Historias
Periodista paraguayo recorrerá 5.000 kilómetros en bicicleta




Llegó a Posadas esta mañana, desde Encarnación. Vino pedaleando en su bicicleta desde Asunción, donde lo espera, a la vuelta de una travesía que contabiliza en meses y miles de kilómetros, su hijo Raúl, de ocho años, que para el viaje le regaló un ratón, que viaja colgado del manubrio.
Alfredo Guachiré es periodista, paraguayo, y se define como “cicloviajero”, una tribu que se ha extendido por el mundo a puro pedal, a la par del debate ambiental y de la búsqueda de nuevos paradigmas.
“Se le dice ‘cicloturismo’ y ‘cicloviajero’, a mí me gusta más llamarle ‘cicloviajero’ porque el turismo tiene que ver con ir a mirar cosas; yo, en cambio, prefiero conocer gente, sus lugares, sus vidas”, explica el periodista paraguayo a La Voz de Misiones.
“Hay cosas que no se valoran estando en nuestras cajas”, dice Guachiré.
El paraguayo, bautizó la travesía con una expresión en guaraní de uso cotidiano en su país: “Ahata Ajú” (ajata ayú: “Voy a ir a venir”), una promesa que resume el espíritu del viaje.
“Estoy viniendo de Asunción, completé 400 kilómetros haciendo turismo interno, habré pasado por 28 pueblitos donde hice amigos, compartí sus costumbres, sus comidas”, relata el cicloviajero.
“Voy rumbo a la ruta 14, para cruzar a Brasil en Bernardo de Irigoyen, y luego agarro el estado de Santa Catarina hasta la cosa, y de ahí, la idea es subir hacia Salvador de Bahía”, repasa Guachiré un mapa grabado de memoria.
La idea es pedalear entre 50 y 80 kilómetros diarios. El ciclista paraguayo calcula que pasará el Año Nuevo en Río de Janeiro, y la temporada lo encontrará en la capital del sincretismo brasileño, en el nordeste.
La bici en que viaja está preparada para caminos de montaña y gradel. “Es especial para hacer cicloturismo”, afirma Guachiré, y describe: “Produce su luz con las bobinas en las ruedas, y llevo también una cámara go pro, porque quiero hacer un documental”.
El equipo técnico se completa con un teléfono y su correspondiente GPS, que también va montado en el manubrio, y “un droncito para cuando me quede sin dinero y hacer un trabajito por el camino”.
Es su primera vez en Misiones, parte indisoluble de la ‘tierra sin mal’ de los guaraníes de la que él también viene. Dice estar maravillado con Posadas, “la amabilidad de la gente”, y la “calidez” de la ciudad; y a la vez ansioso por aventurarse a través de la provincia.
Lo impulsa en esta aventura, dice, “el autoconocimiento”, la “convicción minimalista de que se puede vivir con lo mínimo”, y la idea del viaje como remedio y descubrimiento.
Guachiré es periodista de actualidad en Asunción. Sus temas son la política y los casos de corrupción. “Me tocó dar siempre las malas noticias”, dice, y explica: “Cuando tomé esta decisión, me dije: ‘Ahora, me toca mostrarle a la gente que este mundo, a pesar de toda su tragedia, es maravilloso’”.
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Profe obereño cumplió su sueño de sobrevolar las Cataratas con su dron

El misionero Horacio Kronbauer (32) cumplió su sueño de sobrevolar y registrar, con su dron “Rodolfito”, una de las siete maravillas del mundo: las Cataratas del Iguazú.
Horacio es oriundo de Oberá, director y profesor de geografía hace diez años en el Bachillerato Pedagógico 1 de Guaraní. Desde 2022 recorre la provincia, junto a su esposa, para mostrar los distintos puntos turísticos a través de imágenes, reels y tomas de video sin fines de lucro.
