Historias
De niño se enamoró de Misiones y a sus 43 años compró un terreno para regresar
A sus 4 años, cuando era tan solo un niño, Emiliano Chico desembarcó con su familia en Colonia Oasis, desde la ciudad de Necochea, provincia de Buenos Aires, para luego radicarse en la localidad de Jardín América.
Fueron nueve años los que la familia necochense vivió en la tierra colorada. Ese lapso de tiempo entre la niñez y la adolescencia le bastó a Emiliano para enamorarse de Misiones y soñar con regresar algún día.
“Mi padre tenía un problema de salud en la espalda, entonces lo jubilan por invalidez y en 1983 nos vamos a vivir a Misiones”, contó el bonarense de 43 años en diálogo con La Voz de Misiones.
En esa línea, Chico sostuvo que el clima subtropical húmedo de la provincia no curó a su padre del pinzamiento en una vértebra, motivo por el cual lo jubilan en su trabajo, pero lo ayudó “bastante” a mejorarse.
“A los nueve años se tuvo que volver a Necochea a terminar el año que le faltaba para jubilarse, ya por edad, tenía 59 y en ese momento la jubilación era a los 60”, recordó Emiliano sobre el motivo que en el año 1992 lo llevó a despedirse de la tierra colorada.
Amor=Misiones
El bonarense continuó relatando a LVM que, una vez que comenzó a trabajar y a ganar su propio dinero, cada dos años visitaba la provincia para recorrer, conocer y “miraba, observaba y pensaba: ‘¿Qué puedo hacer acá?'”.
Ya mentalizado en un día poder echar raíces definitivamente con su familia en Misiones, Emiliano buscó acceder a un terreno para explotar uno de los rubros más fuertes de la economía local: el turismo.
“Pensé que podría hacer algo turístico, para atraer gente”, contó a este medio. Con ese fin, detalló que el predio a adquirir “tenía que tener buenos caminos”, búsqueda que le llevó ocho años.
Fue así que, finalmente, anunció que se compró un lote en la localidad de Alba Posse.
En ese sentido, si bien aún no se instala en la zona del río Uruguay, Chico dijo que espera poder mudarse pronto a la tierra que lo vio crecer: “La idea es construir de a poco y cuando tenga dos cabañas y una casita, ir para allá e intentar hacer algo”.
“Ya no será un sueño lejano”
Hace unos días, en medio de la emoción tras haber concretado su sueño de adquirir un pedacito de tierra misionera, el bonarense compartió su felicidad en un grupo de Facebook.
“Siempre extrañé esa bella tierra, su gente, su vida. Y soñé con algún día volver”, había dicho en la oportunidad.
“Ya no será un sueño lejano. Regrese a dónde nunca me fui. Feliz”, remató el joven emprendedor.
Sobre esa publicación, Emiliano Chico comentó a LVM que recibió muchos comentarios negativos sobre sus planes de regresar a donde siente que es su hogar.
“Mucha gente me escribió: ‘No, acá no hay nada’, y yo lo veo totalmente diferente. Si no hay nada, hay terreno para hacer todo”, enfatizó el muchacho.
¿Por qué no?
Alejado de los comentarios negativos de quienes le recomendaron no vivir en Misiones, Chico analizó un abanico de posibilidades y oportunidades que brinda la provincia.
“Uno de los lugares a los que me fui a pasear es Iguazú, una chica me dijo que no hay peloteros, no es mi idea hacer un pelotero, pero ¿por qué no?”, se preguntó.
Asimismo, Emiliano destacó el crecimiento de las diferentes localidades de la tierra colorada y sobre todo el desarrollo que atraviesa Posadas, sobre la cual opinó: “No tiene nada que envidiar a otras ciudades, es hermosa”.
“Yo creo que Misiones está creciendo mucho, que hay muchos lugares que ya son con teléfono 011, eso quiere decir que hubo gente de esta zona que fue e invirtió y está ahí, veo que cada vez hay más turismo, veo que cada vez más famosos visitan Misiones”, argumentó Emiliano.
