para mejorar la financiación de las autonomías.

Lo que observó Ortega Fournier es un fenómeno que viene creciendo en diferentes partes del mundo y que se aceleró durante la pandemia. Después de años de postergaciones en el Congreso de una discusión real sobre una mejor distribución de la mal llamada coparticipación federal, lo que se tendrá que dar en algún momento es un debate en torno a otorgar mayor autonomía financiera a las provincias, para lo que se tendría que modificar la Constitución Nacional. La última reforma fue en 1994, se incorporaron derechos de tercera y cuarta generación, se modificó el Senado y se concedió la autonomía a la Ciudad de Buenos Aires, entre otras cuestiones. Ya pasaron 31 años.

Visto desde esta óptica, el noble proyecto de Ficha limpia, que quedó envuelto y embarrado por el PRO en el marco de la campaña electoral para fortalecer el bastión del macrismo, quedó viciado de trasfondo político y con su espíritu pervertido. Todo es parte de la grieta, en la que también se sustenta el Gobierno de Javier Milei y el resistente kirchnerismo, que no deja salir al país adelante.

Hay quienes creen que Carlos Rovira inoculó en el electorado del Cantón Verde el misionerismo, lo que trascenderá a la Renovación, la Neo, el Blend y al mismo rovirismo. Incluso están quienes afirman, con encuestas en las manos, que durante las dos últimas décadas el sentido de pertenencia territorial y política creció en Misiones. Tal vez, eso explique, al menos en parte, la fuga de dirigentes de partidos nacionales al oficialismo provincial y la dispersión de la oposición, diseccionada conforme a diferentes sectores de poder, que son percibidos por la sociedad como representantes de intereses foráneos.

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Una presión fiscal que ahoga: el modelo impositivo misionero está agotado

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Ariel “Pepe” Pianesi

@pepepianesi

 

La contracción de la economía y la caída del consumo de alimentos y productos básicos vuelven a poner en agenda el abusivo sistema de tributación que sostiene la gestión renovadora en Misiones.

A la crisis de la yerba mate y la mandioca, ahora se suma el pedido de auxilio del sector forestal, que atraviesa uno de los momentos más difíciles de los últimos años. La combinación de baja demanda en el mercado interno y parálisis total del mercado externo deja a esta industria clave en una situación crítica. En un comunicado reciente, AMAYADAP —la asociación que nuclea a empresas del rubro— reclamó medidas urgentes al gobierno provincial, entre ellas, la devolución de saldos a favor en el impuesto a los Ingresos Brutos.

Este es un punto que venimos señalando desde hace mucho tiempo. A pesar de los esfuerzos de la oposición, aún no existe claridad sobre el monto total acumulado en concepto de saldos a favor, aunque se estima que equivale a más de una recaudación fiscal completa de un año. Y lo más grave: no hay señales de voluntad política para devolver esos montos, permitir su compensación o, al menos, eximir de las retenciones automáticas en cuentas bancarias.

Otro aspecto crítico es el de los anticipos impositivos. Si bien el impuesto sobre los Ingresos Brutos se cobra en todas las provincias con tasas similares, muy pocas exigen su pago adelantado. Esta práctica distorsiva afecta profundamente al sector privado: achica el comercio, encarece los productos para el consumidor final y termina desalentando la inversión, el desarrollo y la creación de empleo.

El modelo misionero llega a extremos que no se ven en otras jurisdicciones. Un ejemplo es la retención del 8% sobre rendimientos de inversiones bursátiles, como los plazos fijos. Es decir, si un ciudadano busca cubrirse de la inflación invirtiendo su dinero, la Agencia Tributaria de Misiones le cobra no una, sino dos veces: al ingresar el dinero a su cuenta, y luego sobre las ganancias obtenidas. Todo esto, a pesar de que la Comisión Arbitral ha señalado que esa retención es ilegal.

Y como si todo esto fuera poco, el sistema se completa con una verdadera aduana interna, que obstaculiza el libre comercio dentro del país, castiga a las empresas locales y expulsa inversiones hacia provincias vecinas o incluso hacia Paraguay. Son muchas las empresas que abandonaron Misiones o dejaron de operar con ella por considerar que la carga impositiva supera la rentabilidad.

Este modelo fiscal, basado en una recaudación insaciable para sostener una caja electoral inédita en el país, está agotado. Es urgente rediscutir la matriz impositiva y avanzar hacia un sistema que premie a quienes invierten, generan empleo y apuestan por el desarrollo. Misiones tiene todo para ser un polo productivo, comercial y exportador. Pero para eso, necesitamos un régimen impositivo que empuje, no que asfixie.