Si bien el fotógrafo había sobrevolado distintos parques provinciales con su dron, como los Saltos del Moconá, el Teyú Cuaré, Salto Encantado y del Peñón de Mbororé, en diálogo con La Voz de Misiones, el 22 de mayo confesó que su mayor sueño era registrar desde el aire las Cataratas del Iguazú.
El suceso con el que el profesor soñaba, y que marcó un antes y un después en su vida, tuvo lugar el 26 de agosto del corriente año.
“Gracias a la repercusión de la nota, mucha gente me escribió invitándome a recorrer sus localidades y tal fue el caso que gente de Iguazú que también se hizo eco”, compartió Horacio.
Luego de cumplir con los diferentes requisitos solicitados por la administración del parque, como ser la contratación de un seguro contra responsabilidad civil y la inscripción del equipo en la Administración Nacional de Aviación Civil (Anac), pudo cumplir con su objetivo.
Asimismo, aclaró que la licencia de pilotaje no fue necesaria debido a que “el dron es un equipo que pesa 249 gramos y lo uso de manera recreativa”.
Gracias a eso, los tiempos fueron más rápido. Caso contrario, hubiese tenido que realizar el curso en Buenos Aires o Rosario, el cual, contó Horacio, “es muy costoso y se rinde de manera presencial”.
Una vez obtenida la autorización, comenzó a tratar con la administración nacional del parque, bajo la coordinación de los guardaparques, con quienes acordó su visita para el sábado 26 de agosto.
Horacio arribó a las Cataratas del Iguazú a las 6 de la mañana, acompañado por su esposa: “Fue un día de muchas emociones encontradas. Filmé el amanecer y el atardecer. Todo el día estuve dentro del parque nacional”, contó el profesor de geografía.
“Me recomendaron hacerlo al finalizar la jornada cuando se retiraban todos, porque justamente la autorización estipula que no haya personas en las pasarelas”, añadió.
De acuerdo al fotógrafo, la altitud máxima permitida era de 120 metros y, pese a haber un poco de viento, las condiciones climáticas estuvieron a favor.
Todas las tomas se realizaron respetando los límites geográficos con el país vecino de Brasil, registrando solo del lado argentino.
“Cumplir mi sueño fue algo magnífico, imponente, las imágenes de Misiones son impactantes de por sí, pero fue asombroso ver las Cataratas desde el aire, a 90 grados, en una posición vertical, a través de mi propia herramienta de trabajo, en respeto con la naturaleza y los animales”, señaló Horacio.
“Era una imagen imponente que generaba adrenalina, desde que lo despegué al dron dije: ‘Es hoy y no se dará de vuelta’, así que lo aproveché al máximo”, destacó el fotógrafo.
Con proyección a futuro, Horacio adelantó que “a corto plazo, me gustaría recorrer otros parques nacionales”.
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Busca sus orígenes desde España y cree que nació en Oberá: “Me compraron”

Luis Pablo Serafini, de 48 años, pasó toda su vida creyendo que Carlos Alberto Serafini, un ingeniero electromecánico, y Amelia Susana Otazua, de profesión docente, eran sus padres biológicos.
Hace dos años, Luis comenzó una búsqueda para conocer su identidad, luego de enterarse que, tanto él como su hermano, eran adoptados.
Sin embargo, lo poco que sabe es que habría nacido en la localidad de Oberá el 18 de diciembre de 1974, además del nombre de la partera, Mabel M. L., que aparece en su acta de nacimiento del Registro Civil de la Ciudad de Buenos Aires, con fecha del 23 del mes ya mencionado.
El día que su hermano Mauro le contó lo que le había revelado un primo, “a mí se me cayó el mundo y lo peor fue que todo el entorno familiar lo sabía”, dijo Luis en conversación telefónica con La Voz de Misiones, desde su casa en Madrid, España, donde vive hace 20 años.
Una infancia dura
Luis recordó una infancia muy dura por el carácter “autoritario” y “machista” de su padre adoptivo, Carlos Serafini, a quien describió como un militante de la Unión Cívica Radical (UCR) con aceitados vínculos políticos.