Y agregó: “No es lo que era cuando yo estaba, para nada. Mucha infraestructura, la provincia cambió muchísimo, a la naturaleza que venía por si sola se le agregó trabajo”.
Sobre el futuro que lo espera cuando se radique en Alba Posse, el bonarense detalló que pretende brindar un servicio para los visitantes extranjeros y nacionales.
“Veo que hay muchos paraguayos y brasileros interesados como, por ejemplo, en el vino, entonces hay que aprovechar eso, ya que vienen acá y brindarle un servicio, al paraguayo, al brasilero y a quienes vengan a visitarnos”, concluyó Emiliano Chico.
Historias
Menocchio Cue, el imperio caído
Imposible adivinar lo que alguna vez fue. Todo alrededor fue pasto del tiempo. El complejo de lo que fuera el imperio yerbatero de los Menocchio en General Urquiza es hoy un conjunto de ruinosos edificios, mayormente devorados por la vegetación, que apenas traslucen algún despojo de la gloria perdida.
Tampoco hay testimonios dispuestos a enfrentar el miedo que todavía infunde el apellido que da nombre a esa postal de pueblo fantasma, que una implacable sucesión de acontecimientos convirtió en una especie de sitio maldito.
La sombra del más célebre de los asesinos misioneros, Luis Raúl Gusano Menocchio, que hoy cumple dos condenas a cadena perpetua en una cárcel patagónica, acecha en el imaginario de quienes deambulan entre las ruinas buscando algo útil que puedan arrancarle al olvido.
Lo que fuera la mayor y más moderna yerbatera de Misiones fue abandonada por los Menocchio a principios de los años ’80 del siglo pasado, cuando el padre del Gusano fue acusado de un megafraude contra la extinta Comisión Reguladora de la Producción y Comercialización de la Yerba Mate (Crym) y de haber estafado al Banco Nación por $12 millones de la época.
Los Menocchio abandonaron, raudamente, la provincia y se instalaron en Asunción, Paraguay, al amparo de la dictadura de Alfredo Stroessner, que transitaba por esos años la recta final de su reino de terror, y donde el mayor de los hijos del matrimonio se convertiría en el más frio y siniestro homicida que haya pisado jamás la tierra sin mal.
El complejo se remató en 1985, pero nunca recuperó la magnitud de los buenos viejos tiempos. En su época de esplendor supo tener 600 hectáreas de yerba, el más moderno de los secaderos, grandes depósitos de almacenaje, viviendas para el personal, que al cierre se contabilizaba en unos 400 trabajadores, y hasta un puerto propio.
Hoy, entre los oxidados silogismos de ruedas y poleas; los vidrios rotos, por donde se cuela el viento y el sol se infiltra para dibujar fantasmagóricas figuras; los depósitos, máquinas y hornos abandonados; y los mudos letreros que advierten sobre peligros pasados, solo avanza la telaraña y reina el silencio.
Historias
Marino posadeño participa de ejercicios navales multinacionales en Chile
De Posadas a la Antártida y ahora a Chile, para participar del Unitas, una emblemática jornada de ejercicios navales en la que participan marinos de todo el continente americano. Así es la hoja de ruta en altamar de Leandro Germán Villalba, un posadeño que desde 2015 integra la Armada Argentina.
Villalba no siempre fue marino. Cuando terminó el colegio secundario comenzó a trabajar con diferentes oficios y recién inició su carrera naval en 2015, cuando un cuñado le contó sobre la experiencia.
Fue allí que el posadeño decidió anotarse para realizar el Período Selectivo Preliminar y ser Marino de la Tropa Voluntaria en la Base de Infantería de Marina Baterías, al sur de la provincia de Buenos Aires.
