Opinión
Bonos “CEMIS”: Misiones, una provincia en default

Por: Luis Mario Pastori
Las leyes que autorizaron en la década del ’90 las diferentes emisiones de los “Certificados de Cancelación de Deudas de la Provincia de Misiones” (Bonos CEMIS), fueron posibles en el marco de la Ley de Emergencia Económica y Social Ley VII N° 13 (antes Ley 2723) del 21/12/1989 y la posterior Ley VII N° 24 (antes Ley 3309) del 25/7/1996 que extendió la emergencia a todo el ámbito del sector público de la provincia.
Dichos bonos servían para cancelar todo tipo de deuda del Estado provincial (proveedores, deudas previsionales, liquidaciones de seguros del ex Instituto Provincial del Seguro, pago a prestadores del Instituto de Previsión Social, etc.)
Es decir que Misiones mantiene el estado de emergencia económica ¡desde hace más de 35 años!, lo cual constituye un récord de dudosa constitucionalidad ya que transformó el concepto de “emergencia” -que por naturaleza es algo excepcional y transitorio por un breve plazo- en algo permanente y sin solución de continuidad y que le da pie al gobierno para fundamentar la falta de pago de estas obligaciones (entre otras).
Las emisiones de CEMIS y su falta de pago
Partimos de la información emanada del Ministerio de Economía y Hacienda de la Provincia que, con datos al 30/09/2024 nos dice que por los Bonos CEMIS vencidos e impagos se debe poco más de 21.000 millones de pesos.
Ahora bien, resulta que todos ellos fueron emitidos en dólares (no en pesos) en láminas de distintas denominaciones (principalmente de u$s 1.000 cada una). Algunos tenedores aceptaron el “plan canje” ofrecido entre 2004 y 2005, por lo que resultan al menos dos interrogantes de los cuales el gobierno debiera dar cuenta, a saber:
a) Del stock circulante, cuántos tenedores aceptaron canjear los bonos y por qué monto, y
b) cual fue la cotización utilizada para transformar la deuda de dólares a pesos.
La Ley VII N° 45 (antes Ley 3854) de 2002, prorrogó los vencimientos de todos los cupones vencidos e impagos y, a partir de entonces, en las leyes de Presupuesto Provincial de cada año invariablemente se incorpora un artículo que extiende la prórroga. El Presupuesto Provincial para el año 2025 lo hace hasta el 30 de junio de 2027 –Ley VII N° 103 art. 33-
Las “prórrogas” vigentes abarcan:
a) Bonos de la Ley VII N° 25 (antes Ley 3311). Se autorizó la emisión de 150 millones de dólares, a devolver en 32 cuotas trimestrales (8 años) de aproximadamente 4,6 millones cada una. Se llegaron a pagar solamente los primeros 13 cupones en forma regular, debiéndose los 19 restantes, lo cual alcanza a la suma total de U$s 89 millones pendientes.
b) Bonos de la Ley VII N° 36 (antes Ley 3587). Se adicionó un total de u$s 30 millones, a devolver en 32 cuotas trimestrales (8 años) de aproximadamente u$s 937 mil cada una. Se pagó solamente el primer cupón, quedando impagos los 31 restantes, lo cual hace un total de u$s 29 millones pendientes.
c) Bonos de la Ley VII N° 40 (antes Ley 3754) -Serie Adicional II- por un total de u$s 47 millones, a devolver en 32 cuotas trimestrales (8 años) de aproximadamente 1,5 millones cada una. De esta serie no se pagó ningún cupón, debiéndose en consecuencia su totalidad.
En consecuencia, los bonos impagos de las 3 series suman un total de u$s 165 millones, los que a la cotización del dólar Banco Nación del 16 de abril de 2025 a $ 1.160 da la friolera de más de $191.400 millones -contra los $ 21.000 millones informado- poniendo un espeso manto de oscuridad acerca del verdadero quántum de la deuda pública provincial.
Todo ello, sin entrar a considerar otros bonos vencidos e impagos como los denominados “Senior” y “Junior” emitidos por Decreto 1986 del 23/11/1999, por 100 millones de dólares a 10 años de plazo y cuyo saldo deudor aparece en el mismo informe ministerial por $ 3.562 millones, y a los que les caben las mismas dudas que a sus primos hermanos CEMIS.
De hecho, a ello hay que agregar los intereses resarcitorios pactados.
