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La historia del Jarry Poter misionero: “Fue casualidad, no conocíamos la peli”

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Jarry Poter
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Nosotras By Pamela Silva
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Siete libros que alcanzaron 500 millones de copias en todo el planeta y ocho películas que se tradujeron en más de 7.000 millones de dólares por éxito de taquilla, pero había un lugar en el mundo donde Harry Potter, el niño mago de la novela creada por la escritora británica J. K. Rowling, era menos conocido que Jarry Poter, un niño nacido en 2008 en el paraje Cerro Moreno, departamento de Salto Encantado, en Misiones.

La historia se remonta al 8 de enero de 2008, cuando Rubén Poter y su esposa tuvieron a su primer hijo y para quien la mujer ya tenía el nombre elegido con anterioridad: Jarry Nicolás Poter.

Y la elección del nombre, que muchos podrían pensar que se trataba de un homenaje al personaje de ficción o deberse a un fanatismo de los padres del niño hacia la película, en realidad fue puramente obra del destino y la casualidad.


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“Cuando él nació, en 2008, nosotros no teníamos televisor, no conocíamos la película. Fue casualidad nomás, porque a mi esposa le gustó ese nombre y mi apellido verdadero es Poter, desde mi abuelo hasta acá”, contó Rubén, el padre de Jarry, en diálogo con La Voz de Misiones.

El caso se viralizó esta semana a partir de la foto de un fragmento de la partida de nacimiento del niño publicada en Twitter, lo cual disparó una ola de reacciones entre los fanáticos de la novela que luego se transformó en una de las sagas (2001-2011) cinematográficas más famosas del mundo.

Hoy Jarry tiene 15 años, va a tercer año de la secundaria y asiste al BOP 109 de Cerro Moreno, ubicado sobre la ruta provincial 220, a unos 7 kilómetros del casco urbano de Salto Encantado.

“No podía creer”

“Hoy fui a la escuela y me dijeron que era famoso. Primero pensé que me estaban jodiendo, pero la directora me mostró la noticia. Yo no podía creer”, contó el adolescente a LVM.

Es que tanto para Jarry como para sus compañeros la coincidencia con el nombre que la escritora británica J. K. Rowling popularizó a lo largo y ancho del mundo no era motivo de sorpresa.

“Nosotros hace poco no más que pudimos comprar una televisión y un día pasaron la película y ahí quedamos sorprendidos. Fue gracioso. Hasta dijimos que nosotros éramos los originales y ellos eran una fotocopia de nosotros”, contó entre risas Rubén, de 44 años, que trabaja como empleado en otra escuela de la zona.

“La verdad que ese día fue medio raro, estábamos mirando la tele y de repente apareció un nene que tenía mi mismo nombre”, agregó el Jarry Poter de la vida real, que ahora es motivo de conversación entre sus compañeros de escuela y lugareños de Cerro Moreno.

Respecto a la historia familiar, Rubén Poter contó que él nació en Dos de Mayo, más precisamente en Picada Indumar, donde aún reside el resto de su familia. Añadió que su abuelo fue el primero en asentarse en este punto de la provincia, pero desconoce sobre sus antecesores.

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Omar Silva, de la pérdida de su esposa, al renacer con música y amigos

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Omar Silva

El profesor Omar Silva tiene 58 años, 28 de los cuales los vivió junto a Elvira Lansse, su esposa desde la juventud, pero un día ella se fue, producto de un cáncer repentino, y, con ella, su vida también se apagó y ese maldito enemigo que muchos subestiman, llamado depresión, se hizo presente. Los años de oscuridad se extendieron, pero las luces un día volvieron a encenderse. Hoy, en diálogo con La Voz de Misiones, cuenta su proceso de resiliencia, de la tristeza y la bronca, a un renacer gracias a su hija, la música y a los amigos.

Pedro Jorge Omar Silva es de Aristóbulo del Valle y lleva más de 30 años como docente en la Facultad de Humanidades y Ciencias Sociales de la Universidad Nacional de Misiones (Unam). Es profesor y Licenciado en Letras, con una maestría en Semiótica Discursiva y un doctorado en Ciencias Sociales. Una vida entera dedicada a la poseía, a la lectura y a la transmisión de conocimientos. Una vida que repentinamente un día se interrumpió.