Además, relató que siempre ejerció violencia verbal sobre él y que su paso por la escuela no fue fácil: “Vivíamos en Belgrano R -barrio residencial de Buenos Aires-, me metieron en colegios privados, me hacían bullying por mi color de piel, porque ellos eran blanquitos, de ojos claros y con mucho dinero; sufrí muchísimo”, dijo a LVM.
Y continuó: “Fui de una familia ciertamente acomodada, mi padre estuvo en el gobierno de Raúl Alfonsín, él vino una vez a cenar a casa, cuando no era presidente”, aseguró.
Su padre adoptivo “estuvo muy metido en la política, muy militante de los radicales, fundó una asociación de ingenieros, hizo varias cosas representando a Argentina, dando cursos, discursos, se fue a España, Cuba, Italia”, detalló.
También la diferencia que hacían Carlos y Amelia en la crianza con su hermano Mauro es algo que no olvida, aunque reveló eso nunca lo llevó a dudar de su identidad.
Sin embargo, Mauro sí lo hizo en muchas ocasiones: “No sé cómo fue o por qué mi hermano sospechaba, me enteré de que le encaró muchas veces a los dos, cuando estaba mi madre viva, y siempre lo negaron”.
Lo único cierto que tiene Luis es que nació en Argentina, meses después viajó a San Pablo, Brasil, donde Carlos “tenía un cargo importante”, y de donde siempre pensaron que Mauro era oriundo, aunque tampoco saben con precisión que esto sea así.
Oberá, una posibilidad
Hasta ahora, Luis tiene un solo indicio de dónde podría haber nacido, ya que, al enterarse de que no era hijo biológico de Serafini, una tía le contó que “mi madre fue sola a buscarme a Oberá, Misiones, y que siempre quiso decirnos la verdad, pero por miedo a mi padre nunca dijo nada”.
Asimismo, Mauro fue quien enfrentó nuevamente a Carlos para saber la verdad sobre sus orígenes: “Cuando mi hermano lo encaró a mi padre, que no tuvo remedio y habló, dijo lo justo y necesario”, manifestó Luis.
Y detalló que fue el militante radical, quien hoy tiene 82 años y padece demencia senil, el que había afirmado que Amelia viajó a la Capital del Monte sola a buscarlo y confirmó que su fecha de nacimiento era correcta, 18 de diciembre de 1974, “pero dice que no tiene ningún papel mío, no sabe nada más”.
Por otro lado, manifestó que la fecha y lugar de nacimiento que figura en el acta de Mauro no es la correcta, ya que habría nacido unos días antes y en un pueblo cercano a San Pablo, dato que hace creer a Luis de que Carlos y Amelia “nos compraron”.
Otro indicio que refuerza la hipótesis de Luis es que, a sus pocos meses de vida, la familia se fue a vivir a Brasil. Allí, “adoptaron a mi hermano y a los meses nos fuimos de ahí. O sea, nos compraron y huyeron de esas situaciones”.
Abuelas de Plaza de Mayo
Tras descubrir que no eran hijos del matrimonio Serafini y, ante la sospecha de que podrían haber sido apropiados, los hermanos se contactaron con la Asociación Abuelas de Plaza de Mayo, quienes fueron el nexo entre los jóvenes y la Comisión Nacional por el Derecho a la Identidad (Conadi).
“No hicimos el test. A mi hermano, como es brasilero, le salió negativo y después yo también me lo realicé en el Consulado Argentino en España, me hice los estudios y salí negativo”, contó Luis sobre lo primero que hizo para conocer su identidad.
Posteriormente, escribió su historia y compartió fotos suyas de bebé y ya adulto en grupos de Facebook, creados por personas en busca de sus orígenes. Además, publicó su partida de nacimiento, donde figuraba el nombre de la partera, Mabel M. L.
“A raíz de todo eso, una persona se contactó conmigo y me dijo que justamente esa partera ‘es conocida en Oberá por haber tenido causas por tráficos de bebés, vive todavía cerca del hospital Samic'”, sostuvo Luis, sobre la información que le compartió una cibernauta.