Cuando egresó, su primer destino fue el Liceo Naval “Almirante Storni” de Posadas, donde comenzó a trabajar en el sector de mantenimiento, ya tenía experiencia en diferentes oficios como la albañilería y la pintura, pero su carrera iba a continuar en ascenso.
Más tarde, Villalba pidió realizar el curso para hacer la carrera de suboficial e integrar las filas del personal militar como cabo segundo y ahora su especialidad naval es Apoyo General, que incluye además de los camareros a conductores, peluqueros, cocineros y todo el personal relacionado a los servicios en la Armada.
Sus primeras navegaciones las realizó en 2022, cuando arribó a la base naval Puerto Belgrano, en la ciudad de Punta Alta en el sudeste de Buenos Aires, para ser destinado al destructor ARA “Sarandí”.
“Me gusta mucho navegar porque es muy importante el trabajo en equipo; cada uno aporta desde su lugar y se genera mucha camaradería a bordo”, contó Villalba en una nota publicada en la Gaceta Marina.
A fines de ese año, el cabo segundo conoció el continente blanco al ser designado para realizar la Campaña Antártica de Verano arriba del rompehielos ARA “Almirante Irízar”.
Durante la campaña, el misionero se desempeñó en el grupo Bodega del Irízar y en el grupo de tareas que se encargó de la instalación de una baliza en la Base Antártica Conjunta Esperanza.
Unitas en Chile
Pero las experiencias no terminan allí para Villalba, quien ahora participa de edición 66 del Unitas, una serie de ejercicios navales multinacionales organizado por Estados Unidos y que este año se realiza en Chile desde el 5 hasta el 13 de septiembre.
Para la edición 2024 la Armada Argentina desplegó el Destructor Clase Meko 360H2, Ara D-13 “Sarandí” y un helicóptero embarcado AS-555 SN “Fennec 2”, además de una agrupación de infantes de marina entre los cuales se encuentra el posadeño Villalba.
Todos estos elementos de la fuerza nacional se unen a efectivos y medios de otros 24 países que en total aportan 4.000 infantes, 17 buques de guerra, dos submarinos y 23 aeronaves para la realización de ejercicios orientadas, en primera instancia, a nivelar y establecer procedimientos comunes, para luego operar frente a una amenaza en común, acorde a los desafíos actuales.
“Es una experiencia única ser parte de un ejercicio del que participan tantos países; lo tomo como una experiencia inolvidable de gran aprendizaje para mi carrera”, agregó Villalba a la Gaceta Marina.
En los ejercicios del Unitas 2024, los participantes se adiestran bajo diversos escenarios operativos, favoreciendo el entrenamiento de técnicas y tácticas con operaciones anfibias, de buceo, de Fuerzas Especiales y de Aviación Naval, entre otras, estableciendo estándares internacionales para las tripulaciones participantes.
Historias
Bonpland y las ruinas de un emporio tabacalero
Las ruinas dominan toda una esquina de Bonpland, a pocas cuadras del casco principal del pueblo, que debe su nombre al famoso naturalista francés y que el 18 de junio pasado celebró sus 130 años desde su fundación en 1894.
El conjunto ocupa algo más que una manzana e incluye una casona de estilo inglés que, aún abandonada, profanada y cercada por la vegetación, resiste el embate del olvido como una fortaleza de otro tiempo.
Los orígenes de las edificaciones que encienden el debate en el Bonpland de hoy, se pierden en la historia de este pueblo misionero que supo ser enclave tabacalero y conoció la bonanza de sus mejores días.
Destrucción
La casona de dos plantas es lo más antiguo del conjunto abandonado de Bonpland. Sus líneas exteriores y las características de la edificación, con gruesas paredes de piedra y finos detalles interiores, ubican su construcción en los primeros años del siglo 20.
De estilo modernista, la casona es austera de ornamentos y de gran funcionalidad interior, con espacios amplios y luminosos, varios baños y habitaciones que antaño estaban dotadas con lavatorios individuales.