“Todo lo que soy, lo soy gracias a mi señora, que era mi sostén, mi pilar”, graficó Omar Silva sobre su relación con Elvira Lansse, a quien conoció a los 21 años y con quien convivió durante 28 años.


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La relación de ambos comenzó en el barrio Villa Cabello, pero se profundizó en la Facultad de Humanidades, ya que Lansse estudiaba la carrera de Licenciatura en Turismo. Posteriormente se casaron y juntos construyeron una vida entera, pero todo cambió tras un simple dolor de cabeza.

“Un día ella sintió un dolor de cabeza, se fue a hacer estudios de control y le detectaron un glioblastoma en la base del cráneo. Ahí comenzó un verdadero infierno para nosotros”, recordó Silva a LVM desde el escritorio de su casa, rodeado por una gran biblioteca, de viejas máquinas de escribir, de radios antiguas y fotos de su familia. 

La enfermedad no solo irrumpió en la vida de ambos, sino que también la interrumpió por completo. En total fueron tres años de tratamiento con quimioterapia, radioterapia y cirugías de apertura de cráneo.

“Tres veces tuvieron que operarla utilizando una amoladora programada con un chip para que se detenga al tocar partes blandas. Fueron todas cirugías paliativas, porque el desenlace estaba escrito. Fue muy destructivo, muy doloroso todo. Yo sentía impotencia, tenía bronca. No podía entender por qué nos tocaba atravesar esto”, continuó.

Toda esa etapa fue muy dura. Silva dejó de trabajar para dedicarse al cuidado de su esposa. Su hija era pequeña, su hermano más cercano también estaba enfermo y tanto sus padres como sus suegros eran de avanzada de edad.

Como si fuera poco, en medio del proceso se decretó la pandemia de Covid-19, lo que redujo aún más las posibilidades de recibir ayuda ya que sólo se permitía un cuidador por paciente. “Durante prácticamente tres años no dormí un solo minuto. Temía por ella. Al ser una enfermedad del cerebro era muy fuerte el miedo a las convulsiones, entonces no podía conciliar el sueño. Pasé tres fiestas con ella en el sanatorio comiendo en bandejitas de enfermos”, narró.

Finalmente, lo que nadie quería, pero que ya era inevitable ocurrió en 2020. Lansse falleció y en sus últimos días no pudo despedirse de sus padres por los protocolos de seguridad sanitaria, lo cual significó otro duro golpe para la familia y más bronca para Silva que, como peronista que se define, se sintió traicionado por el presidente Alberto Fernández al ver la fiesta de Olivos en plena cuarentena mientras su esposa moría sin cumplir su deseo final. 

De la oscuridad al poder de la música

Tras el fallecimiento de su amor de toda la vida, otra difícil etapa comenzó. “Me encontré en un abismo absoluto. Ella era todo. Yo terminé demolido, mental y físicamente. Para mí todo ese proceso fue un infierno y cuando ese infierno paró me vine a abajo. Un año entero me quedé encerrado, en la oscuridad, sin escribir una sola palabra, sin escuchar una sola canción, sin ver a un solo amigo. Nada tenía sentido para mí”, contó con crudeza.

Sólo su hija, hoy adolescente y participando de la estudiantina, lo aferró a la vida. Pero también sus hermanos y, más adelante, el regreso a la la lectura, la escritura y, principalmente, la música.

“En esos momentos uno tiene una mezcla de emociones, de putear hasta al propio Dios. Por mi soberbia pensaba que tenía todo bajo control, pero nadie domina el tiempo, yo consideraba que no nos merecíamos pasar todo esto. Mi esposa se fue cuando solo tenía 49 años. Fue muy fuerte, pero mi hija fue la llamita que me mantuvo vivo en esos peores momentos. Un día tomé la voluntad de salir adelante y prendí fuego la pila de pastillas con la que mi primer psiquiatra me apagó el cerebro”, narró, sin pasar por alto una mala experiencia terapéutica.