Conclusión: Misiones es una provincia en default permanente
Gracias al dudoso criterio de la “emergencia permanente”, las finanzas provinciales se encuentran claramente en default. Varios cientos de prestadores del IPS, acreedores del Instituto del Seguro, pequeños ahorristas que creyeron en que la provincia honraría sus deudas y quienes quieran que hoy tengan en su poder estos papeles, han sido estafados por la provincia.
No hay ningún justificativo que amerite proseguir ni con la “emergencia permanente” ni con la prórroga sistemática del pago de los cupones vencidos, además que tampoco existen razones para alardear de ser una provincia con sus finanzas saneadas cuando se esconde semejante cadáver en el ropero.
Esperamos (exigimos) las aclaraciones correspondientes.
(*) Contador Público. Docente Universitario. Diputado Provincial y Nacional (M.C.)
Misiones: una provincia con “brutos ingresos”, fronteras y aduanas “paralelas”
Opinión
Una presión fiscal que ahoga: el modelo impositivo misionero está agotado

Ariel “Pepe” Pianesi
@pepepianesi
La contracción de la economía y la caída del consumo de alimentos y productos básicos vuelven a poner en agenda el abusivo sistema de tributación que sostiene la gestión renovadora en Misiones.
A la crisis de la yerba mate y la mandioca, ahora se suma el pedido de auxilio del sector forestal, que atraviesa uno de los momentos más difíciles de los últimos años. La combinación de baja demanda en el mercado interno y parálisis total del mercado externo deja a esta industria clave en una situación crítica. En un comunicado reciente, AMAYADAP —la asociación que nuclea a empresas del rubro— reclamó medidas urgentes al gobierno provincial, entre ellas, la devolución de saldos a favor en el impuesto a los Ingresos Brutos.
Este es un punto que venimos señalando desde hace mucho tiempo. A pesar de los esfuerzos de la oposición, aún no existe claridad sobre el monto total acumulado en concepto de saldos a favor, aunque se estima que equivale a más de una recaudación fiscal completa de un año. Y lo más grave: no hay señales de voluntad política para devolver esos montos, permitir su compensación o, al menos, eximir de las retenciones automáticas en cuentas bancarias.
Otro aspecto crítico es el de los anticipos impositivos. Si bien el impuesto sobre los Ingresos Brutos se cobra en todas las provincias con tasas similares, muy pocas exigen su pago adelantado. Esta práctica distorsiva afecta profundamente al sector privado: achica el comercio, encarece los productos para el consumidor final y termina desalentando la inversión, el desarrollo y la creación de empleo.
El modelo misionero llega a extremos que no se ven en otras jurisdicciones. Un ejemplo es la retención del 8% sobre rendimientos de inversiones bursátiles, como los plazos fijos. Es decir, si un ciudadano busca cubrirse de la inflación invirtiendo su dinero, la Agencia Tributaria de Misiones le cobra no una, sino dos veces: al ingresar el dinero a su cuenta, y luego sobre las ganancias obtenidas. Todo esto, a pesar de que la Comisión Arbitral ha señalado que esa retención es ilegal.
Y como si todo esto fuera poco, el sistema se completa con una verdadera aduana interna, que obstaculiza el libre comercio dentro del país, castiga a las empresas locales y expulsa inversiones hacia provincias vecinas o incluso hacia Paraguay. Son muchas las empresas que abandonaron Misiones o dejaron de operar con ella por considerar que la carga impositiva supera la rentabilidad.
Este modelo fiscal, basado en una recaudación insaciable para sostener una caja electoral inédita en el país, está agotado. Es urgente rediscutir la matriz impositiva y avanzar hacia un sistema que premie a quienes invierten, generan empleo y apuestan por el desarrollo. Misiones tiene todo para ser un polo productivo, comercial y exportador. Pero para eso, necesitamos un régimen impositivo que empuje, no que asfixie.
(*) Diputado Provincial UCR
Opinión
Entre el berrinche de la adolescencia y la madurez

Por: Fernando Oz
Cuando Fernando De la Rúa presentó su renuncia a la presidencia y se montó al helicóptero en diciembre de 2001, el desencanto social con la clase política había alcanzado a todos, sin distinciones partidarias. Todo acabó en otro desastre. Gases, piedras, represión, tiros, heridos y muertos. Los manifestantes buscaban a cuanta cámara o micrófono se les ponía por delante para gritar “que se vayan todos”.
Querían un despertar distinto, con dirigentes políticos enteramente nuevos, no contaminados. Los argentinos querían empezar desde cero, una utopía casi adolescente para un país que había retomado la senda de la democracia dieciocho años antes.