Hoy, ingresar a la propiedad supone ir equipados para abrirse paso entre una vegetación espesa y espinosa, que avanza sobre la construcción, configurando un muro natural casi infranqueable.
Adentro, todo es destrucción. Los únicos vestigios del esplendor perdido son el piso de baldosas centenarias del zaguán de entrada, los zócalos de azulejos y los umbrales de mármol de Carrara. Todo lo demás fue arrancado de cuajo: puertas, ventanas, sanitarios, caños y artefactos eléctricos.
Por todos lados hay grafitis: figuras, símbolos, nombres de furtivos visitantes, dibujados sobre las descascaradas paredes y que le dan al cuadro su definitivo toque distópico, propio de escenas sacadas de alguna película apocalíptica.
Gemelas
“Hay dos de esas casas en Misiones, la otra está en San Ignacio”, dice Ángel González, que habitó la propiedad durante tres años, entre 1997 y 2000, cuando llegó a Bonpland como encargado de una de las tabacaleras que explotó el complejo.
“Yo ocupaba la parte de abajo nomás”, cuenta el hombre a LVM. “Las paredes son anchas así, cada habitación tenía como una piletita”, describe González y apunta: “Era como un hotel para gente que venía de Europa”.
Los años que González trabajó en la industria tabacalera, fueron los últimos de la época dorada de Bonpland. “Esto era como una ciudad muy importante, con bancos, restaurantes, estaciones de servicio, hoteles”, comenta.
“Traían el tabaco en carreta, en ponchada o suelto, en esos carros polacos”, ilustra y agrega: “Cuando estaba crecido el arroyo El Tigre o el otro, se quedaban semanas acá, y por eso había hoteles”.
“Este era el centro neurálgico del tabaco, acá estaban Nobleza Piccardo, Massalin Particulares”, cuenta González y apunta que todos los edificios que fueron reconvertidos en residencias estudiantiles “eran de industrias tabacaleras”.
Ejemplo
González, que hoy está jubilado, llegó a Bonpland a mediados de los años `90. Nobleza ya no estaba. Tampoco Massalin. Faltaba poco para la debacle que se abatió sobre los galpones y el pueblo, pero las expectativas por entonces eran inmejorables, según dice.
De origen posadeño, González se vinculó al mundo del tabaco en Garupá. “Empecé en 1984 a trabajar en tabaco en la empresa Alfader SRL, que tenía un galpón arreglado para tener el producto en tránsito, y una fábrica de cigarrillos en Posadas, en la calle Buenos Aires”, recuerda.
Trabajando allí, se convirtió en sindicalista y llegó a ocupar la Secretaría General del Sindicato de Obreros del Tabaco en la tierra colorada por varios años. De esa época, González recuerda a Ramón Gudiño, histórico titular de la CGT Misiones, de quien asegura aprendió “el arte de la dirigencia sindical”.
En Bonpland, la empresa de González se hizo con las instalaciones que Nobleza ocupó hasta que se fue del pueblo: él, fue el encargado de rediseñar el predio para el almacenamiento de unos dos millones de kilos de tabaco, de los tipos Criollo, Burley y Virginia.
“Era una época de mucha sequía, se prendían fuego los pinos. De Garupá veíamos la llama azul de los incendios”, relata González y argumenta: “Había que ser muy cuidadosos con nuestros galpones llenos de tabaco”.
La inversión funcionó hasta que la familia del empresario Osvaldo Otero abrió la sociedad a capitales europeos, que terminaron quedándose con todo el paquete, hasta que el predio fue tomado por los trabajadores en diciembre de 2007, en reclamo de salarios caídos e indemnizaciones.
González afirma que la medida de fuerza, que adquirió ribetes de pueblada en plena Navidad, selló la suerte de aquel último de los emporios tabacaleros que habían puesto a Bonpland en el mapa.
“No tenía que haber ocurrido nunca”, dice González y sentencia: “Esas ruinas quedaron como ejemplo de las cosas que no se deben hacer”.
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