“La salud mental es muy importante. Yo prejuzgaba la cuestión, pero es clave, aunque también hay que encontrar al terapeuta indicado”, añadió. 

De allí, de a poco, todo volvió a tomar sentido para Silva. Se reencontró con la lectura, con la escritura y con la música, esto último en gran parte gracias a la peña que su hermano creó al lado de su casa, la cual se transformó en parada obligatoria para muchos artistas misioneros y donde este fin de semana se celebró el Karaí de Octubre con una gran olla de yopará para todo Villa Cabello.

“Hablando con los artistas entendí el poder que tiene ese lenguaje reconstructor de vida, de alegría, de resignificación, que tiene la música. También me sirvió el contacto con las plantas porque lo primero que hice fue recuperar el jardín de Elvira, que durante años estuvo abandonado y nunca se secó nada. En ese proceso de redención pude también escribir su epitafio: ‘Que en paz descanses, viajera eterna’”, rememoró.

Ahora, de a poco, Silva también está de regreso en la Facultad de Humanidades, cuyos pasillos caminados durante más de 30 años un día también dejaron de ser transitados. Para con la institución está agradecido por el acompañamiento en los tiempos más difíciles, no así con determinados colegas sobre quienes apunta: “Pensé que eran amigos”.

“Muchos me criticaron cuando vieron fotos de un viaje que hice aún estando de licencia, pero la verdad que realmente lo necesitaba. En cinco años no subí ninguna foto a las redes sociales y esos mismos que me criticaron nunca se tomaron el tiempo de venir a casa a ver si yo seguía vivo”, apuntó.

Hoy, su vida está resignificada. Silva admite que no quisiera volver a atravesar la misma historia, pero toma de ello una multiplicidad de enseñanzas que le permitieron crecer como persona. “Hoy en día me siento muy bien, me siento limpio, mejorado. Estamos hechos de amor, pero también de odio, de sufrimiento y de tristeza, eso nos compone como humanos. Hay que capitalizar e interpretar esas experiencias para crecer. Caminé descalzo por un camino de piedras y espinas, pero salí más humano, más comprensivo, más empático”, concluyó.

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Profe obereño cumplió su sueño de sobrevolar las Cataratas con su dron

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El misionero Horacio Kronbauer (32) cumplió su sueño de sobrevolar y registrar, con su dron “Rodolfito”, una de las siete maravillas del mundo: las Cataratas del Iguazú.

Horacio es oriundo de Oberá, director y profesor de geografía hace diez años en el Bachillerato Pedagógico 1 de Guaraní. Desde 2022 recorre la provincia, junto a su esposa, para mostrar los distintos puntos turísticos a través de imágenes, reels y tomas de video sin fines de lucro.

Si bien el fotógrafo había sobrevolado distintos parques provinciales con su dron, como los Saltos del Moconá, el Teyú Cuaré, Salto Encantado y del Peñón de Mbororé, en diálogo con La Voz de Misiones, el 22 de mayo confesó que su mayor sueño era registrar desde el aire las Cataratas del Iguazú.


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El suceso con el que el profesor soñaba, y que marcó un antes y un después en su vida, tuvo lugar el 26 de agosto del corriente año.

“Gracias a la repercusión de la nota, mucha gente me escribió invitándome a recorrer sus localidades y tal fue el caso que gente de Iguazú que también se hizo eco”, compartió Horacio.

Luego de cumplir con los diferentes requisitos solicitados por la administración del parque, como ser la contratación de un seguro contra responsabilidad civil y la inscripción del equipo en la Administración Nacional de Aviación Civil (Anac), pudo cumplir con su objetivo.

Asimismo, aclaró que la licencia de pilotaje no fue necesaria debido a que “el dron es un equipo que pesa 249 gramos y lo uso de manera recreativa”.

Gracias a eso, los tiempos fueron más rápido. Caso contrario, hubiese tenido que realizar el curso en Buenos Aires o Rosario, el cual, contó Horacio, “es muy costoso y se rinde de manera presencial”.