En el país siempre ha habido algún partido joven que, denunciando a la vieja política vigente, anunciaba el advenimiento de una nueva era. Lo hicieron Alem e Yrigoyen contra los conservadores en el radicalismo inicial. También los socialistas y los demócratas progresistas contra los conservadores y los radicales ya convertidos en casta. Lo hizo Perón, la Ucedé de Alsogaray, el Frepaso de Chacho Álvarez y Bordón, el ARI de Carrió, el PRO de Macri. Por diversos motivos, todos los intentos purificadores de la casta de ayer desembocaron en frustración. Y ahora es el turno de La Libertad Avanza de los hermanos Milei.
Los argentinos nos hemos caracterizado por exigir que el cambio, el ideal o lo deseado se alcance de un solo golpe. Todo de la noche a la mañana. Lamento decirlo, pero hemos sido y aún somos culturalmente golpistas. Es que somos impulsivos y el golpismo es propio de los países adolescentes.
Cuando venían Uriburu, Lonardi, Onganía o incluso Videla sobre sus tanques, miles de argentinos aplaudían. Cuando Alfonsín anunciaba que con la democracia se cura, come y educa, millones le creyeron. Cuando Menem habló de la revolución productiva, lo siguieron. ¿Cuántas ilusiones despertó la Alianza? ¿Cuántos confiaron en ese presidente poco conocido que llegaba del sur, desgarbado, con un ojo extraviado y mocasines deslustrados? ¿Y esa nueva centro derecha que inauguró Macri?
Al esperar demasiado de cada cambio, el impulsivo adolescente pasa de la ilusión a la frustración y de ella a una nueva ilusión. Pero, sin que debamos renunciar a la utopía de un mañana perfecto, los argentinos también deberíamos reconciliarnos con la modesta realidad que nos rodea. El realismo de la madurez.
Seamos honestos, ni en el país de los últimos años ni en el bendito Cantón Verde han faltado políticos nuevos. Sucede que cada tanto, como burla malvada del cosmos o de los dioses, la regeneración de dirigentes se profundiza en plazos breves, otras en años, incluso generaciones. Ha ocurrido y seguirá ocurriendo.
En esta sociedad liquida del scroll y del like fácil, el político nuevo enfrenta un problema insoluble. Si viene de fuera del sistema de la política, pronto fracasa por falta de experiencia. Si triunfa, es que supo adquirir experiencia. Pero una vez que la adquirió, ya no es un político nuevo. Es ahí donde aparece el impulso adolescente, el berrinche.
La renovación de la vida política es, por cierto, un objetivo loable, pero debe ser gradual, para darles a los nuevos la ocasión de aprender a aprovechar lo bueno y desechar lo malo de los que están, ya que la política es un arte consumado que no se domina de la noche a la mañana.
En los días y en los meses que nos esperan nuestro desafío no será sólo elegir entre los candidatos a diputados nacionales, sino también el de ver cuánta distancia podemos tomar de las intensas emociones del país. El realismo periférico, que es el que nos compete por ser un Estado de menor injerencia en el concierto nacional, necesita de la madurez. Para los intereses de Misiones un legislador nacional es lo que es para un país una representación diplomática, un defensor de una política de Estado.
Ahora, el Frente Renovador de la Concordia postulará a Oscar Herrera Ahuad como candidato a diputado nacional. Es uno de los políticos con mayor conocimiento público de la provincia y con una imagen positiva que roza el 80%. Para octubre tendrá 54 años, médico pediatra de la salud pública curtido en San Pedro, ex ministro de Salud, vicegobernador y gobernador, y actual presidente de la Legislatura provincial. Un hombre con experiencia, conocimiento del territorio, hecho en esa mística misionerista, producto inacabado de la evolución de la Renovación; de la fuerza política a una instancia de pensamiento político regional en desarrollo.
Para los libertarios de paladar negro el candidato natural es Javier Lanari, nació en Misiones hace 40 años, es periodista y se jacta de ser amigo de Milei desde hace una década, cuando lo sacaba al aire en un programa de Radio Rivadavia. Es ducho y hábil en su ámbito, los medios. No tiene experiencia legislativa ni en cargos públicos, desde diciembre de 2023 trabaja como subsecretario de Comunicación y Medios de la Nación, puesto que le ofreció su ex coequiper radial, Manuel Adorni. Es un activo defensor de las políticas de vaciamiento del Estado, pese a que dos de sus hermanos tienen importantes cargos en el Gobierno, uno en Senasa y otro en Yacyretá.