(*) Diputado Provincial UCR

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Entre el berrinche de la adolescencia y la madurez

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Por: Fernando Oz

@F_ortegazabala

Cuando Fernando De la Rúa presentó su renuncia a la presidencia y se montó al helicóptero en diciembre de 2001, el desencanto social con la clase política había alcanzado a todos, sin distinciones partidarias. Todo acabó en otro desastre. Gases, piedras, represión, tiros, heridos y muertos. Los manifestantes buscaban a cuanta cámara o micrófono se les ponía por delante para gritar “que se vayan todos”.

Querían un despertar distinto, con dirigentes políticos enteramente nuevos, no contaminados. Los argentinos querían empezar desde cero, una utopía casi adolescente para un país que había retomado la senda de la democracia dieciocho años antes.

En el país siempre ha habido algún partido joven que, denunciando a la vieja política vigente, anunciaba el advenimiento de una nueva era. Lo hicieron Alem e Yrigoyen contra los conservadores en el radicalismo inicial. También los socialistas y los demócratas progresistas contra los conservadores y los radicales ya convertidos en casta. Lo hizo Perón, la Ucedé de Alsogaray, el Frepaso de Chacho Álvarez y Bordón, el ARI de Carrió, el PRO de Macri. Por diversos motivos, todos los intentos purificadores de la casta de ayer desembocaron en frustración. Y ahora es el turno de La Libertad Avanza de los hermanos Milei.

Los argentinos nos hemos caracterizado por exigir que el cambio, el ideal o lo deseado se alcance de un solo golpe. Todo de la noche a la mañana. Lamento decirlo, pero hemos sido y aún somos culturalmente golpistas. Es que somos impulsivos y el golpismo es propio de los países adolescentes.

Cuando venían Uriburu, Lonardi, Onganía o incluso Videla sobre sus tanques, miles de argentinos aplaudían. Cuando Alfonsín anunciaba que con la democracia se cura, come y educa, millones le creyeron. Cuando Menem habló de la revolución productiva, lo siguieron. ¿Cuántas ilusiones despertó la Alianza? ¿Cuántos confiaron en ese presidente poco conocido que llegaba del sur, desgarbado, con un ojo extraviado y mocasines deslustrados? ¿Y esa nueva centro derecha que inauguró Macri?

Al esperar demasiado de cada cambio, el impulsivo adolescente pasa de la ilusión a la frustración y de ella a una nueva ilusión. Pero, sin que debamos renunciar a la utopía de un mañana perfecto, los argentinos también deberíamos reconciliarnos con la modesta realidad que nos rodea. El realismo de la madurez.

Seamos honestos, ni en el país de los últimos años ni en el bendito Cantón Verde han faltado políticos nuevos. Sucede que cada tanto, como burla malvada del cosmos o de los dioses, la regeneración de dirigentes se profundiza en plazos breves, otras en años, incluso generaciones. Ha ocurrido y seguirá ocurriendo.

En esta sociedad liquida del scroll y del like fácil, el político nuevo enfrenta un problema insoluble. Si viene de fuera del sistema de la política, pronto fracasa por falta de experiencia. Si triunfa, es que supo adquirir experiencia. Pero una vez que la adquirió, ya no es un político nuevo. Es ahí donde aparece el impulso adolescente, el berrinche.

La renovación de la vida política es, por cierto, un objetivo loable, pero debe ser gradual, para darles a los nuevos la ocasión de aprender a aprovechar lo bueno y desechar lo malo de los que están, ya que la política es un arte consumado que no se domina de la noche a la mañana.

En los días y en los meses que nos esperan nuestro desafío no será sólo elegir entre los candidatos a diputados nacionales, sino también el de ver cuánta distancia podemos tomar de las intensas emociones del país. El realismo periférico, que es el que nos compete por ser un Estado de menor injerencia en el concierto nacional, necesita de la madurez. Para los intereses de Misiones un legislador nacional es lo que es para un país una representación diplomática, un defensor de una política de Estado.

Ahora, el Frente Renovador de la Concordia postulará a Oscar Herrera Ahuad como candidato a diputado nacional. Es uno de los políticos con mayor conocimiento público de la provincia y con una imagen positiva que roza el 80%. Para octubre tendrá 54 años, médico pediatra de la salud pública curtido en San Pedro, ex ministro de Salud, vicegobernador y gobernador, y actual presidente de la Legislatura provincial. Un hombre con experiencia, conocimiento del territorio, hecho en esa mística misionerista, producto inacabado de la evolución de la Renovación; de la fuerza política a una instancia de pensamiento político regional en desarrollo.