Una vez obtenida la autorización, comenzó a tratar con la administración nacional del parque, bajo la coordinación de los guardaparques, con quienes acordó su visita para el sábado 26 de agosto.

Horacio arribó a las Cataratas del Iguazú a las 6 de la mañana, acompañado por su esposa: “Fue un día de muchas emociones encontradas. Filmé el amanecer y el atardecer. Todo el día estuve dentro del parque nacional”, contó el profesor de geografía.

“Me recomendaron hacerlo al finalizar la jornada cuando se retiraban todos, porque justamente la autorización estipula que no haya personas en las pasarelas”, añadió.

De acuerdo al fotógrafo, la altitud máxima permitida era de 120 metros y, pese a haber un poco de viento, las condiciones climáticas estuvieron a favor.

Todas las tomas se realizaron respetando los límites geográficos con el país vecino de Brasil, registrando solo del lado argentino.

“Cumplir mi sueño fue algo magnífico, imponente, las imágenes de Misiones son impactantes de por sí, pero fue asombroso ver las Cataratas desde el aire, a 90 grados, en una posición vertical, a través de mi propia herramienta de trabajo, en respeto con la naturaleza y los animales”, señaló Horacio.

“Era una imagen imponente que generaba adrenalina, desde que lo despegué al dron dije: ‘Es hoy y no se dará de vuelta’, así que lo aproveché al máximo”, destacó el fotógrafo.

Con proyección a futuro, Horacio adelantó que “a corto plazo, me gustaría recorrer otros parques nacionales”.

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Busca sus orígenes desde España y cree que nació en Oberá: “Me compraron”

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Busca sus orígenes desde España y cree que nació en Oberá: “Me compraron”

Luis Pablo Serafini, de 48 años, pasó toda su vida creyendo que Carlos Alberto Serafini, un ingeniero electromecánico, y Amelia Susana Otazua, de profesión docente, eran sus padres biológicos.

Hace dos años, Luis comenzó una búsqueda para conocer su identidad, luego de enterarse que, tanto él como su hermano, eran adoptados.

Sin embargo, lo poco que sabe es que habría nacido en la localidad de Oberá el 18 de diciembre de 1974, además del nombre de la partera, Mabel M. L., que aparece en su acta de nacimiento del Registro Civil de la Ciudad de Buenos Aires, con fecha del 23 del mes ya mencionado.


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El día que su hermano Mauro le contó lo que le había revelado un primo, “a mí se me cayó el mundo y lo peor fue que todo el entorno familiar lo sabía”, dijo Luis en conversación telefónica con La Voz de Misiones, desde su casa en Madrid, España, donde vive hace 20 años.

Una infancia dura

Luis recordó una infancia muy dura por el carácter “autoritario” y “machista” de su padre adoptivo, Carlos Serafini, a quien describió como un militante de la Unión Cívica Radical (UCR) con aceitados vínculos políticos.

Además, relató que siempre ejerció violencia verbal sobre él y que su paso por la escuela no fue fácil: “Vivíamos en Belgrano R -barrio residencial de Buenos Aires-, me metieron en colegios privados, me hacían bullying por mi color de piel, porque ellos eran blanquitos, de ojos claros y con mucho dinero; sufrí muchísimo”, dijo a LVM.

Y continuó: “Fui de una familia ciertamente acomodada, mi padre estuvo en el gobierno de Raúl Alfonsín, él vino una vez a cenar a casa, cuando no era presidente”, aseguró.

Su padre adoptivo “estuvo muy metido en la política, muy militante de los radicales, fundó una asociación de ingenieros, hizo varias cosas representando a Argentina, dando cursos, discursos, se fue a España, Cuba, Italia”, detalló.

También la diferencia que hacían Carlos y Amelia en la crianza con su hermano Mauro es algo que no olvida, aunque reveló eso nunca lo llevó a dudar de su identidad.