Deseo de identidad
La búsqueda de su identidad llevó a Luis a navegar por internet durante horas y encontrarse con numerosos artículos periodísticos que vinculan a la ciudad de Oberá con el tráfico de bebés.
“A mí me robaron, me compraron, lo que sea, cuando era recién nacido, yo lo siento así”, enfatizó Luis y agregó que no inició una causa judicial por supresión de identidad contra Carlos por su edad y enfermedad, además de que Amelia ya falleció.
De igual manera, asegura que los adoptaron irregularmente: “Si vos no robás, pero si le comprás a un ladrón de cierta manera vos estás fomentando al ladrón, es lo que hicieron ellos, encima lo hicieron doble y en diferentes países”.
Actualmente, Luis busca saber si efectivamente nació en Misiones: “Por ahí tengo hermanos, tíos, a mí me interesa saber qué pasó, sea el fruto de una violación o de lo que sea”, dijo y añadió: “Por lo menos saber de dónde soy, por ahí logro una familia que no tengo”.
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A sus 78 años está por terminar la primaria en Eldorado: “Estoy muy feliz”

Lorenza Villalba llegó cuando era muy pequeña a Misiones desde Paraguay, a los 16 se casó con un trabajador de la ex planta Celulosa Argentina, ubicada en Puerto Piray, dio a luz a 10 hijos, tiene más de 50 nietos y enviudó hace cinco años.
Lejos de creer que su vida está realizada, a sus 77 años, Lorenza está a punto de terminar sus estudios primarios en la localidad de Eldorado.
Desde su casa del kilómetro 9, la vecina de la Capital del Trabajo atendió la llamada de La Voz de Misiones y, con un tono alegre y entre risas, se definió como una mujer “muy feliz”.
Lorenza recordó que, cuando falleció su esposo, hace unos cinco años, decidió comenzar una actividad para despejar su mente de los recuerdos y salir de su hogar, un inmueble adornado con cuadros de fotografías familiares y del “amor de su vida”.
“No quería pasar quebrantos, quería estar tranquila, pasar un día feliz. No hace mucho que falleció mi hijo mayor, eso me dejó mal también, todas esas cosas hacen que salga de mi casa y me vaya a estudiar, para que me pase ese nervio que tanto tengo”, relató la abuela.
Un día, mientras estaba en el patio de su domicilio, una amiga se acercó al portón y “me dijo: ‘Doña Lorenza, vení que quiero hablar con vos'”.
Así fue como, por medio de esa charla, conoció a su maestra Silvia: “Ella es muy amable, lindísima, la quiero mucho”, expresó la mujer a LVM, sobre el vínculo que mantiene con la educadora.
Además, la vecina del kilómetro 9 comentó que las clases son dictadas en un comedor del barrio Ziegler y tiene muchas compañeras jóvenes que son “hermosas alumnas”.
“Más vale”
Finalmente, luego de casi seis años de aprender de la mano de su maestra Silvia, en “diciembre voy a recibir mi diploma, me pongo muy feliz y contenta”, manifestó la estudiante, que en su libreta tiene muy buenas calificaciones.
En esa línea, sostuvo que, debido a la pérdida de memoria que comenzó a tener en el último año, no continuará con sus estudios: “Eso es lo que tengo, me olvido de todas las cosas”, dijo la mujer a este medio.
Consultada si realizaba alguna otra actividad durante el día, Lorenza contestó con total vitalidad: “Más vale” y detalló que, cuando tiene tiempo libre, va hasta la laguna Ziegler, ubicada atrás de su hogar, y pesca anguilas para luego comercializarlas.
“No hay cosa que no haga yo, la anguila pesco y vendo. Pasan mis vecinos y me dicen: ‘Abuela, tenés la miñoca para pescar’; y yo le contesto que pasen en un rato, que le voy a preparar”, cerró Lorenza, quien el próximo 5 de septiembre cumple 78 años.

Lorenza junto a su maestra Silvia y compañeros.
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