Para los libertarios de paladar negro el candidato natural es Javier Lanari, nació en Misiones hace 40 años, es periodista y se jacta de ser amigo de Milei desde hace una década, cuando lo sacaba al aire en un programa de Radio Rivadavia. Es ducho y hábil en su ámbito, los medios. No tiene experiencia legislativa ni en cargos públicos, desde diciembre de 2023 trabaja como subsecretario de Comunicación y Medios de la Nación, puesto que le ofreció su ex coequiper radial, Manuel Adorni. Es un activo defensor de las políticas de vaciamiento del Estado, pese a que dos de sus hermanos tienen importantes cargos en el Gobierno, uno en Senasa y otro en Yacyretá.

Por ahora ellos son los principales candidatos de las dos fuerzas políticas más importantes según los datos que arrojó las elecciones del 8 de junio. En el PJ misionero aún no hay nada claro, mientras algunos esperan señales desde el balcón de CFK otros prefieren salir a apoyar a Herrera Ahuad. Habrá que ver que fichas mueve Héctor Cacho Bárbaro, revitalizado diputado provincial electo y viejo aliado del kirchnerismo en la Cámara baja del Congreso. El estado del radicalismo y el PRO sigue siendo delicado, aunque con signos vitales estables.

Habrá que ver qué decisión toman las fuerzas políticas del Cantón, tal vez hayan aprendido la lección del pasado, de ayer nomás, y decidan dejar el berrinche de la adolescencia para ingresar en el mundo acotado de la madurez. Se trata, en resumen, de asumir con sencillez las reglas. De escuchar atentos, serenos, lúcidos, conscientes, las palabras del paso del tiempo que nos susurra lo mortales que somos; como el esclavo que machacaba al oído del general romano diciéndole: “recuerda que sólo eres un hombre”.

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Volver a la gente: cuando la política debe hacerse invisible para volverse esencial

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Por Dr. Héctor Julio Franco

@hectorjfranco71

La política atraviesa una de sus mayores crisis de representación. Pero no porque falten propuestas, sino porque sobra “puesta en escena”. En tiempos donde todo se vuelve campaña, todo se sobreactúa y todo se mide por likes, la comunicación política se ha transformado en una caricatura de sí misma.

Las redes sociales irrumpieron con fuerza y, como toda herramienta poderosa, ofrecieron al principio una promesa: horizontalidad, acceso directo, posibilidad de construir diálogo con la ciudadanía. Pero como suele ocurrir cuando la política instrumentaliza algo, terminó por contaminarlo.

Lo que alguna vez fue un puente, hoy se parece más a una cloaca. El caso de X (antes Twitter) es paradigmático: la plataforma que en su origen era un espacio de opinión plural, hoy es un campo minado de acusaciones, burlas, fake news, operaciones y agresiones personales. La estrategia de la política negativa, que antes se limitaba a pasillos o medios tradicionales, hoy encuentra en las redes su mejor escenario. Y su peor versión.

El resultado es una saturación generalizada. El elector, lejos de ser interpelado, está abrumado. No escucha, no responde, no conecta. Se encierra en su propia realidad, mientras la política insiste en hablarle desde otra.

Las campañas se volvieron acartonadas, superficiales, invasivas. Se repiten una y otra vez las mismas imágenes impostadas, los mismos mensajes calculados, las mismas sonrisas forzadas. Pero nadie escucha. Porque, en realidad, nadie está hablando con el otro, sino exhibiéndose frente a un espejo.

Frente a esto, es urgente una nueva estrategia. No una vuelta atrás nostálgica, sino una evolución real: pasar de la megacampaña al gesto directo. De la sobreexposición al contacto real. De la saturación al silencio significativo. De la comunicación en masa a la micropolítica.

¿Qué es la micropolítica?

El término “micropolítica” ya ha sido trabajado en algunos marcos teóricos. Gilles Deleuze y Félix Guattari lo abordaron desde la filosofía para referirse a los procesos sutiles, invisibles, que se dan en los vínculos sociales y que también son políticos. En el ámbito de la ciencia política, autores como James C. Scott también analizaron las formas cotidianas de resistencia y construcción de poder. Sin embargo, su aplicación concreta a la comunicación electoral sigue siendo incipiente.

En este contexto, propongo resignificar la micropolítica como una estrategia de reconexión simbólica y emocional con el votante real. Se trata de acciones pequeñas, discretas, no masivas, pero cargadas de contenido humano. Visitas a una guardia de hospital, entrega de un reconocimiento silencioso a un guardaparque, escuchar sin grabar, agradecer sin subirlo a las redes. Esa es la nueva forma de hacer política que interpela desde el alma, no desde el algoritmo.

La micropolítica no busca viralizarse, busca quedarse. No apunta a likes, apunta a la memoria emocional. No habla para todos, escucha a uno. Y en ese uno, está el todo.

Es hora de que la política vuelva a ser un acto de humanidad. Y para eso, tiene que aprender a hacerse invisible. Porque lo verdaderamente esencial, siempre fue lo que no se ve.

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