Sin embargo, Mauro sí lo hizo en muchas ocasiones: “No sé cómo fue o por qué mi hermano sospechaba, me enteré de que le encaró muchas veces a los dos, cuando estaba mi madre viva, y siempre lo negaron”.

Lo único cierto que tiene Luis es que nació en Argentina, meses después viajó a San Pablo, Brasil, donde Carlos “tenía un cargo importante”, y de donde siempre pensaron que Mauro era oriundo, aunque tampoco saben con precisión que esto sea así.

Oberá, una posibilidad

Hasta ahora, Luis tiene un solo indicio de dónde podría haber nacido, ya que, al enterarse de que no era hijo biológico de Serafini, una tía le contó que “mi madre fue sola a buscarme a Oberá, Misiones, y que siempre quiso decirnos la verdad, pero por miedo a mi padre nunca dijo nada”.

Asimismo, Mauro fue quien enfrentó nuevamente a Carlos para saber la verdad sobre sus orígenes: “Cuando mi hermano lo encaró a mi padre, que no tuvo remedio y habló, dijo lo justo y necesario”, manifestó Luis.

Y detalló que fue el militante radical, quien hoy tiene 82 años y padece demencia senil, el que había afirmado que Amelia viajó a la Capital del Monte sola a buscarlo y confirmó que su fecha de nacimiento era correcta, 18 de diciembre de 1974, “pero dice que no tiene ningún papel mío, no sabe nada más”.

Por otro lado, manifestó que la fecha y lugar de nacimiento que figura en el acta de Mauro no es la correcta, ya que habría nacido unos días antes y en un pueblo cercano a San Pablo, dato que hace creer a Luis de que Carlos y Amelia “nos compraron”.

Otro indicio que refuerza la hipótesis de Luis es que, a sus pocos meses de vida, la familia se fue a vivir a Brasil. Allí, “adoptaron a mi hermano y a los meses nos fuimos de ahí. O sea, nos compraron y huyeron de esas situaciones”.

Abuelas de Plaza de Mayo

Tras descubrir que no eran hijos del matrimonio Serafini y, ante la sospecha de que podrían haber sido apropiados, los hermanos se contactaron con la Asociación Abuelas de Plaza de Mayo, quienes fueron el nexo entre los jóvenes y la Comisión Nacional por el Derecho a la Identidad (Conadi).

“No hicimos el test. A mi hermano, como es brasilero, le salió negativo y después yo también me lo realicé en el Consulado Argentino en España, me hice los estudios y salí negativo”, contó Luis sobre lo primero que hizo para conocer su identidad.

Posteriormente, escribió su historia y compartió fotos suyas de bebé y ya adulto en grupos de Facebook, creados por personas en busca de sus orígenes. Además, publicó su partida de nacimiento, donde figuraba el nombre de la partera, Mabel M. L.

“A raíz de todo eso, una persona se contactó conmigo y me dijo que justamente esa partera ‘es conocida en Oberá por haber tenido causas por tráficos de bebés, vive todavía cerca del hospital Samic'”, sostuvo Luis, sobre la información que le compartió una cibernauta.

Deseo de identidad

La búsqueda de su identidad llevó a Luis a navegar por internet durante horas y encontrarse con numerosos artículos periodísticos que vinculan a la ciudad de Oberá con el tráfico de bebés.

“A mí me robaron, me compraron, lo que sea, cuando era recién nacido, yo lo siento así”, enfatizó Luis y agregó que no inició una causa judicial por supresión de identidad contra Carlos por su edad y enfermedad, además de que Amelia ya falleció.

De igual manera, asegura que los adoptaron irregularmente: “Si vos no robás, pero si le comprás a un ladrón de cierta manera vos estás fomentando al ladrón, es lo que hicieron ellos, encima lo hicieron doble y en diferentes países”.

Actualmente, Luis busca saber si efectivamente nació en Misiones: “Por ahí tengo hermanos, tíos, a mí me interesa saber qué pasó, sea el fruto de una violación o de lo que sea”, dijo y añadió: “Por lo menos saber de dónde soy, por ahí logro una familia que no tengo”.

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