Por ahora ellos son los principales candidatos de las dos fuerzas políticas más importantes según los datos que arrojó las elecciones del 8 de junio. En el PJ misionero aún no hay nada claro, mientras algunos esperan señales desde el balcón de CFK otros prefieren salir a apoyar a Herrera Ahuad. Habrá que ver que fichas mueve Héctor Cacho Bárbaro, revitalizado diputado provincial electo y viejo aliado del kirchnerismo en la Cámara baja del Congreso. El estado del radicalismo y el PRO sigue siendo delicado, aunque con signos vitales estables.
Habrá que ver qué decisión toman las fuerzas políticas del Cantón, tal vez hayan aprendido la lección del pasado, de ayer nomás, y decidan dejar el berrinche de la adolescencia para ingresar en el mundo acotado de la madurez. Se trata, en resumen, de asumir con sencillez las reglas. De escuchar atentos, serenos, lúcidos, conscientes, las palabras del paso del tiempo que nos susurra lo mortales que somos; como el esclavo que machacaba al oído del general romano diciéndole: “recuerda que sólo eres un hombre”.
Opinión
Volver a la gente: cuando la política debe hacerse invisible para volverse esencial

Por Dr. Héctor Julio Franco
La política atraviesa una de sus mayores crisis de representación. Pero no porque falten propuestas, sino porque sobra “puesta en escena”. En tiempos donde todo se vuelve campaña, todo se sobreactúa y todo se mide por likes, la comunicación política se ha transformado en una caricatura de sí misma.
Las redes sociales irrumpieron con fuerza y, como toda herramienta poderosa, ofrecieron al principio una promesa: horizontalidad, acceso directo, posibilidad de construir diálogo con la ciudadanía. Pero como suele ocurrir cuando la política instrumentaliza algo, terminó por contaminarlo.
Lo que alguna vez fue un puente, hoy se parece más a una cloaca. El caso de X (antes Twitter) es paradigmático: la plataforma que en su origen era un espacio de opinión plural, hoy es un campo minado de acusaciones, burlas, fake news, operaciones y agresiones personales. La estrategia de la política negativa, que antes se limitaba a pasillos o medios tradicionales, hoy encuentra en las redes su mejor escenario. Y su peor versión.
El resultado es una saturación generalizada. El elector, lejos de ser interpelado, está abrumado. No escucha, no responde, no conecta. Se encierra en su propia realidad, mientras la política insiste en hablarle desde otra.
Las campañas se volvieron acartonadas, superficiales, invasivas. Se repiten una y otra vez las mismas imágenes impostadas, los mismos mensajes calculados, las mismas sonrisas forzadas. Pero nadie escucha. Porque, en realidad, nadie está hablando con el otro, sino exhibiéndose frente a un espejo.
Frente a esto, es urgente una nueva estrategia. No una vuelta atrás nostálgica, sino una evolución real: pasar de la megacampaña al gesto directo. De la sobreexposición al contacto real. De la saturación al silencio significativo. De la comunicación en masa a la micropolítica.
¿Qué es la micropolítica?
El término “micropolítica” ya ha sido trabajado en algunos marcos teóricos. Gilles Deleuze y Félix Guattari lo abordaron desde la filosofía para referirse a los procesos sutiles, invisibles, que se dan en los vínculos sociales y que también son políticos. En el ámbito de la ciencia política, autores como James C. Scott también analizaron las formas cotidianas de resistencia y construcción de poder. Sin embargo, su aplicación concreta a la comunicación electoral sigue siendo incipiente.
En este contexto, propongo resignificar la micropolítica como una estrategia de reconexión simbólica y emocional con el votante real. Se trata de acciones pequeñas, discretas, no masivas, pero cargadas de contenido humano. Visitas a una guardia de hospital, entrega de un reconocimiento silencioso a un guardaparque, escuchar sin grabar, agradecer sin subirlo a las redes. Esa es la nueva forma de hacer política que interpela desde el alma, no desde el algoritmo.
La micropolítica no busca viralizarse, busca quedarse. No apunta a likes, apunta a la memoria emocional. No habla para todos, escucha a uno. Y en ese uno, está el todo.
Es hora de que la política vuelva a ser un acto de humanidad. Y para eso, tiene que aprender a hacerse invisible. Porque lo verdaderamente esencial, siempre fue lo que no se ve.
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